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La Revolución Artificial

Desde hace unos días, Concepción Cascajosa – militante socialista – ha sido nombrada presidenta interina de RTVE. Un nombramiento polémico por el tinte político que se asocia a su figura. Un tinte, que según sus detractores, pone en riesgo la objetividad informativa. Una vez más estamos ante un razonamiento fácil de bombardear. Y lo estamos, queridísimos amigos, porque, salvo que el ente público lo dirija un robot, cualquier periodista tiene – como ser humano – una opinión ideologizada de la verdad. Ello es compatible con su deontología profesional. Una ética, como les digo, que se debe basar en el secreto de las fuentes, el contraste de las mismas  y en un uso del lenguaje periodístico, alejado de connotaciones subjetivas. Dicho esto, antes de prejuzgar, deberíamos analizar con qué credenciales cuenta Concepción para el desempeño competente de su cargo. Con ocasión de esta noticia, desde la crítica reflexionamos sobre los retos del periodismo en la era de la Inteligencia Artificial.

Hace tiempo, un amigo – científico de profesión – me decía que el programa nunca superará al programador. Aún así, no estoy de acuerdo con él. Y no lo estoy porque, si seguimos el razonamiento empirismo e inductivo, los seres nacen con página – o mente – en blanco. Una página que se cumplimenta mediante datos, que entran por los sentidos, se decodifican por el entendimiento y son, finalmente, almacenados en la memoria. En los seres artificiales, la información hace el mismo recorrido. Los datos entran en la computadora, son decodificados por un lenguaje informático y pasan a la memoria. La producción de información – en ambos casos – no es otra cosa que la recombinación de datos. Así las cosas, a mayor capacidad de almacenamiento, mayor probabilidad de elaborar relatos, establecer conexiones y sacar conclusiones. Si nos damos cuenta, un periodista hace algo semejante. Busca datos – extraordinarios y relevantes – que contrasta con diferentes fuentes y que, finalmente – por medio de conexiones -, elabora en forma de noticias. Esta operación puramente informativa y, sin opinión mediante, la puede elaborar igual o mejor una máquina.

Esta conclusión – de "la puede elaborar una máquina", se ha repetido a lo largo de la historia. Se la preguntaron los ingleses, alemanes y españoles – entre otros – en sus respetivos procesos de industrialización. Y tal pregunta trajo consigo revueltas sociales – como el ludismo – que pusieron en la diana el perjuicio de las máquinas en el seno de sus vidas. Así las cosas, la dialéctica entre "mano y máquina" han estado presentes. Lo estuvo con la intensificación de los cultivos y la deriva de Malthus. Y lo estuvo con el apogeo de los cajeros automáticos. La Inteligencia Artificial ha venido para quedarse. Y esa introducción en nuestras vidas se convierte en los pañales de una nueva revolución, la Revolución Artificial. Una revolución que amenaza seriamente al sector de la comunicación audiovisual y a la industria de la cultura. Estamos ante la muerte del autor de carne y hueso. Llegarán los libros escritos por máquinas. Máquinas cuyos algoritmos harán mezclas ingeniosas, que irán más allá del ingenio humano. Mezclaran cientos de obras de autores de renombres y saldrán a la luz nuevos estilos literarios artificiales. Los telediarios serán presentados por avatares y los podcast responderán a voces industriales. Atentos.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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