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La OTAN, Zelenski y la Segunda Guera Fría

Tras un mes apartado de las calles del vertedero, el otro día compré el periódico. Necesitaba, la verdad sea dicha, papel para limpiar los cristales del coche. Antes, leí los artículos que se cocían en los fogones de ABC. Artículos que versaban sobre la cumbre de la OTAN y la marca España. Una marca que se vio reforzada por los selfies de los altos dirigentes deambulando por los pasillos del Museo del Prado. Me recordó, la verdad sea dicha, a las panorámicas de París cuando el Tour, y su pelotón multicolor, pasa por los Campos Elíseos. Y es que, queridísimos lectores, la política y el espectáculo van cogidos de la mano. Los congresos, las inauguraciones y los mítines ponen en valor la estética del poder. Una estética que sirve de metamorfosis para que la humildad de los recién llegados se transforme en la vanidad de los veteranos. Asistimos a una cumbre, la de Madrid, de políticos canosos que utilizan estos encuentros, entre otros menesteres, para ganar popularidad en el ranking internacional. Una popularidad que eclipsa a la oposición y empodera a los cetros y coronas.

Más allá de la parafernalia del otro día, la cumbre de Madrid ha servido para recordar a Putin que la Alianza Atlántica no es una reliquia de la Guerra Fría, sino que guarda la esencia de su primer día. La OTAN pone en valor el poder de la unión occidental ante la amenaza rusa. Una amenaza que, más allá del comunismo de la URSS, se percibe como un pulso entre titanes para ver quién ostenta el poder mundial en el siglo XXI. Un pulso que refresca los miedos fantasmagóricos de las dos potencias del ayer. Y un pulso que sitúa a Ucrania como un rehén internacional. Si antes era la desconfianza ante la posible posesión de armas nucleares. Ahora es la tensión internacional por la incertidumbre que genera el desenlace de la guerra. Una guerra que se atisba como interminable por su carácter estructural y geopolítico. El miedo a una Tercera Guerra Mundial, por parte de la OTAN, invita a la realización de cumbres. De cumbres para que Putin visualice los costes y oportunidades que le supondría la entreda en un conflicto global.

La victoria de Ucrania en Eurovisión, su futura pertenencia a la Unión Europea y el testimonio de Zelenski en la cumbre de la OTAN son condición necesaria, pero no suficiente, para que se decrete el alto el fuego. La OTAN, más allá de esta cumbre, no se convertirá en el "Zorro justiciero" que algunos desean. Y no lo hará porque sería un suicidio internacional. Estaríamos ante un escenario bélico global que supondría una hecatombe para el establishment mundial. Por ello la estrategia pasa, y no será de otra manera, porque la OTAN se convierta en un staff de apoyo al pueblo ucraniano. Un staff – y disculpen por el término – económico, armamentístico y humanitario que sirva de ayuda paliativa mientras dure el conflicto. Aún así, la cuerda tendrá momentos de tensión y distensión. Asistimos ante una Segunda Guerra Fría de resistencia y desgaste contra el enemigo. Una contienda que traerá encarecimiento de materias primas y corrientes inflacionistas. Dos efectos colaterales que traeran, a su vez, cambios de gobiernos.

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2 COMENTARIOS

  1. Juan Antonio Luque

     /  4 julio, 2022

    Una vez más la política nos ha mostrado su cara más cínica e hipócrita que tiene. Mientras sus señorías, o como se les quiera llamar, disfrutaban en Madrid de todos los boatos más lujosos, han llegado al acuerdo de aumentar el gasto en armamento mientras los presupuestos en salud, educación e I+D civil sigue bajando. Mientras los muertos para asustarnos los pone Ucrania. Una vez más USA se sale con la suya y nos obliga a pasar por el aro que nos ponen sus industrias armamentistas bajo amenaza de dejarnos entre las garras del demente Putin. Cuando bien es sabido que siempre que han querido quitarse a algún presidente de en medio lo han liquidado en unos días. Lo que si estamos viendo es que esta guerra tiene muchos intereses ocultos. Porque las bolsas no se ponen nerviosas ante tantos días de guerra y la subida de la inflación.

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  2. RAFA

     /  6 julio, 2022

    Reducir el problema de la inflación y el encarecimiento de las materias primas al conflicto con Ucrania, es ser, consciente o inconscientemente, en cómplice de este teatrillo que han montado.
    Lo siento, pero te veía con mejor capacidad crítica. Saludos

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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