La ambigüedad, que decíamos en artículos atrás, ha sido el tendón de Aquiles de Ciudadanos. Bailar con la guapa y la fea al mismo tiempo no fue una buena idea. Y no lo fue, queridísimos lectores, porque la política necesita concreción y determinación. Y esa determinación, ese dibujo claro de la hoja de ruta, nunca estuvo nítido en las filas de Rivera. Por ello, muchos votantes ante la duda, sobre el sino de su papeleta, han optado por la seguridad en detrimento de la incertidumbre. Han optado por, aplastante mayoría, emigrar al feudo de Vox. Un feudo, como saben, abanderado por el patriotismo, el tatcherismo, la xenofobia y la crítica a las leyes sobre Violencia de Género y Memoria Histórica, entre otras. Este éxodo de votantes, de Ciudadanos a Vox, pone en duda que en la Hispania del siglo XXI hubiese un centro político. Un centro político, como les digo, similar al Centro Democrático y Social.
Más allá de que los votantes de Ciudadanos hayan emigrado al PSOE, el plato grande se lo ha llevado Vox. Así las cosas, el feudo de Rivera sirvió como refugio para esa derecha joven que no se identificaba con lo viejo, con lo antiguo. Una derecha que, lejos de un Pepé envejecido, buscó en los perfiles jóvenes de C's – de Rivera y Arrimadas – su identidad política. Hoy, la ambigüedad de Ciudadanos llora la muerte de su marca. Una marca que absorbió a UPyD y que, varios años después, yace moribunda en el campo de batalla. Aparte de este hecho, la debacle de Ciudadanos, el resultado electoral ha dejado un hemiciclo igual o peor que el precedente. Igual o peor, queridísimos lectores, porque la canción suena con el mismo estribillo. El gobierno de coalición, la abstención del Pepé y los pactos antinatura son escollos que presagian lo peor. Así las cosas, el desbloqueo pasa por el beneplácito de Podemos o la abstención de Casado. Dos condiciones difíciles de cumplirse, tal y como insinuaron sus líderes tras conocerse el resultado electoral.
Sin gobierno de coalición y sin la abstención del Pepé es muy probable que volvamos a votar en la próxima primavera. La abstención del Pepé se presenta como la opción menos mala para el desbloqueo del hemiciclo. Un desbloqueo que podría entenderse como comida para hoy y hambre para mañana. Comida para hoy – estabilidad para el país – y hambre para mañana – dificultades importantes para aprobar leyes progresistas -. La abstención daría lugar a una legislatura corta. Corta porque la investidura de Sánchez sería condición necesaria pero no suficiente para la gobernabilidad del país. Si se convacaran, otra vez, elecciones, PSOE y Podemos serían los más perjudicados. Los dos serían castigados por su electorado. Un electorado cabreado, y con razón, con las líneas rojas de sus líderes. Aún así, las derechas tampoco sumarían. Y no sumarían porque estamos, como saben, ante un sistema multipartidista que impide – a corto plazo – la vuelta de los rodillos. Las elecciones dejarían en el campo de batalla: el cadáver de Ciudadanos, el avance de Vox en la España vaciada, y el auge de los nacionalismos en sus respectivos territorios.