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De mujeres y talento

Mientras limpiaba mis penas con las burbujas de la Coca Cola, llegó al Capri una señora trajeada con una bolsa en la mano. Pidió un carajillo y, mientras se lo bebía, se puso a leer el periódico de la barra. Por su acento supe que no era de la zona; pronunciaba muy bien las eses, cosa muy rara en la gente de mi pueblo. Me preguntó cómo ir a Torrevieja y, ni corto ni perezoso, le dibujé en una servilleta el itinerario más idóneo. Rompimos el hielo, y hablamos durante más de una hora sobre Cataluña y otros temas del candelero. Me dijo que iba a Torrevieja a presentar su libro; un libro sobre el paso del tiempo, las rupturas familiares y la ausencia de los hijos. Tras leer la contraportada supe que se trataba de una obra autoeditada. Tras arriesgar cuatro mil euros de sus ahorros, por fin había cumplido su sueño. Por fin, como dirían algunos, esta señora había escrito un libro. Ahora solo le faltaba plantar un árbol y montar en globo.

Le conté que mi experiencia con El Pensamiento Atrapado – un ensayo que publiqué hace cuatro años – no fue un camino de rosas. Le dije que nunca lo presenté, a pesar de haber apostado una editorial por mí. Actualmente no sé los ejemplares que se vendieron, ni siquiera tengo la curiosidad por saberlo. Y no la tengo porque ser escritor es algo más que vender libros. Si quisiera vender libros hubiese escrito una obra distinta; una novela o un texto independiente de partidos, ideologías y demás temas comprometidos. Por curiosidad, le pregunté si estaba contento con sus ventas; me dijo que no. Desde que publicó el libro, hace tres meses, solo había vendido veinte ejemplares; de los cuales, la mayoría había sido para familiares y conocidos. Le dije que en este país, sin padrino es muy difícil que te bauticen. Y es muy difícil porque el talento por sí mismo no es condición suficiente para sobrevivir en el mercado. Le conté que el año pasado, un editor rechazo mi propuesta porque, según él, el público objetivo de la misma era tan pequeño que no interesaba editarla.

Tras llegar a casa, me perdí por los laberintos de Twitter. Necesitaba, por un instante, desperdiciar unos minutos de mi vida en lecturas improductivas. Mientras lo hacía, leí la declaración que hacía María Jesús Botella, cuñada de José María Aznar y concejal del Pepé en el Ayuntamiento de Córdoba. Según esta señora, la brecha salarial es debido a la "falta de formación" de las mujeres. Esta declaración fue realizada, en sesión plenaria, con ocasión del debate en torno al apoyo, o no, de la huelga feminista que tendrá lugar el próximo ocho de marzo. Dicha moción fue rechazada por la derecha y aprobada gracias a los votos de IU, Ganemos y PSOE. Según la hermana de Botella: "Lo que genera la brecha salarial es la falta de preparación (de las mujeres), la falta de formación, para acceder a un puesto de trabajo". Tales declaraciones, como saben, no se corresponden con los datos mostrados por el Instituto Nacional de Estadística y otros organismos similares. Así las cosas, y dicho en palabras llanas, es por culpa de ellas – por no estudiar lo suficiente – la razón que justifica la inferioridad de la mujer en el mercado laboral.

Las declaraciones de esta señora, me recuerdan a miles de mujeres que cada día luchan, a través de su esfuerzo, por demostrar lo que valen en el patriarcado del mercado. Mujeres – como la señora del Capri – que estudian y escriben para romper el estereotipo social de la "inferioridad femenina". Parece mentira que en pleno siglo XXI, una concejala de "renombre" haga demagogia con la formación de las mujeres. Resulta inadmisible, como les digo, que la inmoralidad de nuestros políticos llegue hasta niveles tan ridículos. Una inmoralidad basada en el poder del argumento de autoridad y su difusión, en muchos casos, por una prensa cómplice de la postverdad. Por tales motivos, algunos políticos deberían dimitir – aunque sea una utopía – tan solo por mentir. Estamos cada día más cerca del libertinaje democrático, un libertinaje basado en la falta de respeto a las leyes, en la tergiversación de los datos y en lanzar cortinas de humo a la opinión pública. Estamos ante una clase política decadente y atrevida, que utiliza las enseñanzas de Maquiavelo para pescar en mares revueltos.

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3 COMENTARIOS

  1. Muy interesante …

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  2. Solo una puntualización, no se debiera meter en el mismo saco a tod@s l@s politic@s. Ni se debiera clasificarla como clase política.

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  3. Joselu Chibus

     /  5 abril, 2019

    Es evidente que las «mujeres de derechas» en estos tiempos están un «pelín» descolocadas. Aún se puede recordar el debate en el Partido Socialista si permitir el voto femenino o no permitirlo. El que lo permitía pensó que la mayoría de las mujeres les votarían y el que no lo permitía ´-eso de dar nombres es lo de menos en este caso- dijo que si votaban las mujeres perderían los socialistas ya que la mayoría de ellas votarían «por mandato» de su marido o del cura…desgraciadamente en aquellos tiempos…acertó este último.

    Pero ahora, probablemente, habrá un desquite. Las mujeres ya no necesitan que los hombres les autoricen eso de votar, lo harán con fuerzas, con ganas. Son independientes de sus maridos, parejas y ya no digamos de los curas inmersos en sus propia represión del sexo y otros avatares…

    Pero fiarse es tanto como volver a dar por sentado lo que no son las mujeres…ahora el sexo ya no importa tanto como el conocimiento y ellos «pierden la cabeza tras una pelota» y ellas leen mucho, debaten, participan…en fin…interesantes argumentos para pasar la tarde del Viernes en casa…ya que fuera, el invierno que no hubo…ha vuelto y con mucha crudeza.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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