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Dos preguntas

La cuestión catalana – como así se le conoce en los foros politólogos, al licor separatista – invita a la crítica a reflexionar sobre los pros y contras que entrañan las preguntas, planteadas por el líder de Convergència y sus aliados, a las estructuras democráticas. La libertad de la política está limitada por las barreras del Estado de Derecho. Es precisamente, el pacto social de Rousseau, el que sirve a los humanos para poner obstáculos voluntarios a su libertad de movimientos. Sin dicho acuerdo colectivo, o dicho en otros términos, sin el compromiso ciudadano, al sometimiento voluntario de las reglas de juego democrático, los Estados se convierten en lugares inseguros, gobernados por el ordeno y mando de los tiempos absolutos. Para garantizar el orden establecido, el respeto al ordenamiento jurídico se convierte en condición necesaria para garantizar la eficacia del Estado de Derecho.

Las preguntas que Mas y los suyos han cocinado para ser servidas al "pueblo catalán", no tienen cabida en nuestro comedor normativo. Las Comunidades Autónomas, como ustedes saben bien, no están legitimadas para preguntar a sus ciudadanos acerca de cuestiones soberanistas. Por ello, con los mimbres que tenemos sobre los tapetes de Hispania, no tiene sentido "perder el tiempo" con tales menesteres; sin contar, previamente, con los instrumentos adecuados para ello. No tiene sentido, les decía, porque saltarse a la torera los preceptos constitucionales es lo mismo que atentar contra las reglas de juego acordadas por la mayoría, o sea, por nosotros. Sin embargo, el Estado de Derecho debe cambiar de conformidad con el devenir de los hechos mundanos. En días como hoy, la Constitución se ha convertido en un florero más de los estercoleros políticos. Un florero más, decíamos bien, que necesita algún que otro retoque para recuperar su función en "el encaje autonómico". Llegados a este punto, cabe que nos preguntemos: ¿se debería cambiar la Constitución para permitir la consulta separatista?, ¿nos interesa, al resto de los españoles, que el "pueblo catalán" manifieste en las urnas sus sentimientos separatistas?, ¿qué consecuencias tendría para nuestra "marca España" tener en su estrofa un "verso suelto", huérfano de rima?

Aplicando el sentido común, como diría mi viejo amigo Antonio, estamos edificando "la casa por el tejado". La Constitución Española, la misma que todos los diciembres celebramos, se distingue por su consenso, rigidez y ambigüedad. Es, queridos lectores y lectoras, la "ambigüedad" de algunos de sus capítulos, la que sirvió de licor para que el proyecto se pariese en los paritorios adolfinos. Hoy, treinta y tantos años después, de aquella "ambigüedad" en la redacción de sus preceptos – con la intencionalidad de acercar posiciones entre las partes nacionalistas-, se ha convertido en el cáncer que recorre la savia de sus huesos. La redacción y planteamiento del capítulo referente a "El Estado de las Autonomías", adolece de la inconcreción que estamos criticando. Desde los ecos republicanos, en la Hispania de Rajoy, siempre ha habido "comunidades de primera" y "comunidades de segunda". Las alianzas parlamentarias, tanto en los periplos aznaristas y felipistas, han cocido a fuego lento la "patata caliente" que hoy nos incomoda.  Estamos, en palabras del camarada, recogiendo los frutos de las diferentes semillas. Diferentes semillas que con el paso de los tiempos ha convertido los prados del Derecho en una mezcla anómala de palmeras y limoneros. 

Llegados a este punto, es de vital necesidad abrir un proceso reconstituyente para pulir, de una vez por todas, las "ambigüedades constitucionales". Ambigüedades interesadas por todos los firmantes con el objeto de salvar a la España de entonces, de las sombras del Generalísimo. Solamente así, limando las asperezas que se quedaron en el tintero podremos mirar para nuestros adentros y repensar, con los ojos de la crítica, la España que queremos. Una España repensada, tanto por españoles y catalanes como por españoles o catalanes, para ser reconstruida con las voces ciudadanas. La nueva Constitución debería distinguirse por los rasgos de "concreción" y "flexibilidad", en contraposición con los de "ambigüedad" y "rigidez"; que son los que tenemos. Una nueva Carta Suprema: concreta y flexible, serviría para que los catalanes expresasen sus sentimientos internos y el resto, nosotros, expresemos los nuestros como compañeros "legítimos" de piso. Ahora bien, ni a Rajoy ni a Rubalcaba – tanto monta, monta tanto – les interesa el proceso reconstituyente. No les interesa porque ello supondría más democracia y menos poder para su silla; y al mismo tiempo supondría; más miedo para sus sueños, ante la pérdida inminente de el último de sus feudos. El último bastión territorial, duele, tal y como nos ocurrió en los tiempos decimonónicos. Por ello, por el miedo de algunos y por intereses económicos de otros, más de uno desearía que nunca se hicieran las dos preguntas "malditas".

Tizas rotas

El Informe PISA le ha venido como un "cordial" al extertuliano de la SER, para vender su ilusión a las víctimas de su cocina. Según el ministro de educación – o sea, Wert – la Lomce servirá para que en los próximos informes, la Hispania de su jefe no se halle situada entre las últimas de la cola. Visto así, desde el prisma de la derecha, los resultados educativos son – como no podían ser de otra manera-  las consecuencias "nefastas" del periplo zapaterista. Lo peor de todo esto – decía Gregorio, el tío de "la Paca" – es que siempre habrá por ahí "algún que otro tonto suelto que creerá, como un borrego,  las bobadas del ministro". Desde "El Rincón de la Crítica", debemos analizar con ojos búho las luces que siembran las sombras educativas. Debemos analizar tales luces – les decía – para que la "ignoracia colectiva" no caíga en la torpeza de retóricas baratas, arrojadas desde Génova.

Más en Diario Siglo XXI

Réquiem por Canal 9

El cierre de una televisión pública – en palabras de Menéndez, presentador de "las mañanas"-, nunca es una buena noticia para una democracia. No es una buena noticia – decía el relevo de Manolo HH – porque ello supone menos voz para el diálogo colectivo. Si analizamos con ojo crítico nuestro modelo de periodismo mediterráneo, nos daremos cuenta que no todos los cierres son una amenaza para la salud democrática. No lo son – les decía – porque existen medios que mezclan interpretación e información, con tal de "salvar el pellejo" a quienes les dan de comer. Son, precisamente, tales medios, parcializados y sesgados por los hilos de la burguesía, los que invitan al espectador a cambiar de canal como gesto de indignación ante la pantalla que les mira. Mientras existan subvenciones para el sostenimiento mediático – decía el viejo profesor – no conseguiremos nunca alcanzar el modelo de Democracia de Audiencia, reivindicado por la Crítica.

Desde que este Rincón abrió sus puertas al diálogo de los búhos, han sido varios los medios caídos ante los ojos de las hormigas. El exceso de información y la merma de ingresos, procedentes del ladrillo, han sido el "cáncer terminal", que, día tras día, ha silenciado a las voces de la izquierda, dentro de un oligopolio liderado por los gallos de la Caverna. Las lápidas de Diario Público;  CNN+  y el Ere de El País, ponen en evidencia la fragilidad de los chiringuitos mediáticos. La fragilidad – les decía- porque detrás de cada cierre hay miles de familias hacinadas a las puertas del SEPE. Así las cosas, no nos queda otra – en palabras del catedrático – que reinventar nuestro modelo para que el periodismo recupere, las esencias de Unamuno. Digo Unamuno, y digo bien, porque gracias a Miguel los lectores del ayer encontraron en la prensa de sus días, un buen motivo para leer. Fue, precisamente, Azorín quien cambió las tornas de San Manuel por el modelo que tenemos. Un modelo saturado de contenidos y austero en sus formas expresivas. ¿Dónde están aquellos escritores que hacían madrugar al más perezoso de los ruiseñores? Muertos, respondió la viuda.

Aunque no sea apropiado decirlo, por respeto a los cientos de trabajadores que emplean las televisiones autonómicas, siempre he sido muy crítico con las mismas. Siempre he sido crítico, y en más de una ocasión lo he dejado caer en mi página de facebook, porque a veces, no sé a ustedes, tengo la sensación de que son un lastre económico para la mayoría de las Administraciones. Llega un momento que entre tantos y tantos canales, el espectador siente el mismo bloqueo mental que sufren los hiperactivos. Es, precisamente, esa repetición de informaciones y programas similares, la que invita a la Crítica a repensar el modelo televisivo que necesitamos. No es inteligente – y en ello le doy la razón al tabernero – sostener con nuestros bolsillos a miles de: realizadores; maquilladoras; locutores; corresponsales y demás personal empleado, cuando existen otros sectores públicos, tales como: la sanidad y la educación, que sufren en silencio el filo de la tijera. Defiendo, faltaría más, la existencia de televisiones autonómicas, siempre y cuando estén garantizados, con un mínimo de calidad, otros servicios necesarios para la igualdad. 

En días como hoy, con la que está cayendo en los tejados mileuristas no es admisible, por higiene democrática, mantener a organismos públicos con beneficios negativos. No lo es – les decía – porque cuando los recursos son escasos, la función del "buen economista" es priorizar los mismos, atendiendo a las necesidades más básicas de la pirámide de Maslow. De qué nos sirve tener una amplia parrilla de canales, si en los hospitales y farmacias -los públicos, los de todos – faltan médicos y medicamentos para curar a los telespectadores. Visto así, desde esta perspectiva, las televisiones regionales y las demás duplicidades autonómicas no garantizan la eficiencia de las balanzas. Así las cosas, desde la crítica debemos repensar otros modelos alternativos para racionalizar los recursos en pro del Bienestar. Sin autonómicas mediante, la necesidad televisiva quedaría solventada con conexiones regionales, por parte de los entes nacionales.  Llegados a este punto, más de uno se preguntará: ¿está usted a favor del cierre de Canal 9? No, le contestaría, siempre y cuando existan recursos suficientes para mantenerla. ¿Está usted a favor del cierre de cualquier televisión autonómica como medida necesaria para canalizar el gasto hacia educación y sanidad? Sí, rotundamente sí.  ¿El cierre de RTVV responde a la segunda cuestión? No lo sé.

El silencio de las guerreras

En más de una ocasión he reivindicado, en los laberintos del Rincón, la "alfabetización emocional" como asignatura pendiente en las aulas actuales. La socialización de los alumnos, a través del sistema educativo, no es condición suficiente para garantizar periodos pacíficos en la gestión de los amores. No es condición suficiente, decía, porque la violencia de género, o dicho de un modo más claro, el asesinato de mujeres por parte de sus parejas, sigue siendo el pan de cada día en los titulares de la mañana. Hoy, sin ir más lejos: “un hombre ha matado a puñaladas a su exnovia de 26 años en la avenida Blasco Ibáñez de Valencia". Con esta muerte, ya son cuarenta y seis, las mujeres que han sido asesinadas a manos de sus "hombres" en lo que llevamos de año. Desde la crítica intelectual debemos articular una teoría que explique, de una vez por todas, las causas que suscitan esta lacra social. Mientras no lo consigamos, seguiremos "erre que erre" con titulares semejantes. Titulares amarillos, que un día sí y otro también, tiran por la puerta de atrás, todos los logros alcanzados por el movimiento feminista.

El ideal del amor, en palabras de Platón, sería una relación entre iguales, alejada de celos, envidias y rencores. Sin embargo, queridos amigos y amigas, la praxis del día a día está a años luz de los renglones platónicos. El desgaste de las relaciones hace que los brotes verdes del pasado se conviertan en las malas hierbas del presente. Identificar las causas de la violencia de género es el principal cometido, en palabras del filósofo, para controlar al león que se esconde entre nuestros vecinos, los correctos. La relación de pareja responde a la misma lógica planteada por la Teoría de Sistemas. Según esta teoría, se entiende por sistema a un conjunto de partes interconectados por una lógica común y un objetivo concreto. El rasgo distintivo de todo sistema reside en la condición de su desgaste. Cualquier coche, ordenador u otro tipo de sistemas está condenado al deterioro y a su declive. En los ámbitos del amor, cuánta razón tenía el viudo de Josefa, ocurre algo parecido. El amor como el resto de emociones: la culpa, el miedo, la tristeza…, tiene sus momentos de subida y sus pendientes de bajada. Son, precisamente, en tales períodos de bajada, cuando emergen las agresiones por aquellos que no toleran su desgaste.

La independencia económica, aunque sea factor de riesgo en materia de maltrato, no resulta concluyente para atajar el problema que nos concierne. Existen cientos de mujeres independientes – y conozco a más de una, y a más de dos – que viven en silencio el ataque de sus leones, sin poner tierra por medio para evitar segundas partes. El fomento de la sumisión femenina por parte de cierto arzobispado – el de Granada, claro está – invita a que muchas feligresas agachen la cabeza cuando sus guerreros les piden las zapatillas al regreso de la batalla. Ahora bien, tampoco la sumisión es condición necesaria para explicar la lacra del maltrato. No lo es, decía, porque nuestros abuelos y abuelas han vivido en las tripas del franquismo, donde el espacio de la mujer estaba limitado por las paredes de la cocina. A pesar de ello, a pesar de la inculturación femenina mediante los valores católicos, o sea machistas, miles de abuelas no fueron maltratadas por las garras de sus maridos, y si lo fueron, callaron como tumbas por el miedo al abandono. 

Si observamos con detenimiento la curva de las parejas, o dicho de otro modo, el periodo de maduración de toda relación, nos daremos cuenta que en los primeros momentos no hay, o al menos son muy escasos, los episodios de maltrato. Conforme la relación avanza y la llama se atenúa, comienzan a brotar las primeras chispas de la violencia. Primeras chispas, decía, en forma de controles de sms, wasaps, facebook, twitter y, toda la parafernalia que envuelve a las redes sociales. Esta tarde, en un magazine de RNE, varias jóvenes y, no tan jóvenes, hablaban sobre tales controles por parte de sus parejas. La mayoría de las entrevistadas veían con buenos ojos que sus parejas les controlasen todo el tráfico de privacidad que corría por sus vidas. Esta tolerancia prematura hacia los primeros síntomas del maltrato es la antesala de futuros males mayores. Conforme el amor se evapora, como consecuencia de su desgaste, el ataque de los leones aumenta su frecuencia ante el miedo de sus presas. Solamente sobreviven con acierto las parejas inteligentes. Parejas que han asumido, o al menos, han sido conscientes de los fundamentos biológicos del amor y han reconvertido el "amor emocional" en un "amor racional". Amor racional, decía, como sinónimo de paz y bandera blanca entre dos guerreros desarmados, tras las frías noches de batalla.

Dos años de oposición

En los últimos días, las columnas de la izquierda han lanzado toda su artillería contra la gestión nefasta de Rajoy al frente de la Moncloa. Se ha hablado, y mucho, de las mentiras de la derecha y, sobre todo, del desmantelamiento literal del Estado del Bienestar. Escribir más de lo mismo significaría, por parte de la crítica, echar más leña al fuego sin analizar, con acierto, los mimbres para apagarlo. Llegados a este punto, es de recibo hacer autocrítica progresista y mirar con lupa los dos años de Rubalcaba en su pugna por el cetro. Hace tiempo, si recuerdan, escribí en los renglones de este blog un post titulado: "el cadáver socialista". En él analizaba las grietas que salpicaban al partido socialista desde el "sapo tragado" la noche del 20-N. Decía que Alfredo, a pesar de todos sus años de experiencia política, representaba páginas pasadas de los puños y las rosas. Rubalcaba, cierto, era un "viejo zorro" de las triquiñuelas políticas, pero, sin embargo, formaba parte de las heridas de Zapatero. 

Después de dos años con Alfredo a la cabeza, el PSOE continúa en el kilómetro cero del zapaterismo tardío. A día de hoy, el sprinter de la izquierda no ha conseguido adelantar, a pesar de los soplos a favor, a un pelotón compuesto por ciclistas de segunda. Es, precisamente, este hecho extraído de las encuestas recientes, el que invita a la crítica intelectual a mirar de reojo las tierras agrietadas de una "rosa marchitada". "¿Por qué la casa de Ferraz – se preguntaba un bombero de Madrid – no consigue apagar, de una vez por todas, una España en llamas a punto de cenizas?". Por el debilitamiento ideológico del partido; por la falta de liderazgo – en palabras de Felipe -, y; por la configuración de un partido, más parecido a un corral de gallos que a una organización política. Son, estas tres patas de la mesa, las que deben revisarse para evitar que sus comensales pierdan el equilibrio. La última Conferencia Política de los "socialistas" se habló, largo y tendido, de regeneracionismo ideológico, pero, dejaron en los cajones del olvido: la cuestión del liderazgo y las líneas del partido.

En aquella Conferencia se recuperó la música oxidada de los tiempos zapateristas. Se habló de igualdad y protección social como banderas incuestionables de la socialdemocracia occidental. Se criticó hasta la saciedad la gestión de la derecha, pero, sin embargo no se habló de Europa como problema principal de la desideologización actual. "¿Quién nos avisó de los riesgos de Europa?", se preguntaba esta mañana el cuñado de Alejandra. "¿Quién nos dijo que el invento europeo solo valía la pena en tiempos de bonanza?", nadie querida Alejandra, nadie. Por ello, mientras los marcos europeos no cambien las esculturas que los decoran, no nos podremos creer el discurso de la izquierda. Por muy poco estético que sea, señores y señoras, las políticas de Merkel no convergen con el "rubalcalismo" fracasado. No convergen, porque mientras la socialdemocracia tira para la igualdad, el neoliberalismo lo hace hacia el mercado. No convergen, decía, porque, aunque un hipotético gato maullara en los techos merkelianos, siempre habrá un dóberman que espantará al más rebelde de los felinos. Por ello, querida amiga, hasta que no nos concienciemos de que la solución a nuestro problema, no pasa por nuestro rodillo sino por las brochas de arriba, es poco inteligente seguir "erre que erre" haciéndonos daño en el seno de la herida.

En estos dos años, al PSOE le ha faltado levantar la pasión a una izquierda entristecida. Digo la pasión, y digo bien, porque en la España que vivimos, la inmensa mayoría de la población ha perdido la razón en los partidos idealistas. Una sociedad electoral que no cree en las siglas de su partido, es absurdo reorientarla por las calles del pasado. ¿No sería más inteligente articular un PSOE antieuropa para recuperar su encaje ideológico en el ideario colectivo? Si miramos a nuestros vecinos de arriba, los franceses, nos daremos cuenta que mientras Hollande intenta conciliar al gato – Francia – con el perro – Europa -, Le Pen, por su parte,  articula una alianza neoliberal en consonancia con la ideología merkeliana. Si François hubiera optado por el discurso euroescéptico alejado de la línea presente, otro gallo hubiese cantado en las encuestas neoliberales. Por ello, señores y señoras, es necesario que el PSOE busque alianzas, al igual que Le Pen, con partidos socialdemócratas occidentales. Partidos progresistas, convencidos de que su veneno es Europa. Mientras no se busque la anestesia en otros rincones del globo, tendremos a Rajoy hasta en la sopa. Tiempo.

El Estado de Derecho

En un Estado de Derecho -decía el Rey en vísperas de Navidad – "la justicia es igual para todos". Las leyes, una vez cocinadas en los fogones del Congreso, son servidas a los comensales sin distinción alguna entre nobles y plebeyos. Al menos, éste debería ser el protocolo a seguir en un país de corte moderno como el nuestro. Ahora bien, no siempre el tipo ideal de democracia se corresponde con los mimbres reales de la sociedad. La fórmula: "hecha la ley, hecha la trampa" es, en muchos casos, la praxis que rompe los jarrones de la teoría. En todas las ramas del derecho existen plagas que amenazan la calidad de las cosechas. Mientras no existe denuncia, las infracciones normativas cabalgan a sus anchas por las profundidades de las aguas. En la mayoría de los prados existen "ovejas negras" que burlan, o mejor dicho, tiran por la borda los logros alcanzados por nuestros vecinos, los franceses. Si todo el mundo condujese de acuerdo con lo aprendido en sus tiempos de autoescuela, probablemente muchas compañías de seguros tendrían que bajar sus persianas ante la ausencia de siniestros. Este mismo razonamiento, extrapolado a todos los ámbitos normativos, sería la utopía de una sociedad sin comportamientos negligentes. Una sociedad sin cárceles respondería al ideal de un Estado de Derecho, pero, queridos lectores, no sueñen con ello, porque los "trullos" en España están, como en todas las partes del mundo, hacinados de reclusos.

La eficacia normativa, o dicho en otros términos, el cumplimiento probable de un precepto legal depende de tres condiciones básicas: primera, el respeto ciudadano al marco regulador de la convivencia colectiva; segunda, la severidad del régimen sancionador ante las infracciones normativas y; tercera, la estructura institucional de la vigilancia jurídica. Cuando falla alguno de estos tres requerimientos, afloran las grietas incipientes en los techos del Derecho. "En la Hispania de Rajoy – decía Amparo, la vecina del tercero – la Constitución se ha convertido en la misma luz que veían los prisioneros de Platón. Mientras el "hecho" vaya por delante del "derecho", siempre habrá un margen de maniobra para los listos y tramposos". Son, precisamente, estos testimonios extraídos de los rincones urbanos, los que llenan de polvo los renglones de Rousseau. En días como hoy, la  corrupción y, la ausencia de responsables en el caso del Prestige, sirven a la Crítica para cuestionar el "cumplimiento" de las tres garantías que citábamos atrás.

La existencia de una "economía sumergida" en todo el entramado productivo, no debe ser tolerada en un Estado de Derecho. Asumir la existencia de la misma, por parte de algunos gobernantes, implica aceptar explícitamente la ineficacia o falta de mecanismos para abordar el problema. "Si en lugar de tanto recorte, o mejor dicho, si en vez de tanto abusar del débil, se hubiera destinado dinero a la contratación de más inspectores, otro gallo hubiera cantado en el patio de Montoro. Probablemente con el dinero de las multas no hubiese hecho falta inventar una amnistía fiscal para aflorar lo escondido debajo de las losas. Resulta incomprensible – decía este señor de las colas del INEM – que en este país se hable de Ley cuando, los mismos que sacan pecho con el Estado de Derecho, inventan mecanismos para legitimar las trampas de sus socios, los corruptos". La vigilancia normativa es condición necesaria – cuánta razón llevaba el señor de la cola – para garantizar la eficacia del ejército normativo. Sin guardianes legales, las leyes se convierten en papel mojado para los ojos del desviado. Hace falta – decía el filósofo del Derecho – revisiones periódicas del ordenamiento jurídico para corregir las desviaciones del árbol normativo. Mientras el miedo paralice las injusticias de la calle, el Derecho se convierte en un florero más de la involución silenciosa.

La petición del indulto, por parte de miembros del Partido Popular, para Pedro Ángel Hernández Mateo, exalcalde de Torrevieja, pone en evidencia una nueva grieta en los techos del derecho. Una grieta más, decía, porque no olvidemos, queridos amigos, que el indulto es una herramienta jurídica de corte político. "Ser indultado" es un efecto de una deliberación del Consejo de Ministros, o dicho de otro modo más claro, el indulto está dentro del ámbito de las "decisiones políticas". Es por ello que la decisión de indultar a Mateo, por parte de los suyos, pone en evidencia "la politización, indadmisible, de la justicia". Por razones de "imparcialidad judicial" no se debería, o al menos es de sentido común, que personajes políticos sean indultados por miembros de su propio partido. Sería necesario, al menos para subsanar tales sesgos constitucionales que se creará un desarrollo normativo de la figura del "indulto". Con los mimbres que tenemos, tanto Pedro Hernández Mateo como "Manolito, el golfillo de mi pueblo" son iguales ante los ojos del Ejecutivo. Pero, no olvidemos que mientras Pedro ha sido militante de PP y exalcalde por tales siglas, Manolito es un anónimo de la calle que nadie sabe si baila con la derecha o coquetea con la izquierda.

El poder de la basura

Si tuviera que titular lo que está sucediendo en Madrid probablemente escogería entre: "Botella y el Síndrome de Diógenes" o "el poder de la basura". El Síndrome de Diógenes, como ustedes saben bien, consiste en un trastorno psicosocial caracterizado por una acumulación exacerbada de residuos domésticos. Normalmente suelen sufrirlo personas de avanzada edad – sobre los setenta años – solas y aisladas, voluntariamente, de su entorno microsocial. Las consecuencias de dicha conducta se manifiestan en forma de denuncias y quejas vecinales por los riesgos biológicos derivados de tales "vertederos particulares". Después de once días con las escobas guardadas en los camiones de la limpieza, las calles de la capital se han convertido en el lienzo descrito por las plumas de Benito. Mientras cientos de ratones celebran su festín en los asfaltos de Botella, los “mileuristas” de la basura utilizan su posición estratégica en el sistema productivo para evitar, a toda costa, los mil despidos anunciados por el ERE de las concesionarias.

Es, precisamente, esta ubicación estratégica del sector de la limpieza, la que invita a los "monos azules de la basura" a mantener en pie la indignación de sus escobas ante las zancadillas de Botella. Mientras los profesores y otros colectivos no cuentan con "el poder de la basura" para ejercer coacción durante los procesos negociadores, los operarios de la limpieza cuentan con el arma de la "vergüenza" para acercar posturas y salvar su comida. El ruido visual de los residuos invita al débil de la balanza a mantener intacto su "as" en las mangas de su camisa. Gracias a esta "carta negra" – la no recogida de basura -, las concesionarias de la limpieza han reducido, de palabra, un cuarenta por ciento el número de candidatos previstos para las colas del paro. La molestia de los residuos en las calles madrileñas y la foto dantesca de los mismos en las cabeceras internacionales ha hecho que los madrileños se suban al carro de la basura. La ecuación: "a mayor tiempo, más basura", es la que, día tras día, pone nerviosa a la élite de la caverna ante el temor de que los intereses privados pasen factura en la tienda de las urnas.

Existen ciertos colectivos que por sus ubicaciones sociales gozan de un mayor poder para conseguir sus cometidos. Tanto los controladores aéreos como los "operarios de la limpieza" consiguen, por su "posición privilegiada", grandes logros en los campos de batalla. Sin limpieza, la basura inunda lo urbano de malestar ciudadano y suscita efectos colaterales en otros sectores paralelos, tales como el comercio y el turismo. Gracias a tales efectos, los "cuellos azules" de la mesa consiguen para los suyos los apoyos necesarios para coaccionar a sus patronos. "Si el resto de funcionarios hubiésemos hecho lo mismo – decía José, un profesor madrileño- otro gallo hubiera cantado en nuestros portales laborales". "Si depositáramos nuestra basura en los portales de la Moncloa o, mejor dicho, en las aceras de los bancos, probablemente hubiéramos conseguido que al indignado de Hessel se le tomase en consideración en los rincones del sistema". Sin basura mediante, el poder de la molestia se convierte en una melodía de segunda para aquellos sectores con peores posiciones estratégicas. 

El supuesto "incumplimiento de los servicios mínimos” ha servido a la "neuronas de Ana" para lanzar sus dardos envenenados contra el núcleo de su diana. La inminente contratación de Tragsa, otra empresa de limpieza, para suplir con sus escobas la quietud de las huelguistas, tira por la borda todos los logros alcanzados por los débiles de la contrata. El aislamiento de Botella durante la gestión del conflicto es el mismo que manifiestan los pacientes de Diógenes cuando conviven con la basura ante el estupor de sus vecinos. Es, precisamente, esta puesta de perfil de la alcaldesa madrileña, la que invita al "ciudadano de a pie" a medir la calidad de los políticos con los ojos de la crítica. Después de la sentencia del Prestige, no esperen que el Ayuntamiento de Madrid indemnice a los miles de vecinos que "sin comerlo ni beberlo" han visto como las ventas de sus comercios han caído “en picado” por los efectos de la basura. Hoy, Madrid, la misma candidata frustrada a los Juegos Olímpicos, ha sacado a la luz las miserias que se esconden detrás del "negocio" de las contratas. ¿Dimitirá Ana Botella?, probablemente no. En este país, ya lo dijo el cuñado de Josefa, no dimite ni Dios. ¡Cuánta razón!

El Síndrome de Estocolmo

Dominique Jean Larrey (1766-1842), cirujano militar de los tiempos napoleónicos, fue el primero en utilizar el término "triage". El "triage" era una técnica que se utilizaba, en la Francia del XVIII, para clasificar a los enfermos en los campos de batalla. El protocolo médico consistía en ordenar, o mejor dicho, en "triar", a los pacientes mediante tarjetas de colores atendiendo al diagnóstico de su estado. Esta técnica de los tiempos pasados traspasó los muros del presente y, hoy en día, es utilizada por los médicos del SAMU para clasificar a los pacientes sobre el área de socorro. Mientras los heridos más graves son los primeros en ser trasladados al hospital, los accidentados más leves son los últimos en partir. Se trata, como ustedes habrán podido deducir, de respetar el principio de gravedad. "En la Hispania de Rajoy – decía Carlos, licenciado por la UNED – no se ha actuado conforme a las indicaciones del triage". Los más graves del campo de batalla – en referencia a las colas del INEM – han sido los últimos en ser atendidos por la ambulancia del Estado. Los bancos y los cuellos blancos del capital han sido, sin duda alguna, los primeros en ser "rescatados" de las áreas de socorro. Los otros, nosotros, han sido, y somos, los últimos en ser atendidos por los médicos, nuestro Estado.

A punto de cumplirse dos años con Rajoy en la Moncloa, el último barómetro del CIS otorga la victoria a los "mismos médicos" que durante este periodo han sido negligentes con las técnicas del "triage". Es, precisamente, esta paradoja del comportamiento electoral, extraída de los sondeos demoscópicos, la que invita a los búhos del Rincón a reflexionar sobre los hilos que mueven al títere social. "En este país – decía una comentarista en mi página del "face" – somos así. Cuanto más nos humillan los gobernantes de la parrilla, más besos sonoros les damos en sus mejillas". "¿Cómo se explica – se preguntaba Andrés, el cuñado de Sofía – que con la "soga al cuello" sigamos "erre que erre" tropezando con la derecha?". Son, precisamente, estas reflexiones plasmadas en los mentideros virtuales, las que invitan al sociólogo de la Crítica a repensar las vocales de la conducta electoral. Hace décadas, la familia y la escuela eran los principales agentes transmisores de la cultura política. Hoy, sin embargo, y en eso le doy la razón a Aninick Parcheron – politóloga francesa – las tornas han cambiado, el individuo adquiere su identidad política en un entorno social cada vez más alejado de sus padres, hermanos y conocidos.

La inculturación de las creencias y valores políticos son el resultado de la herencia de nuestra socialización primaria – la infancia – y los acontecimientos y roles adquiridos durante nuestra vida adulta, la socialización secundaria. 

El marco político del presente se ha caracterizado, desde los últimos años de Zapatero, por un escenario de contradicciones y paradojas ideológicas. Los paradigmas clásicos de la izquierda y la derecha han sido vulnerados por los líderes elegidos. En este periodo hemos presenciado decisiones políticas "antinatura” que han alterado los esquemas del votante tradicional. "¿Desde cuándo la derecha sube impuestos? o ¿desde cuándo la izquierda ha hecho migas con las capas de los nobles? – se preguntaba esta mañana Alfonso, mientras hablaba con su señora a las puertas de Mercadona". La indignación europea, o dicho de otro modo, "cuanto mejor le vaya a Merkel, peor nos irá a nosotros" ha despertado en el ideario colectivo, junto a las decisiones "antinatura", corrientes de pensamiento occidental marcadas por la incoherencia y la "ilógica ideológica". Así las cosas, no es extraño que el "zombi social", nosotros, haga declaraciones al CIS contrarias al sentir general. Manifestaciones, incomprendidas por el PSOE, y etiquetadas de "cocinado" cuando en realidad son el resultado de una "confusión social" marcada por el cruce de conceptos.

Es, precisamente, esta patología social sufrida por la "desideologización del instante", la que ha hecho del comportamiento electoral un fenómeno inexplicable por los mimbres tradicionales de la "identidad y la opción". La identidad – el voto emocional e incondicional – ha perdido su fidelidad ante la ruptura de los partidos con sus rasgos distintivos. La elección – el voto racional – ha sido herida por las mismas élites elegidas al incumplir, éstas, de forma perseverante sus programas electorales. Mientras el Partido Popular pierde fuelle en cuanto al voto racional – como consecuencia de su "gobierno sin programa" -, el PSOE ha perdido la "identidad" de los tiempos felipistas por el bofetón" que Zapatero le dio a sus tripas ideológicas. Así las cosas, la radiografía del CIS pone de manifiesto que algo va mal en el "enfermo democrático". Algo va mal, cierto, porque "con la que está cayendo" en los zulos de las clases medias – paro, desahucios, reducción de becas, subidas de tasas universitarias, congelación de salarios, cierres de grandes empresas y  medios de comunicación-, no es de recibo que el verdugo político – el Partido Popular, claro está – salga ganando en la contienda electoral. ¿No será que estamos sufriendo el Síndrome de Estocolmo?, tal vez.

  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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