• LIBROS

Entrada anterior

Apuntes en sucio

Tras una semana, encerrado en los intramuros de mi despacho, ayer deambulé por las calles del vertedero. Encontré cientos de columnas sobre Rigoberta Bandini y pocos fustes dedicados al conflicto entre Ucrania y Rusia; un conflicto que abre el debate sobre el devenir histórico. Un devenir que comulga, según algunos historiadores, con las teorías del péndulo y las doctrinas historicistas. Como saben, Marx predijo el sistema comunista como fin del liberalismo. Y Fukuyama, por su parte, predijo el neoliberalismo como fin de las ideologías. Ambos se equivocaron. Fracasó la URSS y fracasó la utopía neoliberal con los atentados del 11-S.  Hoy, en pleno siglo XXI, existe un buen catálogo de formas de Estado. En el tablero internacional, convergen monarquías, repúblicas y autocracias. Si sumamos todos los Estados del mundo, abundan – por desgracia – las dictaduras y, si me apuran, las pseudodemocracias. Las democracias son, por tanto, la excepción a la regla. Kant y Popper criticaron los determinismos históricos. Y los criticaron porque la Historia, a diferencia de la Biología, no es un sistema fácil – por su complejidad – de reducir, modelar y predecir.

Aunque el conflicto entre Ucrania y Rusia se remonte a la Edad Media. Aunque haya tenido varios repuntes y el más cercano fuera en el año 2014, lo cierto y verdad, es que las fichas del ajedrez no guardan la misma posición en todas las ocasiones. Y esta realidad, queridísimos lectores, debería servir para no incurrir en paralogismos. Lo mismo que la Primera y la Segunda República española no son las caras de una misma moneda. Lo mismo ocurre, y disculpen por la insistencia, con las monarquías. El concepto de "monarquía" ha cambiado a lo largo de la historia. Tanto es así que no son lo mismo las monarquías absolutas que las parlamentarias. Sí que es cierto que tanto los reyes del medievo como los del ahora son legitimados por "la soberanía genética". Pero existe, entre sendas monarquías, un giro copernicano. Mientras en las primeras, el rey era un representante de Dios en la ciudad terrenal. Mientras disponía en su figura de todos los poderes habidos y por haber. En las coronas actuales – de las democracias avanzadas – el rey reina pero no gobierna.

El otro día, me decía Gonzalo – un politólogo de las tierras extremeñas – que los medios presuntamente "prevarican" con la lengua. Tanto que ponen calificativos que tergiversan y confunden a la gente. Adjetivos como "comunistas", "terroristas" y "separatistas", entre otros; sirven de muletilla para descalificar e identificar a los socios del Gobierno. No olvidemos que tales socios son representantes democráticos. Representantes de partidos legales y legítimos salvo que una sentencia de la Audiencia Nacional determinase lo contrario. Y como representantes de una parte de la soberanía nacional deben gozar del mismo respeto que los otros. Estamos ante una sociedad con una grave crisis de respeto. Y esa falta de respeto se convierte en el peor contaminante para el Estado de Derecho. Un respeto que, en la mayoría de las ocasiones, desemboca en intolerancia y violencia  política. Es necesario que nos creamos la democracia. Y creerse la democracia pasa por ser respetuoso con el veredicto de las urnas. Un veredicto que se debe acatar con deportividad y bondad. Solo los malos jugadores boicotean los resultados y ningunean al adversario.

Deja un comentario

  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

  • Categorías

  • Bitakoras
  • Comentarios recientes

  • Archivos