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El efecto Begoña

Esta mañana, mientras tomaba café en El Capri, he recibido un mensaje de Gabriel, un periodista afincado en Francia. Me preguntaba por "el efecto Begoña". Me decía si la carta de Sánchez respondía a estrategia o hartazgo. Si fuera por estrategia, le decía a Gabriel, el presidente saldría favorecido. La carta insufla una bocanada de aire fresco a sus índices de popularidad. Su nombre se coloca en la palestra nacional e internacional en detrimento de otros como Feijóo o Puigdemont, por ejemplo. La carta abre el melón de los bulos, las fake news y el periodismo de la sospecha. Abre el debate sobre periodismo, propaganda y activismo mediático. La carta, a su vez, refresca el caso Ayuso. Abre la analogía entre casos paralelos pero con matices de calado. Abre el debate, como les digo, sobre la responsabilidad de los políticos por los asuntos de sus parejas. Estamos, como le decía a Gabriel, ante una "americanización" de la política española.

Otro efecto de la carta es, sin duda alguna, la polarización entre sanchistas y antisanchistas. Volvemos a las dos Españas de antaño. Una polarización que destruye el multipartidismo y reconstruye el bipartidismo. La carta cose las grietas tanto de la izquierda como de la derecha. Volvemos a la Hispania felipista. La Hispania del turnismo y del crepúsculo de Vox y Podemos. La carta humaniza la figura de Sánchez. Frente a esa imagen de político de hierro, resistente y camaleónico. Frente a ese retrato, se esconde el reflejo de un hombre casado, enamorado y con un corazón frágil ante los ataques a su esposa. Estamos ante una persona, de carne y hueso, que sufre por el sufrimiento de los otros. Un ser empático y comprensivo con el dolor ajeno. Una víctima de un modelo periodístico que juega en un tablero de rayos y centellas. Esa víctima suscita la división entre sus amantes y detractores. Y en esa división arde el fuego de la movilización política. Ahí es donde se fragua el voto emocional. Un voto que, lejos de la reflexión sobre datos macroeconómicos, mueve sus timbales a través de sus latidos. De ahí surge la indignación contra el político débil. Un político que se fortalece con la aclamación de las masas.

La carta de Sánchez eleva su liderazgo. Tras la carta, el liderazgo del presidente cobra vida ante el desgaste de su figura. Ahora, Pedro se convierte en el tótem de su partido. Ahora, los líderes de la oposición son vistos como sujetos pasivos que esperan la leña del árbol caído. La manifestación de Ferraz ha movilizado más gente que la manifestación contra la amnistía. La carta ha servido de "cuestión de confianza". La carta ha sido el sello de amor entre el pueblo y su líder. Una carta que pide clemencia en medio de la selva. Si Sánchez dimitiera, la movilización socialista en unas hipotéticas elecciones sería histórica. La indignación junto al miedo y el populismo son las tres patas que más movilizan el día de unas urnas. Estaríamos, como les digo, ante un auge del voto emocional socialista. El miedo a la derecha, ante la crisis de liderazgo en el PSOE, supondría montones de papeletas procedentes de los socios del Gobierno. Feijóo, sin el sanchismo en la diana, se convertiría en un líder sin discurso, o dicho más claro, en un cazador sin su presa. Atentos.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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