Hoy, mientras visionaba noticias sobre Rajoy y su declaración como testigo por el caso Gürtel, me ha venido a la mente: "no nos representan", una frase que leí hace años en una vieja estación de tren. Aquella frase escrita con spray me impresionó porque conectaba con mi pensamiento. Desde que era niño, y de ello ha llovido bastante, siempre he creído que los políticos, no todos pero sí la mayoría, velan por sus intereses. Velan tanto por su bienestar que se olvidan de nosotros, los votantes. A veces llegan a manchar sus manos en el fango de la tentación; a manchar, como les digo, su honestidad con el ácido de la corrupción. Una corrupción que infecta las instituciones y debilita la confianza ciudadana. Corrupción que nos persigue desde los tiempos olvidados. Y, corrupción – maldita sea la redundancia – que incendia las redes con la llama de la indignación.
Decía Platón que los políticos debían ser filósofos. Platón fue, por si no los saben, el que puso la primera piedra de las "teorías" del elitismo. Los elitistas defienden que entre el pueblo – la masa como diría Gasset – y el poder debe haber distancia. Una distancia marcada por las piedras de la educación y el entendimiento. Esa distancia crea una barrera entre "los de abajo" y "los de arriba". Distancia que a su vez edifica la idealización de los gobernantes. Las redes sociales y el aumento de la educación de altos espectros de la sociedad han estrechado las orillas. Hoy, los políticos ya no son vistos como señores "sabelotodo" sino como gente que está ahí para "servir a los demás". Ese "servir a los demás" cada día que pasa está más cuestionado. Lo está, estimados lectores, porque los tribunales se han convertido en la segunda casa de la política. Ya no es noticia ver a políticos entrando y saliendo de palacios de justicia. Y ya no es noticia porque las imputaciones son tan comunes, que han perdido la extraordinariedad de los tiempos de Suárez.
Hoy, como decía aquel graffiti del párrafo primero, los políticos no nos representan. No nos representan, y ello me molesta, porque los programas electorales se han convertido en papel mojado; las promesas incumplidas en el pan de cada día y, la expresión de la voluntad general – como diría Rousseau si levantara la cabeza- en pura utopía. Así las cosas, el acto de votar se ha convertido en una acción vacía para sostener, la verdad sea dicha, a quienes viven como príncipes en una isla de plebeyos. Estamos, como diría un economista, ante la generación más preparada de la historia. Una generación de jóvenes formados y capaces de sustituir a la élite que nos sonroja. Por ello mismo, "los de arriba" han perdido el valor que tenían en los tiempos de Gasset. El hemiciclo debería ser el retrato sociológico de la aritmética social. El ciudadano actual no se refleja cuando se mira en el espejo del resultado electoral. No se refleja, queridísimos lectores, porque los diputados son anónimos para la mayoría, porque los ministros – casi todos – no han pasado por las calderas de los barcos que pilotan.
La declaración de Rajoy como testigo pone en evidencia la crítica que planteo. Hoy, don Mariano Rajoy ha sido algo más que el presidente de todos los españoles. Aparte de su condición de inquilino de La Moncloa, el presidente del Gobierno se ha convertido en un político que habla sobre las supuestas corruptelas de su partido. Un represente, valga el término, de las cloacas del poder. Por mucho que haya tirado balones fuera; por mucho que haya negado la mayor, lo cierto y verdad, es que no es estético para los mentidores internacionales que el Primer Ministro de un país comparezca como testigo. Los políticos deberían ser representantes de la honradez. Honradez, como les digo, necesaria para gestionar las arcas públicas sin caer en la tentación de la codicia, y la ostentación material. Políticos honrados – aunque preparados y formados al estilo de Platón – para que la ciudadanía recupere, de una vez por todas, la ilusión por la política. Una ilusión necesaria para que la democracia sea un motivo de alegría.
Mark de Zabaleta
/ 3 agosto, 2017Interesante reflexión …