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Retrocracia

Santiago Muñoz Machado (director de la Real Academia Española), escribe – en La Tercera de ABC – "Alejandro Nieto". Recuerdo que, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, estudié su obra. Crítico, con el funcionamiento y organización de la Administración Pública, supo detectar las claves de la corrupción. Una corrupción que mancha la imagen de las instituciones. Tras leer este artículo, he bajado al Capri. Hoy, José, un cliente asiduo del garito, cumple 91 años. Abogado en los tiempos de Franco, entiende muy bien la lógica del Estado. Desde hace años, sigue mi blog. Dice que en unas ocasiones le recuerdo a Galdós y en otras a Unamuno. Gran apasionado de Voltaire, Locke, Montesquieu y Rousseau; defiende que en España "no hay democracia" sino retrocracia. Se impone el "poder del pasado" frente al disfraz del presente. La separación de poderes no ha deconstruido el espíritu del absolutismo regio. Existe, dice José, un despotismo ilustrado dentro del parlamentarismo.

Existe el "panem et circenses" de los tiempos romanos. Estamos ante un Estado progresista en lo social y conservador en lo político. Y esa mezcla provoca corrientes de ambigüedad y anestesia social. Ambigüedad por las líneas difusas que separan las siglas de los partidos atrapalotodo. Y anestesia por los efectos que provoca la industria del relato. Un relato que consigue apaciguar el descontento social mediante el velo de la apariencia. Esta pasividad de la sociedad civil recrea las estructuras del despotismo ilustrado. Un despotismo que resucita la frase del "todo para el pueblo pero sin el pueblo". Un pueblo, la España del ahora, que presenta una crisis de grupos de presión. Existe un estruendo de miles de voces opinando en las redes sociales pero, sin embargo, falta una organización del pensamiento crítico. Estamos ante una doma del ciudadano. De un ciudadano alienado por el trabajo, tecnodependiente e impotente por unas reglas de juego, que lo apartan del tablero tras ejercer su derecho al voto. Un derecho al voto que iguala por abajo y que se convierte, en palabras de aquel filósofo, en "la suma de los ceros".

En este país, me decía José, cualquiera puede ser político. Cualquiera puede administrar las partidas de un ayuntamiento. Y digo cualquiera porque político puede ser Manolo, el "tonto del pueblo" o Alejandro, el abogado de Jacinta. Esa baja exigencia para el ejercicio de la política, nos sitúa ante un riesgo inminente y grave para los ciudadanos. Riesgo, tal y como denunció Weber, de que la política se convierta en una profesión en detrimento de una vocación. Y riesgo de que el alcalde o el presidente de una nación ejerzan el mal a sabiendas o por desconocimiento del bien. De ahí que Platón hablara del filósofo gobernante, de aquel – con predominio del alma racional – que era capaz de realizar el ascenso dialéctico y conocer el bien en sí. En la retrcracia, la mirada al pasado se convierte en un tóxico para el sistema. Esa mirada al pasado se manifiesta en los plenos y en el Congreso de los Diputados. Unos sacan los platos sucios a los otros y viceversa. Los medios, tras sus líneas editoriales, arrojan sus dardos envenados mediante sus hemerotecas. Son las "piedras en la mochila", maldita sea, quienes siembran la discordia en la retrocracia.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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