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De marxismo y actualidad

Aunque el comunismo fracasó y el marxismo se haya convertido en una ideología residual en las democracias occidentales, lo cierto y verdad es que El Capital – la obra de Marx – sigue vigente en la actualidad. Sigue vigente, como les digo, porque vivimos en una sociedad de clases con alma estamental. Una sociedad estancada por la comodidad del Estado del Bienestar, la decadencia del poder sindical y la transformación de las relaciones laborales. En días como hoy, el movimiento obrero está muerto. Y lo está, queridísimos lectores, por la cultura individualista de la postmodernidad. En días como hoy, las luces que se vislumbran al final del túnel – los brotes verdes, como diría Zapatero – son las ráfagas de la postverdad; un cúmulo de datos estadísticos que esconden la involución de la clase media. Una clase que sueña con el credo americano, y mira al futuro con ojos africanos.

Decía Gramsci – filósofo marxista – que la transformación del capitalismo era una cuestión de la intelectualidad. Los intelectuales – y no las manos marrones del capital – debían vehicular el cambio social desde el consentimiento. Un marxismo blando, en palabras del crítico, que olvidara el historicismo y las brisas revolucionarias. En días como hoy, Gramsci se equivocó. Se equivocó – queridísimos lectores – porque el economicismo es la turbina que mueve la lógica social. El dinero mueve la industria de la cultura y determina, de alguna manera, el pensamiento de las élites. Los intelectuales, salvo casos contados, sirven al dinero. Y lo sirven, por mucho que cueste afirmarlo, porque sus nóminas están sujetas a líneas editoriales; líneas que a su vez dan cuenta al poder empresarial. Así las cosas, el intelectual es un alienado más del capital, un trabajador del ejército de reserva que escribe para contentar al opresor. El miedo explica la cultura de la falsedad, una cultura que hace visible los intereses del capital.

España ya no es aquel país analfabeto de los tiempos franquistas. Hoy, España sabe leer;  es un país informado con bajos índices de analfabetismo. Un país, claro que sí, que puede, y debe, reinventarse sin la dependencia de las élites. No hace falta un cambio desde arriba, como dirían Gramsci o Gasset. Hace falta que los españoles dejen atrás sus complejos históricos y que, de una vez por todas, recuperen la autoestima. Una autoestima necesaria para ganar el respeto internacional, más allá del clima, los toros y el jamón. Hace falta más. Más indignación salarial, más cabreo institucional, más exigencia a los de arriba y, más asociacionismo civil. Es importante, por responsabilidad futura, que se rompa el velo de la postverdad. Para ello es necesario: más filosofía en las aulas, más contraste de lecturas periodísticas, y más diálogo social con quienes piensan diferente. Es urgente que el pueblo hable, que manifieste lo que sabe. Un pueblo callado, es un pueblo vacío de cara a los párrafos de su historia.

Según el Informe Evolución Salarial 2007-2017, elaborado por la escuela de negocios EADA, los salarios siguen estancados pese al crecimiento económico de los últimos tres años. Este dato corrobora lo denunciado en los párrafos anteriores. La brecha entre los de arriba y los de abajo es cada más grande. Y lo es, queridísimos lectores, por el desmantelamiento del Estado del Bienestar, y la herencia que nos ha dejado la derecha tras cuatro años de mayoría absoluta. Es necesario, por el bien de la economía, que los salarios suban. Que suban – como diría Henry Ford – para que los trabajadores muevan la maquinaria del consumo. Y que suban – en palabras del experto – para que aumente la productividad. Con salarios bajos, España se convierte en un país menos consumista, productivo y motivado. Por ello, por cuestión de higiene económica, se debería cambiar la política salarial. Es necesario que Gobierno, sindicatos y empresarios hagan una nueva reforma laboral. Una reforma postcrisis que otorgue al trabajador la divinidad que se merece.

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4 COMENTARIOS

  1. Ciertamente bueno …

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  2. Leopoldo Peña

     /  17 enero, 2018

    Bueno el análisis, que quedé con ganas de seguir leyendo

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  3. Jordi Cabezas Salmeron

     /  17 enero, 2018

    de acuerdo amigo

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  4. Javier Fuset

     /  3 abril, 2020

    ¿España el país menos consumista? Eso sería una buena noticia, pero no sé si es un dato contrastado. No hay salida. el capitalismo lleva en sí la inercia del crecimiento y el crecimiento lleva a la crisis climática, la concentración empresarial y por lo tanto la desigualdad. Estamos ante una crisis de civilización, pero una crisis que no sabemos cómo se va a resolver. Lo normal es que busquemos la vuelta a la normalidad del consumismo. Pero si se instalan oleadas de pandemias, entraremos en otra percepción de la condición humana, y no sabemos qué surgirá de ahí, yo al menos no lo sé. Si la tecnología y su ingenio se agudiza, como dice la historia de las guerras, será para una oleada autpritaria donde se nos controlará por móvil y otros mecanismos el que no seamos peligrosos para los demás. En medio de la tragedia es difícil pensar con claridad.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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