Todos los martes, en el bar de Andrés, desayunan los hijos de José y el yerno de Inés. Es raro el día que, entre carajillos y tostadas, no se hable de Rajoy. Hoy, para no ir más lejos, el “derecho a decidir” y el plantón de Chacón han sido los temas que han liderado el sabor amargo del café. Dos gallos en un mismo corral – decía “el barrigas” de Tomás – terminan peor que un matrimonio al borde de la separación. Mientras “los sociatas” no arreglen las grietas de sus muros, no podrán desahuciar al “barbas” de la Moncloa.
Quién le iba a decir a la estirpe de Montoro que un troyano se halla inmerso en el seno de su partido. Desde que Pedro J. publicó las vergüenzas del PP – afirmaba “el patillas” de Aurelio – la derecha de este país ha escrito su lápida en los estercoleros del poder. Al final, el partido del actor – se refiere a Cantó – y la casa de los pobres – se refiere al partido de Lara – serán quienes tendrán las llaves de nuestra Italia particular. Gracias a la corrupción de los genoveses y los pétalos marchitados de la rosa, el pluralismo político vence, de una vez por todas, al bipartidismo retrógrado de los tiempos de Castillo. Mientras la tertulia avanzaba, el tema de Urdangarín asomaba sus pies por los recovecos del café. El duque empalmado – decía “el barrigas”, mientras levantaba la Vichy – ha quitado bien las pulgas a la familia de su mujer.
Según él: “la infanta Elena solo figuraba en Nóos de forma simbólica para formalizar los trámites de la sociedad. Era – cito textual – un nombramiento sin más”. Un “nombramiento sin más” que le sirvió a “la vergüenza de Palma” para sacar tajada por ser el “yerno de” y el “marido de”. Sin esa tarjeta de presentación, otro gallo hubiera cantado al bronce del noventa y seis.
En los tiempos de República – exclamó Antonio, mientras se desprendía de El País – la izquierda abolió el lastre de la monarquía. Hoy, ésos que sacan pecho de “socialistas” en platós de televisión – en referencia a María Antonia Iglesias y Bono – se confiesan, sin decoro: católicos, monárquicos y centristas. Si Azaña levantara la cabeza y viese por sus ojos la desideologización de los rojos, sentiría vergüenza ajena por el matrimonio antinatura entre la iglesia y el progreso. Se le pondrían los pelos de punta al ser testimonio de las zancadillas de algunos hacia sus compañeros de partido.
Mientras los hijos de José terminaban las últimas gotas del café, la noticia del paro registrado encendía la indignación en el bar de Lavapiés. La sangría de febrero ponía la guinda a las mentiras de Rajoy. En la LG de Andrés, la cola multicolor inunda de ira a los tertulianos del rincón. El testimonio de Jacinto, un padre desempleado de Aranjuez, pone la cara y la voz a los miles de nuevos inquilinos adscritos al INEM. Mientras tanto, los días de marzo pasan desapercibidos en el bar de Andrés. Para los parados como yo, decía esta mañana “el barrigas” de Tomás, los días son todos del mismo color.