Casi toda la prensa internacional, está de acuerdo en que el presidente de los EEUU debe abandonar el barco. Con el titular "Joe Biden es un buen hombre y un buen presidente. Debe retirarse de la carrera", Thomas L. Friedman defiende – en el The New York Times – que "si – Biden – abandona, los ciudadanos le aclamarán por hacer lo que Donald Trump nunca haría: anteponer el país a sí mismo". Estas críticas no tendrían lugar si Joe Biden no se hubiese quedado en blanco durante el debate contra su rival. Durante diez segundos, al presidente de los EEUU se quedó, como diría un empirista, con la tabula rasa. Tanto es así que Jake Tapper, moderador de la CNN, le retiró el micrófono ante 51 millones de telespectadores. Aunque un lapsus lo pueda tener cualquiera, muchos politólogos han reducido la gestión de cuatro años de legislatura a una mala pasada de la memoria. Tanto es así que solicitan otro candidato socialdemócrata. Entre los posibles sucesores señalan, entre otros, a Gavin Newson, Kamala Harris, Gretohen Whitmer, JB Pritzker, Josh Shapiro y Michelle Obama.
Decía Platón que el gobernante de la polis debía ser un filósofo. Sólo aquellos que hubiesen desarrollado el alma racional y culminado el ascenso dialéctico, serían buenos gobernantes. Y dicho ascenso, dicho cultivo de la sabiduría necesitaba tiempo. De ahí que los gobernantes debían ser señores mayores. Mahatir Mohamad fue primer ministro de Malasia con 92 años. Robert Mugabe se retiró de la política con más de 90 años. Girma Wolde-Giorgis gobernó su país con más de 88 años. Joaquín Balaguer dejó la presidencia de la República Dominicana con 89 años. Benedicto XVI fue papa a los 78 años. Herman Wouk publicó a los 97 años. Y sin ir más lejos, el otro día, Mariano Sanz – con 91 años – se licenció en Economía y Empresariales con 91 años. Luis Francisco Ponce de León – con 90 años – tiene 10 carreras y estudia Relaciones Internacionales en la Autónoma de Madrid. Estos, entre muchos, son ejemplos de que el saber no ocupa lugar. El tiempo lineal ha sido una construcción social, que sirve para correlacionar la edad con las fases vitales. De ahí que cualquiera, desde su fuero interno, puede empreder una revolución contra el "tiempo artificial".
El tiempo, según Nietzsche, no es lineal sino cíclico. Todo nace y muere en el instante. No hay tiempo sino cuerpo. Un cuerpo que – según sea pensado – puede ser un "muerto joven" por su vida descendente o, por el contrario, un "vivo viejo" por su vida ascendente. Es injusto que se mida la gestión de Biden por un lapsus de 10 segundos. El voto racional debe mirar por el retrovisor. Por un retrovisor que nos sitúa en los EEUU de Trump. Y esos EEUU no son otros que la defensa del mercado en detrimento del Estado. De la política a base de tuits. De la política proteccionista y del mal saber peder. Años del asalto al Capitolio y años que deconstruyeron el "Yes we can" de Obama. Biden ha sido el presidente que liberó a EEUU de la recesión económica tras la pandemia. Él, y no Trump, creó el mayor número de puestos de trabajo de la historia de su país. Él, y no Trump, aprobó el Plan de Rescate Estadounidense y la Ley Bipartidista de Infraestructura. En su primer año de legislatura, se triplicó la producción de coches eléctricos. Y con él, y no Trump, hay 5 millones más de estadounidenses con seguro médico. En medio de la pandemia, decidió que EEUU volviera a la OMS y al Acuerdo del Clima de París. El 30 de agosto de 2021, Biden retiró sus tropas de Afganistán tras dos décadas de presencia militar.
Trump nunca consiguió "drenar el pantano de Washington". No estuvo a la altura en la gestión de la pandemia. Su mandato culminó con la escalofriante cifra de 230.000 muertos por Covid-19 y 9 millones de contagiados. Contradijo a los expertos y tuvo la osadía de aconsejar a los infectados que se inyectaran lavandina. Sus logros económicos se derrumbaron, como un castillo de naipes, tras el advenimiento de la pandemia. Tanto es así que su país llegó a estar en recesión. Una recesión que destruyó miles y miles de puesto de trabajo. Y una recesión que dificultó el acceso, de miles de estadounidenses, al sistema de salud. Tuvo un estilo caótico en la Casablanca. Insultaba, por Twitter, a periodistas. Su egocentrismo lo situaba como una víctima ante un sistema mediático que iba contra él. Retuiteaba mensajes racistas y homófobos. Trump perdió las elecciones. Y las perdió, entre otras causas, por el castigo de miles de mujeres, hartas de su modales, y de hombres de más de 65 años; que criticaban su gestión ante el coronavirus y el difícil acceso a la salud.
Llegados a este punto, y hecho balance de sendos gobernantes, ahora toca decidir. Sin crisis del coronavirus por delante, "otro gallo hubiese cantado en el corral de Trump". No olvidemos que antes de la pandemia, el presidente republicano saneó la economía, creó puestos de trabajo y ahuyentó el miedo de la América vaciada. La pandemia fue la prueba del algodón de su mandato. Una pandemia, como les digo, que sacó su peor versión. Las heridas abiertas otorgaron la victoria a Biden, un señor tranquilo y moderado frente a un "juguete roto" tras una riña de cumleaños. Ahora, toca que Biden refresque la memoria. Toca que recuerde a las mujeres y a millones de familias, damnificadas por la pandemia, los efectos del trumpismo. Toca que ponga en valor la sabiduría sobre los lapsus de la edad. Una edad que – año arriba, año abajo – comparte con su rival (Trump, 78 años). Y toca que el mensaje del miedo – a la América de Trump – haga su efecto en la movilidad de la izquierda. Una izquierda que defiende la fórmula más Estado y menos mercado. Y una izquierda, que muy probablemente otorgue una segunda oportunidad a Biden, un líder apoyado por Obama. Alea iacta est.
Juan Antonio Luque
/ 2 julio, 2024Creo que en estas elecciones, querido Abel, no se trata de quien gestionara mejor el país, sino de saber si a quien se elige es capaz de liderar esa gestión y de aportar ideas, o si mas bien es la cabeza visible de algún holding que le dicta los pasos que debe dar.
Aunque cada vez estoy más convencido de que ningún político manda, solo siguen el camino que el capital les marca.