Hace cinco años, en los pergaminos de este blog, publicaba "Tiempos de Macron", un artículo que reflexionaba sobre las pasadas elecciones francesas. Decía que Emmanuel representaba a "una derecha 'descafeinada', pero al fin y al cabo derecha de toda la vida. Una ideología, como saben, defensora del libre mercado, los recortes sociales y las sanciones. Una ideología, y disculpen la redundancia, que trae consigo desigualdad territorial y social entre pobres y pudientes". Esta derecha de corte blando venció a Hollande, "un reinado manchado por la subida del paro, el caso Leonarda, la evasión fiscal de Cahuzac; la polémica sobre la nacionalidad a los condenados por terrorismo, los líos de faldas y, por último la publicación de: 'Lo que un presidente no debería decir', un libro indiscreto y comprometido con la seguridad nacional".
Hoy, vuelve a ganar Macron. Y lo hace, como saben, con un 58.54% de los votos frente a los 41,46% de Le Pen. Estamos ante una Francia fracturada. Un país dividido entre lepenistas – afines al proteccionismo, euroescépticos y etnocéntricos – y macronistas – afines a la globalización, europeístas e inclusivos – que aviva el fantasma del populismo de cara a las elecciones del 2027. La sociología política francesa se halla fraccionada por el voto territorial y de clase. Estamos ante un lepenismo que atesora los votantes de los territorios rurales y un macronismo que triunfa en las ciudades y capitales. Le Pen recoge el 67% de los votos obreros. Votos provenientes de los "cuellos azules", de los "chalecos amarillos" y en definitiva de los cabreados con las políticas laborales del presidente. Macron, por su parte, atesora el 77% de los directivos de empresa, de los "cuellos blancos" y de los "nuevos ricos". Aparte, hay un 27% de "ni, ni" (ni Lepen, ni Macron) que no acuden a las urnas. Y no acuden ante la falta de identidad política con los candidatos de la segunda vuelta. Candidatos que no cumplen con el "pack mental" de quienes defienden la fórmula "más Estado y menos mercado".
Aunque el triunfo de Macron ahuyente durante cinco años a la ultraderecha del poder, lo cierto y verdad es que media Francia comulga con Le Pen. Para evitar que el lepenismo acaricie el cetro galo, tal y como lo hizo Trump en Estados Unidos, Emmanuel debería girar hacia la socialdemocracia. Se debería descolgar del eslogan liberal "mérito y esfuerzo" y atender las demandas de esa pobreza invisible, que se extiende por toda Francia. Es necesario que se incremente la acción protectora y que se ponga en valor el Estado social. Si no se hace, si Macron sigue barriendo para los suyos – para los rangos superiores de la clase media -, el populismo vencerá y con ello perderá la Unión Europea. Una Francia gobernada por Le Pen implicaría la amenaza de un "Frexit" a la vuelta de la esquina. Y un "Frexit" junto a un "Brexit" supondría el crepúsculo de un proyecto que nos une y fortalece frente a las grandes potencias internacionales. Es importante que Emmanuel tome nota del resultado, que abra los ojos y haga un relato realista del resultado. Si no lo hace, este mandato será comida para hoy y hambre para mañana.
El Decano
/ 25 abril, 2022Muy sensata reflexión.