• LIBROS

Entrada anterior
Entrada siguiente

Un año de guerra

Hace un año, se produjo la invasión de Rusia a Ucrania. Hoy, doce meses después de aquel episodio fatídico, los ucranianos sufren la metralla de su invasor ante un panorama desolador. Más allá del encarecimiento de las materias primas, el orden mundial ya no es el mismo que hubo antes del conflicto. Y no lo es, queridísimos lectores, porque la invasión ha puesto en valor a la OTAN como garantía de seguridad ante posibles amenazas internacionales. Una OTAN, como les digo, que se ha mantenido en su sitio desde el minuto uno de la contienda. Aún así, la no intervención abre un dilema ético de calado. ¿Se debe mirar para otro lado mientras dos chavales se parten la cara en medio de la calle? o, por el contrario,  ¿debemos separarlos aunque nuestro físico corra riesgo de ser dañado? Los chavales, en este caso, son Rusia y Ucrania. Y los espectadores, son los países del resto del mundo.

Tras doce meses de guerra enquistada, las fichas del tablero mundial pueden cambiar de un momento a otro. De un momento a otro, el desgaste de Putin puede culminar en una bandera blanca o en una tensión más de la cuerda. Lo primero se presenta como algo poco probable. Poco, porque una retirada de las tropas o un alto el fuego definitivo supondría un duro golpe al orgullo ruso. Sería una imagen de boxeador perdedor, de país arruinado y "humillado" ante los ojos de su gran rival en la Guerra Fría. Y una tensión más de la cuerda, o dicho de otro modo, una extensión del conflicto a países limítrofes de Ucrania, y pertenecientes a la OTAN, supondría el preámbulo de la Tercera Guerra Mundial. Estaríamos ante un conflicto bélico entre dos grandes bloques claramente definidos. Dos bloques que pondrían en jaque a China, un país cuya economía depende, en su mayoría, del cliente europeo. Un cliente que en términos bélicos participaría, por su pertenencia a la OTAN, con el bando americano. No olvidemos que hace unos días, Estados Unidos explotó, por razones de seguridad, un globo chino que rondaba por su cielo. Si Putin tensara la cuerda, estaríamos ante un conflicto de índole mundial. Y un conflicto con consecuencias indescriptibles ante la amenaza del temido "botón rojo".

La Paz y la Seguridad se presentan como los principales retos de la defensa actual. La Seguridad implica el desarrollo de ejércitos profesionales y coordinados a nivel internacional. Para ello resulta imprescindible que se amplíen los presupuestos en defensa en la zona comunitaria. Presupuestos que sirvan para modernizar el transporte militar y su armamento ante la activación del riesgo bélico. Por otro lado, es urgente que arranquen los mecanismos de Paz. Para vehicular un escenario pacífico es importante que la diplomacia juegue su papel mediador. Un papel, como les digo, más allá de visitas a la zona cero y postureo político, que lo único que causan es una pseudaimagen de paz de cara a la galería internacional. La ostentación de unión entre los países de la OTAN es condición necesaria pero insuficiente para la solución del conflicto. Tras un año de tensiones, lo cierto y verdad, es que el conflicto se halla anquilosado en una guerra fría que nos recuerda a otras páginas del pasado. De un pasado que nos sirvió para comprender que las guerras guardan similitudes con las luchas de egos.

Deja un comentario

  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

  • Categorías

  • Bitakoras
  • Comentarios recientes

  • Archivos