Esta mañana, me ha contado María, que su amiga Gabriela había roto las fotografías de su boda. Las había roto, porque no soportaba ver, cómo el hombre que la besaba, con tanta pasión y dulzura. Años más tarde, se hubiese convertido en el verdugo de su vida. Después de una década de matrimonio, Gabriela y José se han separado. Se han separado porque no echaron suficientes troncos a la lumbre en las frías noches de enero. "Recuerdo – en palabras de María – que al principio de la relación, mi amiga estaba tan enamorada de su marido, que se creía todas sus mentiras". No olvidemos – me decía – que Gabriela, durante cuatro años, no quería saber nada de hombres. Antes de esta relación, estuvo casada cinco años. Felizmente casada, hasta que descubrió que su ex – el mismo que le regalaba bombones de Mercadona, el día de Nochebuena – se acostaba con Andrea, una compañera de oficina. Una hostia en toda regla, para odiar, durante una larga temporada, al mejor de los galanes.
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Lord Future
/ 1 mayo, 2015El matrimonio en considerado por muchos como una meta, cuando debería ser el comienzo de una vida llena de dificultades y recordar la unión. Actualmente es difícil encontrar historias de matrimonios de éxitos, la rutina acaba con la ilusión
Mark de Zabaleta
/ 6 mayo, 2015Ya se sabe…»el fin justifica los medios»….
Saludos
Pilar Martinez
/ 4 febrero, 2019Y el problema, al menos , no paso de ser un adulterio lo malo es cuando te crees que ese amor es un » psicopata