Hoy, mientras deambulaba por las calles del vertedero, he tropezado con "¿Quién será el próximo?", un artículo de Casimiro García Abadillo para El Independiente. Tras realizar un inventario sobre los casos de corrupción que azotan al Pepé, el ex director de El Mundo se muestra pesimista ante sus posibles soluciones. Tanto es así, que concluye el texto con la siguiente reflexión: "En el horizonte no se ve ninguna salida. No parece que haya condiciones para una moción de censura y el calendario electoral beneficia al gobierno. Los ciudadanos viven en vilo los últimos acontecimientos y no salen de su asombro ante la incapacidad del propio sistema para ofrecer una respuesta. El daño – concluye – ya no afecta solo al PP, sino a la democracia". Tras leer el artículo, he bajado al Capri a tomar un café. Necesitaba, la verdad sea dicha, tomar conciencia sobre el pesimismo moral de Casimiro y su repercusión en la opinión pública.
Hace más de veinte años, allá por el 1993, la España de Felipe se parecía bastante a la Hispania del ahora. Eran los tiempos de Roldán, Vera y Barrionuevo. Recuerdo que Antonio Herrero, periodista de la COPE, no era raro el día que abría La Mañana con algún nuevo caso de corrupción. Por su parte, el Diario 16 destapaba la Operación Galaxia y el caso GAL. El terrorismo de ETA estaba en su punto efervescente y la corrupción – hasta el momento – era un tema esporádico que gustaba, pero no enamoraba, a la prensa de entonces. El Pepé fue muy hábil al respecto. Lo fue, queridísimos lectores, porque supo adherir en el ideario colectivo, la ecuación: "corrupción igual a PSOE". Aznar, como les digo, supo sacar tajada de aquel episodio negro de nuestra historia reciente. Tanto es así que su eslogan "Váyase señor González" le sirvió para conquistar La Moncloa. Una conquista, nada fácil, si tenemos en cuenta que Felipe; supo capotear la crisis económica del 92, y salir airoso en su sometimiento a una cuestión de confianza.
Hoy, a pesar del pesimismo de Casimiro, la democracia tiene mecanismos suficientes para derrotar al Pepé. Los tiene, queridísimos lectores, porque más allá de los instrumentos formales – moción de censura y anticipo de elecciones – existen otras herramientas para debilitar al Gobierno. Para ello, se necesita la colaboración de los medios. Medios como el de Abadillo – por poner un ejemplo – que atesoren las lecciones de antaño; las lecciones del fallecido Diario 16 y del "martilleo" constante de la COPE. Aparte de la presión mediática – alejada del pesimismo moral de Casimiro – se debería aprender del Pepé de los años aznarianos. Se debería, por tanto, reconstruir aquella ecuación que tanto le sirvió a la derecha. La nueva ecuación sería: "corrupción igual a Pepé". Y finalmente se debería reescribir la partitura y entonar hasta la saciedad el "Váyase señor Rajoy". Un "váyase" gritado, desde los escaños, con la misma fuerza y repercusión que en los tiempos felipistas.
Aparte de las lecciones del pasado, sería conveniente romper el silencio de las plazas. Una vez más, la España del 15-M debería resurgir de las cenizas para manifestar, una vez más, su descontento social contra el “establishment”. Un “establishment” manchado por el ácido de la corrupción y, a su vez, causante de la mala reputación del país en el escenario internacional. El llamamiento a declarar de Rajoy – PRESIDENTE del GOBIERNO -, la imputación de Pedro Antonio Sánchez – PRESIDENTE de la Región de Murcia -, la detención de Ignacio González – EX PRESIDENTE de la Comunidad de Madrid -, la dimisión de Esperanza Aguirre – EX PRESIDENTA de la Comunidad de Madrid – son motivos, más que suficientes, para que comparezca el Presidente del Gobierno ante el Congreso de los Diputados. Una comparecencia, urgente y necesaria, por razones de higiene democrática y ética histórica. No olvidemos que Felipe González también lo hizo en su día. Y no olvidemos que se sometió a una cuestión de confianza. Un mecanismo que no ha citado Casimiro y que sería, sin duda alguna, imprescindible para la estabilidad parlamentaria.