Hace dos semanas recibí un correo de Antoine, un viejo conocido de las tierras vecinas. Periodista de formación, se gana la vida como profesor de lengua en un instituto francés. Por casualidades de la vida, desde hace cuatro años sigue mi blog. Lo sigue, según me contó, porque es una manera de asomarse a los problemas de este país. En su correo, Antoine me sugería que me pusiera en contacto con Eloïse, una periodista independiente especializada en opinión. Al parecer, Eloïse está haciendo un doctorado sobre crítica y periodismo. Su investigación versa sobre las líneas que separan al periodista del intelectual actual; los objetivos de sendas disciplinas y los mecanismos para vehicular una crítica plural, libre e independiente para Francia. Entre las motivaciones de su trabajo se hallan, entre otras, los atentados de Charlie Hebdo, la omnipresencia del "Homo Videns" – nombre acuñado por Giovanni Sartori para criticar los efectos de la televisión sobre la opinión pública -, y la ideologización de algunos medios.
La crítica para que sea seria – y por tanto constructiva – necesita ofrecer alternativas ante el hecho denunciado. Esta variable es la que convierte a la misma en un medio para cambiar algo. Sin la alternativa, sin el planteamiento de soluciones al problema denunciado, el crítico se convierte en un contador de batallas. Un contador de historias, como les digo, sin rumbo ni beneficio por los efectos dañinos de la Revolución Digital. Así las cosas, el periodismo tiene los días contados en las democracias avanzadas. Los tiene, queridísimos lectores, porque la "cosa vista" – como diría Sartori – ha eclipsado a la "cosa leída". Cada día, la gente consume más imágenes – más televisión, más YouTube… – y menos periódicos. La sociedad de las prisas y de la inmediatez ha hecho que el dinamismo de las imágines venza al estatismo de las letras. Este consumo de televisión en detrimento de los periódicos está produciendo una desintelectualización de las masas. No olvidemos que la información escrita siempre ha sido, y será, más profunda que las noticias visionadas.
Llegados a este punto, la crítica es la única que puede ganar la batalla a la "cosa vista". Mientras la prensa se ha convertido en la tortuga que nunca alcanzará al galgo (la televisión); la crítica, sin embargo, es capaz de ofrecer algo distinto a los miles de titulares repetidos que cada día inundan nuestras ventanas. Por ello, le dije a Eloïse, los críticos tenemos la llave para enderezar el rebaño y sacarlo de su ceguera. Es necesario que la gente consuma la crítica plural, libre e independiente. Es necesario, como les digo, para que el pueblo salga de la alienación que le provoca una prensa dirigida por intereses políticos y económicos. La crítica no puede ir de la mano de los medios de comunicación. No puede porque sino caería en los dogmas y "censuras" de las líneas editoriales. Para romper esa lanza contra la prensa aburrida y predecible, es necesario que haya más blogs de crítica independiente en todas sus dimensiones.
La crítica ha de ir más allá de las seis "W" del periodismo (más allá del: qué, cómo, quién, cuándo, dónde, por qué o para qué). Aparte de tales interrogantes – los hechos -, la crítica debe ofrecer – como dije más arriba – alternativas. Así las cosas, la crítica a las élites – por poner un ejemplo – debería ofrecer alternativas para que el lector decidiera entre el antes y el después. Una alternativa al antielitismo podría ser – aunque no me guste nada y firmaría para evitarlo – el populismo. A partir de ahí es cuando la crítica comienza su andadura por la senda de la duda. Una duda necesaria para visualizar el horizonte sin el sesgo de los espejismos. La pobreza – por poner otro ejemplo – como problema mundial ha sido difundida, por activa y por pasiva, por los medios de comunicación. Un tema recurrente, que remueve las conciencias de la gente y que, sin embargo, nadie le pone solución. Para ello, para establecer soluciones – al-ter-na-ti-vas – e ir más allá de la impotencia del televidente, está la función de la crítica. Si no lo hacemos, si cada día consumimos más televisión y leemos "periódicos politizados" caeremos, tarde o temprano, en el inmovilismo que caracteriza a los regímenes autoritarios.
Luis Manteiga Pousa
/ 4 febrero, 2021Lo que tengo claro es que los periodistas deben ser tan criticables como cualquier otra profesión. Np tienen un «mandato divino», aunque algunos se lo crean, que los exima de ser criticados.