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Educación para la crítica (II)

Hace unas semanas publiqué un post, que analizaba nuestro modelo educativo y proponía una serie de mejoras. Mejoras encaminadas a crear ciudadanos libres, plurales e independientes; a través de una pedagogía basada en el desarrollo del espíritu crítico y la competencia investigadora. Tras su publicación, recibí varios correos de lectores; todos ellos maestros y profesores de enseñanza secundaria. Me sugería María, desde la Coruña, que escribiera una segunda parte de aquel artículo. Andrés, desde Madrid, me pidió que profundizara en la educación comparada y, por último – por no extenderme demasiado, Clara – una maestra jubilada – me sugirió que escribiera acerca de la educación en la República. Cumpliendo con la voluntad lectora, os dejo la segunda parte de "educación para la crítica".

Mientras el pluralismo marca la senda política del "tiempo nuevo" – anunciado por S.M. en el día de su investidura -, la España bipolar permanece inmóvil ante la nueva coyuntura. Este contraste entre bipolaridad y pluralismo es semejante a la discusión eclesiástica entre lo antiguo y lo moderno; entre la ciencia y lo religioso. Un debate, como digo, que converge en las aulas de Rajoy, a pesar de la aconfesionalidad del Estado y la multiculturalidad del ahora. La transnacionalidad – integración económica, comercio mundial y globalización digital – contrasta con los brotes nacionalistas catalanes y la educación local. Educación local entendida como un cúmulo de asignaturas independientes e inconexas con la perspectiva comparada. El credo americano – los valores individualistas del "tanto tienes, tanto vales" – contrastan con la batalla por un aprendizaje cooperativo desde los años de la LOGSE. Son precisamente, este cúmulo de contradicciones entre "lo de fuera" – el mundo que hay más allá de las aulas – y "lo de dentro" – las pizarras y tizas -, las que invitan al sociólogo a reflexionar sobre el asunto.

La esuela no debería convertirse en la nueva Iglesia del XXI. Una escuela que mira hacia otro lado, corre el riesgo de convertirse en una fábrica de productos medievales; productos inservibles para un mercado globalizado, digitalizado y cosmopolita como el nuestro. Para ello, para crear un modelo educativo acorde con los tiempos que corren, es necesario abrir el abanico e introducir algunos cambios en los mimbres actuales. Ante la presencia de aulas multiculturales – con alumnos de diferentes etnias y colores – es necesario introducir el conocimiento antropológico. La antropología es el instrumento adecuado para construir sociedades tolerantes con las diferencias culturales; sociedades permeables al mestizaje y al intercambio de maneras. Es importante que los jóvenes conozcan las formas de vida de sus compañeros de pupitre. Solamente así, con el conocimiento intercultural conseguiremos eliminar del ideario colectivo los prejuicios y otros sesgos perceptivos. La localidad de los aprendizajes – historia y literatura de España, por ejemplo – pierden su sentido en el Estado transnacional. Es urgente la perspectiva comparada en la enseñanza de las humanidades. La comparación entre coetáneos del pensamiento, acontecimientos históricos y noticias internacionales favorece la ruptura del aprendizaje local en favor de lo global.

El credo americano, o para que nos entendamos, el "tanto tienes, tanto vales" es muy complicado erradicarlo de las aulas occidentales. Lo es, queridísimos lectores, porque vivimos en una sociedad de consumo y aspiraciones materiales. Una sociedad de desigualdades, dividida por la brecha del dinero, y dirigida por políticas neoliberales. Así las cosas, resulta difícil enseñar en valores comunitarios cuando la mayoría de los mortales son escépticos al socialismo y otros sistemas similares. Para salvar este escollo, seria conveniente que los alumnos aprendieran los conceptos básicos del consumo responsable, la economía sostenible, las causas de la corrupción y los riesgos de vivir por encima de las posibilidades. Una educación, en definitiva, basada en la tolerancia a lo diverso, la transnacionalidad y la economía sostenible; serviría para amortiguar los efectos negativos del capitalismo y vencer al egoísmo.

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3 COMENTARIOS

  1. Es lógico que tu punto de vista parta desde la enseñanza, debido a tu profesión. Pero si desde las autoridades educativas no se pone en marcha una iniciativa para fomentar estos aspectos, como bien pedías en la primera parte de «Educación para la crítica».
    Deberíamos ser cada uno, con nuestro entorno, los que hiciéramos una batalla individual, pero con un objetivo general. Suena más una propuesta romántica que a otra cosa, pero si a los niños desde pequeños, se les educa dándoles una razón y no con ordeno y mando, por ejemplo, sería el primer paso que sentara las bases de un futuro algo mejor.

    Radimov, desde http://sundgrenyradimov.blogspot.com.es/

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  2. Carmen

     /  14 mayo, 2019

    Dificil hacer cambiar el modelo educativo, lo único que se hace es poner parches, pero no hay un cambio profundo de acuerdo con los tiempos. La educación tendría que ser una cuestión de estado, crear un modelo con todo el mundo de acuerdo y que no se mueva en años.
    Un saludo

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  3. Me parece curioso que las soluciones «críticas» sean meramente ideológicas. Transnacionalidad, diversidad, sostenibilidad… Es muy curioso que un sociólogo se ponga a pensar sobre «educación» y lo que le salga sea el predicador que lleva dentro. Ya nos ha pasado con el siniestro Fernández Enguita o con el canalla de Wert, ambos sociólogos. La enseñanza actual se encuentra sobre todo lastrada por problemas estructurales que arrastramos desde la LOGSE: una enseñanza primaria insuficiente y ñoña, que no se responsabiliza de su tarea; una secundaria larga y superficial, que no busca la madurez del alumno si no su simple estabulación obligatoria; un bachillerato ridículo, de risa; una FP inexistente como plan de estudios, que ni siquiera llega al mínimo nivel de enseñanza profesional, sino al de cursillo para el empleo. Con esto, en este desierto, lo de la transnacionalidad o lo de la antropología diversa suenan a chiste. Suenan a haberse fumado un porro.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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