El otro día, mientras limpiaba el trastero, llegó a mis manos una foto de mi infancia. La foto estaba tomada en "el cura", una mítica playa de Torrevieja. Mientras contemplaba la imagen, me venían a la mente decenas de recuerdos con mis primos jugando a la pelota. Recuerdos como aquellas neveras con refrescos, agua y bocadillos de mortadela. Al calor de la sombrilla, mis padres y mis tíos hablaban de sus cosas. Corrían los años ochenta. Eran años del Naranjito, de la España de Felipe y del "Un, dos, tres… responda otra vez" los viernes por la noche. Pasábamos largas horas en la playa. Tantas que salíamos con los dedos arrugados y la espalda roja como si fuéramos salmonetes. Las avionetas arrojaban artículos publicitarios a los bañitas de la orilla. Una orilla repleta de castillos de arena y de niños jugando con sus palas y rastrillos. Recuerdo que encima de las toallas había libros de bolsillo. Libros abiertos que aguardaban a sus lectores mientros estos se bañaban.
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