Lo que está pasando en España, me recuerda muchísimo a los tiempos de Galván. Jacinto – antiguo alumno de Tierno – me contó que militó en el Partido Socialista Popular (PSP), una organización liderada por su maestro durante la transición democrática. Tras la muerte de Franco volvieron a su nido las viejas golondrinas. De las tierras parisinas regresaron los socialistas históricos; aquellos exiliados más cercanos a la Hispania republicana que a la Monarquía Parlamentaria. Los históricos confluyeron con los socialistas renovados; jóvenes que no habían vivido la guerra civil y que comulgaban con las brisas del socialismo europeo. Un socialismo – el renovado – alejado de las tesis marxistas leninistas y cercano a la socialdemocracia alemana. Así las cosas, me cuenta Jacinto, en aquella España postfranquista concurrieron tres corrientes socialistas: el PSOE (H), el PSOE(R) y el PSP. Junto a ellas, se hallaba el Partido Comunista de los Trabajadores (PCT); agrupación presidida por Dolores Ibárruri – la pasionaria – y brazo político de Comisiones Obreras.
Alianza Popular (AP), la derecha de aquellos tiempos, fue un partido edificado por los peces gordos del franquismo, exministros del régimen que abogaban por los valores del caudillo dentro de los muros democráticos. Eran, en palabras de Jacinto, los "fachas de siempre"; gente con ideas retrógradas para una España rejuvenecida tras el desarrollismo de los sesenta. Así las cosas, el temor a un conservadurismo exacerbado – bajo el simbolismo de una democracia en pañales – impedía a la derecha convencer a quienes salían escarmentados de cuarenta años de rombos, Nodos y sotanas. Tanto es así que solo consiguieron el 8.34% de los votos en las primeras elecciones. Una herida democrática que fue cicatrizando con el paso de los años; conforme la vieja guardia del fraguismo dio paso a las nuevas generaciones, y la memoria histórica fue perdiendo nitidez en el ideario colectivo.
Con una izquierda fragmentada y una derecha retrógrada, el partido de Adolfo Suárez – UCD – se posicionó como la opción menos mala para una España debilitada por sus miedos y temores. Así las cosas, el centro se hizo con el cetro en dos elecciones consecutivas (1977 y 1979). En el año 1982, como saben, UCD pasó de 166 a 11 escaños. La desaparición del PSP – el partido de Galván – y la reconciliación entre socialistas históricos y renovadores hicieron que Felipe González – el joven de las patillas – ganase por aplastante mayoría. Desde aquel momento, me cuenta Jacinto, el PSOE gobernó España hasta que el Guerrismo; los casos de corrupción y la crisis de los noventa le pasaran factura tras cuatro legislaturas de gobierno, tres de ellas con mayorías absolutas. El centro, como pueden observar, dominó el escenario español en un periodo histórico donde los extremos eran sinónimo de miedo. Así las cosas, Alianza Popular representaba el temor al continuismo dictatorial, y el Partido de Santiago Carrillo recordaba las heridas republicanas. UCD – el centro – era el bálsamo adecuado para curar las heridas a un país inhibido.
Con los miedos superados, el pluralismo presente guarda – aún así – paralelismos con los tiempos de Galván. Si antes fue el miedo a la dictadura y la guerra civil, el que frenó el voto hacia fuerzas radicales. Ahora es el temor al retroceso económico y el éxodo de inversores, el que frena a los votantes hacia fuerzas populistas. Si antes hubo una izquierda dividida entre socialistas populares, históricos, renovados y comunistas de Carrillo. Ahora hay una izquierda fragmentada por socialistas, podemistas y seguidores de Garzón. Si antes la derecha se asoció con lo viejo; con lo retrógrado y el conservadurismo de los tiempos caudillistas. Ahora el cleavage electoral vuelve a replantearse en términos de "lo viejo" – la casta y sus corbatas – y "lo joven" – las rastas del hemiciclo -. Si antes fue UCD, la fuerza que buscó el consenso para una España polarizada por "los de dentro" – los seguidores del régimen – y "los de fuera" – los clandestinos y exiliados -. Ahora es Ciudadanos, el partido que pesca en las aguas residuales que habitan entre "los de arriba" y "los de abajo". Hoy – con los datos del CIS sobre la mesa – mientras Podemos pierde fuelle de cara a las próximas generales; PSOE y Ciudadanos escalan puestos en las intenciones colectivas; algo similar a lo que sucedió en los tiempos de Galván.
Juan García
/ 12 mayo, 2016Algunos sondeos posteriores al último barómetro del CIS (por ejemplo, los publicados por El País y La Sexta) indican exactamente lo contrario. PODEMOS muestra una tendencia al alza mientras el PSOE de Pedro Sánchez continúa hundiéndose en las preferencias del electorado. De todas maneras, aún es muy pronto para sacar conclusiones y no tenemos mediciones posteriores al acuerdo celebrado entre PODEMOS e IU y la decisión del PSOE de entregarle el Senado a la derecha en contra de lo que proponen los compañeros socialistas de Valencia, Aragón y Baleares.
FRANCISCO JOSE
/ 13 mayo, 2016TOTALMENTE DE ACUERDO CON JUAN GARCIA
Antonio Sánchez
/ 19 enero, 2020Me parece un artículo sin mucha consistencia. Aquellos tiempos se parecen a estos como un huevo a una castaña. El argumento no es que esté forzadísimo; es que no hay por donde cogerlo. Además, Jacinto se equivoca en detalles cruciales, por muy alumno de Tierno que fuera. AP no era sólo un partido «con ideas retrógradas para una España rejuvenecida tras el desarrollismo de los sesenta». El desarrollismo de los sesenta había sido precisamente un invento de los de AP, entre los que ya se incluía el grupo de los tecnólogos del Opus (los ingenieros, como López-Bravo, y los abogados, como López-Rodó).
Lo de la «reconciliación entre socialistas históricos y renovadores» es una mera añagaza para hacer creer que el PSOE actual tiene un extenso pasado histórico. Los de Suresnes fundan un partido nuevo que se distancia sideralmente del PSOE de Pablo Iglesias, aunque toman sus siglas, para aparentar rojerío.
Y de UCD y de Ciudadanos, pues qué quieres que te diga. Que de un partido que consigue liderar la Transición a otro que se agota en cuanto sale de su provincia (Barcelona), la diferencia es como para caerte de culo.