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Cataluña en la encrucijada

Leo en "La España crispada", artículo de Francisco Marhuenda para La Razón, que "es un desastre que se hayan volado todos los puentes entre el PP y el PSOE". Y lo leo a colación de una reflexión sobre el panorama político actual. Un panorama, como saben, afectado por las reciente "desjudicialización" del "procés", por parte de Sánchez, y la vuelta a los tiempos del referéndum. Tiempos donde la cuestión catalana abarcaba casi todo el espectro informativo de este país. Hoy, varios años después, de aquellos lodos, el Gobierno reabre la Caja de Pandora. Desde la crítica debemos reflexionar sobre este asunto. Nuestra estructura territorial responde a un Estado de las Autonomía. Responde a un híbrido entre una composición federal y unionista. Ni somos un Estado federal, como lo es Estados Unidos, ni tampoco uno centrista, como lo es Francia. España, como la mayoría de países, responde a una amalgama de identidades geopolíticas que se remonta a sus orígenes históricos.

La cuestión territorial, junto con la eclesiástica y la monárquica, ponen en evidencia lo que la verdad esconde. Y lo que la verdad esconde no es otra cosa que una crispación real entre los ejes opuestos que existen ante tales cuestiones. El nacionalismo, como cualquier ideología política, se debe ubicar en un espectro gradual. Dentro de ese espectro hay "negros", "blancos" y "grises". Hay gente que se siente catalana y para nada española. Los hay que se sienten de ambos bandos y los hay, y disculpen por la redundancia, que ni fu ni fa. Dentro de tales sentimientos, de pertenencia geográfica, subyacen actitudes que van desde la tolerancia identitaria hasta posiciones xenófobas que crispan la paz social e invitan a la cruzada. Es, en esa posición etnocéntrica, donde emerge el activismo y la presión contra el centralismo. Una presión que pone en jaque las relaciones entre el centro – Madrid – y la periferia – Barcelona -.  Y en esa presión, los barcos colisionan contra una iceberg que protege la unión por encima de las diferencias.

Llegados a este punto, ¿qué hace el Gobierno ante este desaguisado? Existen dos caminos posibles. El primero, "el constitucional", defendido por el PP y las posiciones unionistas. Este camino no es otro que la defensa, a rajatabla, de la Carta Magna. El segundo, "el político", defendido por el PSOE y las posiciones federalistas. Un camino basado en el diálogo y en la introducción de relataores que intermedien en la contienda dentro del marco constitucional. Ambas vías no resuelven el problema. El primer camino alimenta odios intestinos ante la frustración que supone "querer y no poder". El segundo, cambiaría las reglas de juego. Pasaríamos de un juego de "suma cero" a otro de "ganancias o pérdidas recíprocas". Aún así, Cataluña seguiría siendo española aunque con agravios comparativos con el resto del territorio. La tercera vía, radical donde las allá, sería un referéndum que pasaría por una reforma constitucional. Una reforma rígida que se convierte en utopía democrática. Y una reforma, que sin ella, Cataluña se convierte en una encrucijada entre partidos, familiares y vecinos. Un encrucijada que provoca efectos colaterales, oportunismos políticos y odios, ¿infundados?

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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