Desde hace más de una semana no actualizaba el blog. No lo hacía, queridísimos lectores, porque necesitaba parar el reloj de la pelea. Necesitaba, como les digo, aislarme del mundanal ruido y meditar, por un instante, sobre el contorno de la figura. Así las cosas, durante este tiempo he meditado acerca de la función del Rincón en el mercado de la lectura. Un mercado, como saben, en decadencia ante el caos que supone la era de las redes sociales. Desde que inicié esta andadura, por los desiertos de la crítica, he conocido de cerca los barrotes de la censura. Tanto es así que hace casi un año decidí andar por libre. Decidí, como les digo, andar por libre que viajar en un vagón azotado por las brisas del precariado. Desde que camino solo, por las calles del vertedero, he percibido el mismo olor que sienten los perros cuando huelen a cadáver.
El otro día terminé de leer "Anarquía, Estado y utopía" de Robert Nozick. Nozick, por si no lo saben, fue un profesor de la universidad de Harvard. Fue un representante del liberalismo radical – más conocido como libertariano -. Me interesó su obra porque necesitaba indagar sobre las bases filosóficas del Thatcherismo. Nozick fue un crítico exacerbado del Estado. Tanto es así que puso a parir a Rawls por su defensa del Estado del Bienestar. A día de hoy, el pensamiento de este liberal sigue patente en algunos rasgos del merkelismo y, probablemente, en los Estados Unidos de Trump. A diferencia de sus coetáneos, Nozick ni siquiera creía en la función de seguridad del Estado. Para él, la seguridad de un país se debía llevar a cabo mediante asociaciones privadas. El Estado mínimo fue el principal argumento que abanderó el pensamiento de este radical. Un pensamiento ajeno – eso sí – a mi inclinación socialdemócrata.
Según Nozick, la conciencia social de la pobreza debería sustituir al Estado Social. Dicho más claro, el "colchón familiar", como diríamos hoy, sería suficiente para evitar la carga impositiva que supone el sostenimiento del Estado del Bienestar. Si fallara el amor al prójimo y la solidaridad social, el miedo y el temor a los disturbios sería la turbina que moviera la ayuda de los ricos a los pobres. Sin ir más lejos, en la Hispania de Rajoy se ha cumplido, en parte, la teoría de Nozick. Se ha cumplido, como les digo, porque gracias a la institución familiar, el desmantelamiento del Bienestar no ha repercutido en una visibilidad de la pobreza como ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos. País donde, en tiempos de presidencias republicanas, la mendicidad aumenta por las grandes avenidas. Es precisamente, el dilema entre Estado y mercado el que marca el debate acalorado entre demócratas y republicanos.
En España, como saben, el "marianismo" ha seguido – aunque de forma descalza – los pasos del aznarismo. Los recortes en "tizas" y "ambulancias" han dejado un paisaje desolador para los proletarios de Marx. Aún así, los más damnificados no han tomado conciencia de clase. No ha habido manifestaciones de jubilados en las calles de Madrid, pidiendo a gritos frenos al copago y la subida de sus pensiones. No ha habido – y perdonen por la redundancia – el grito al unísono de cientos de sectores afectados por la violación de sus derechos de clase. Y no lo ha habido, queridísimos lectores, porque estamos impregnados del credo americano. Un credo marcado por el "tanto tienes, tanto vales"; el "sálvese quien pueda" y el desprestigio social de la izquierda. Aún así, a pesar de estar cada día más cerca de que se cumplan las ocurrencias de Nozick, la gente sigue atornillada al sillón de la derecha. Una derecha que gana, una y otra vez, las elecciones generales; a pesar del discurso contrario que se vierte en las barras de los bares.
Francisco Martinez
/ 18 julio, 2017Apreciado Abel, vaya por delante que aunque no siempre coincido con tus ideas, es un auténtico gusto leer tus artículos, mayormente por su independencia frente a partidos o ideologías, incluso aunque, como bien te defines tú mismo, seas un socialdemócrata.
Quería sólo puntualizar que manifestaciiones ha habido durante estos años, y miles. Pero el problema, como tu destacas, es que toda esa manifestación de descontento ni ha partdo, ni ha desembocado en un sentimiento de clase. Esa es la razón por la cual, en mi opinión, todo ese descontento y movimiento social ha sido desoido por los gobernantes, y finalmente, desmoralizado por un lado e ilusionado por otro (Podemos), ha ido muriendo progresivamente. Siento no poder ser más optimista. Y el panorama politico desde luego, no ayuda.
Un abrazo
Esteban M.
/ 14 noviembre, 2017Es evidente que vivimos en un mundo donde el despropósito de la derecha, el delirio del neoliberalismo radical se entiende como viable, casi irrebatible, mientras que las políticas de la izquierda se venden, interesadamente, como utopías malsanas….
nomecreocasinada
/ 15 enero, 2019Veo que el artículo es del 2017,por eso la falta de referencia a las movilizaciones de los pensionistas que han tenido lugar a lo largo del 2018. De todas formas coincido en que somos unos «desmovilizados», aunque para mí elintento de movilización estructural fue el 15M y ya vimos cómo acabó: absorbido en forma de partido que entró en elj uego sitémico.
Es curioso que a los teórico del liberalismo más radical (el que tú meniconas, Hayek,…) no se apercibieran de que en el fondo el poder que deja de estar centrado en el Estado pasa inexorablemente a manos de otro, en este caso de monstruo económico que es el criterio que se impone a ese Estado mínimo que en forma de sirena acaba siendo tremendamente máximo (porlas estrategias urdidas para manipular,..)
Gracias, y aunque veo que es de hace año y algo el artículo,no dejes de escribir,..