El otro día Andrea Rizzi, periodista de El País, entrevistó a Manuel Valls, exsocialista francés y diputado en la Asamblea vinculado a Macron. A la pregunta: "¿Cree que la socialdemocracia está en vías de extinción?", Valls respondió que sí. Según él, los socialdemócratas no supieron reaccionar ante la globalización económica y el Estado del Bienestar. No supieron "afrontar lo que pasó después de la caída del bloque soviético y después del 11-S". Esta falta de eficacia socialdemócrata ante tales desafíos, dio lugar – según él – al populismo de extrema izquierda y derecha. Para recuperar la socialdemocracia, Valls propone, cito textual: "inventar otras organizaciones, otras formas de hacer política, pactar con otros partidos". En suma, la solución pasaría por "inventar algo nuevo".
Tras leer la entrevista, salí a pasear a Diana. Necesitaba tomar una bocanada de aire fresco ante la indignación que me producía, la desfachatez con la que una vieja gloria del Partido Socialista francés ninguneaba a la socialdemocracia. Me molestaba su lógica deductiva y no me quedó otra, tras llegar a casa, que dedicarle un artículo en respuesta a sus palabras. La agonía de la socialdemocracia es un discurso viejo desde los tiempos de Fukuyama. En 1989, Joaquín Estefanía escribía "La muerte de la socialdemocracia", una tribuna para El País, con ocasión de la huelga general del 14-D. Hace un año aproximadamente, Alejandro Torrús escribía para Público: "Socialdemocracia: cambiar o morir". Este autor cuestionaba los recursos del socialismo europeo para hacer frente al neoliberalismo occidental. En las mismas fechas, Gabriel Tortella escribía para El Mundo: "Socialismo: una muerte por éxito", una reflexión sobre los retos de la socialdemocracia europea ante la crisis del Estado del Bienestar. Todos estos escritos, entre otros muchos, guardan similitud con las declaraciones de Valls. Tales artículos hablan de reinventar la socialdemocracia ante la hecatombe de del "merkelismo" y el endémico Estado Social.
Por mucho que el neoliberalismo escale posiciones, la socialdemocracia seguirá vivita y coleando. Seguirá inmune, como les digo, mientras las constituciones europeas continúen reconociendo el Estado de Derecho, Social y Democrático. Así las cosas, se puede hablar en términos de dosis de socialismo europeo; pero no de muerte. Hablar de muerte de la socialdemocracia – en palabras de Valls – es, desde mi punto de vista, un atrevimiento demagógico. La socialdemocracia no está en quiebra, sino la ineficacia de los gobiernos al hacer economía. Así las cosas, la pregunta acertada no sería ¿está muriendo la socialdemocracia?, sino ¿están, los gobernantes, matándola? Hay, como saben, dos formas de hacer política: política para los ricos o política para los pobres. En España, sin ir más lejos, se ha barrido para los pudientes en detrimento de los débiles. Durante los tiempos del rodillo azul, la derecha ha hecho el mayor recorte de la historia. Se ha recortado en profesores, médicos, prestaciones; y todo tipo de servicios que entren dentro de "lo público". En contraste, casi no se han recortado los intereses de los ricos; impuestos, bancos, empresas, hospitales, educación concertada y; todo lo que entre dentro de "lo privado".
Así las cosas, queridísimo Valls, no es necesario "reinventar la democracia"; sino convencer a los votantes de los pros y contras que tiene votar a la derecha. Aún así, con la que ha caído desde que comenzó la crisis económica, el Pepé sigue ganando elecciones y liderando tripartitos. Y lo sigue siendo, a pesar de la irrupción de Podemos, la "nueva socialdemocracia" o, mejor dicho, la "reinvención de la socialdemocracia", como diría Valls si me oyera. Los populismos han fracaso en la construcción de su discurso; no han sido capaces de edificar un relato alternativo al pergamino del neoliberalismo. Han realizado tanta crítica destructiva – contra la casta – que se han olvidado de cómo cambiar las estructuras. En días como hoy tenemos lo que nos merecemos; un país gobernado por una coalición a la alemana. Una coalición que sigue plegada a los intereses de Europa; una Europa que solo mira los intereses del capital, y que se muestra ineficaz en todo lo que pueda ser calificado como social. Estamos ante una Europa nefasta en la gestión de los refugiados, nefasta en conciliar el Norte con el Sur y, nefasta – y valga la redundancia – en la construcción de una Constitución Europea que garantice el Estado Social. Ante este panorama, no hace falta reinventar la socialdemocracia, sino tambalear al neoliberalismo; una acción que solo se consigue con las urnas.
Mark de Zabaleta
/ 5 diciembre, 2017Un artículo magistral …
El Decano
/ 8 diciembre, 2017Me pregunto si los cambios producidos en la sociedad desde el momento en que la socialdemocracia tomó el poder tienen que ver con su débil situación actual. El auge de la socialdemocracia vino de la mano de una pujante «clase trabajadora» consciente de las injusticias sociales y con perspectivas de futuro. Esta poderosa facción de la sociedad se ha ido diluyendo y, por ende debilitando. Aquella clase trabajadora, cliente fundamental de la socialdemocracia disminuyó notablemente; muchos pasaron a ser clase media y ya no están por la labor de exigir o colaborar con los impuestos del estado, otros, los menos favorecidos y con las escasas perspectivas de futuro que le ofrece el neoliberalismo rampante, se sienten atraídos por los cantos de sirena de los populismos que pescan en ríos revueltos.
Evidentemente, mi comentario resulta demasiado sencillo y esquemático, pues debería analizar otros muchos factores que sería muy extenso comentar aquí. En cualquier caso, me ha gustado mucho tu artículo.
nomecreocasinada
/ 2 enero, 2019Mejor no se puede decir!