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Guerra Fría

Hace años, en la sala de profesores del instituto, tuve una conversación intensa con María, una compañera de Geografía e Historia. Apasionada de la política, no entendía por qué seguíamos, en pleno siglo XXI, inmersos en la Guerra Civil. Según ella, la contienda fue algo más que una España dividida entre rojos y azules. Si el conflicto no hubiese derivado en dictadura. Si Franco no se hubiese proclamado "el Generalísimo" por la gracia de Dios, otro gallo hubiera cantado en los corrales de la República. La dictadura, más allá de ausencia de libertades, instauró una ideología conservadora que se fundamentó en una ética cristiana. Los mandamientos del catecismo, el "no cometerás actos impuros", "santificarás las fiestas" y "amarás a Dios sobre todas las cosas", entre otros, abanderaron el credo del franquismo. Tanto que el sexo, sin fines reproductivos, fue prohibido. Y esta prohibición arrastró y criminalizó a cualquier orientación que no fuera heterosexual.

Hoy, la derecha se proclama, en su argumentario,  como liberal y cristiana. Liberal porque defiende los principios del liberalismo – el Estado de Derecho, el sistema de mercado y la división de poderes, entre otros – y cristiana porque comulga con la moral de la Iglesia. Así las cosas, cuando gobierna el PP resurgen las simpatías hacia el catolicismo. Simpatías en forma de la "religión (católica)" como asignatura puntuable en el sistema educativo. Y antipatías – recuérdese a Ana Botella cuando dijo aquello de: "Una pera y una manzana no pueden dar dos manzanas" – contra el matrimonio homosexual. Existe, vaya por Dios, una conexión manifiesta entre el Pepé y la moral católica. Y esa conexión, que no es ni buena ni mala, suscita ambigüedad política. Ambigüedad entre quienes son creyentes y defienden la supremacía del Estado en detrimiento del mercado. Y ambigüedad entre quienes creen en los valores de la familia tradicional y confían en la socialdemocracia. Estamos ante un tipo de votante – miles en toda España – que no se ajusta al pack de la derecha – con el liberalismo cristiano – y que, sin embargo, votan a la gaviota.

Durante cuarenta años de sotanas, Nodos y uniformes, asistimos al castigo del bien más preciado, la libertad. Miles de "rojos", o defensores de los intereses plebeyos, salieron de España. Y salieron antes de que los correveidiles del régimen, los acusaran de traidores, o mejor dicho, de ir contra el franquismo. En el mal llamado "Reino de España" se quedaron los afines a los valores del caudillo, gente que encajaba con las derechas republicanas; nostálgicos de la monarquía y curas aburguesados. Gente conservadora que acudía los sábados a los toros y los domingos a misa. Hoy, esos conservadores conviven con quienes, en su día, emigraron a otros países por cuestiones ideológicas. Y conviven en un terreno de juego donde no hay correveidiles de caudillos, ni discriminación – al menos así lo proclama la Constitución – por razones de clase, creencias, orientación sexual u otra condición sociopolítica. Hoy, en España asistimos a una "Guerra Fría". Una guerra que se desarrolla en las barras de los bares, en los bancos de los parques, en las comidas familiares, en las líneas editoriales, en los platós de televisión y en otros recónditos lugares.

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1 COMENTARIO

  1. «Y conviven en un terreno de juego donde no hay correveidiles de caudillos, ni discriminación – al menos así lo proclama la Constitución – por razones de clase, creencias, orientación sexual u otra condición sociopolítica»
    Me parece que si hay correveidiles de caudilletes de Taifas, ahora se discrimina al cristiano o al que discrepa del pensamiento único y hemos cambiado la recomendación para trabajar del señorito por la del señorito político o señorito sindicalista. Tenemos la administración plagada de interinos o incluso funcionarios de carrera que ganaron su plaza gracias a las mafias sindicales de las bolsas y no sirven ni para estar escondidos. (Te lo digo yo que lidio con funcionarios de oficinas de la Administración que no conocen ni el nombre de la Ley de Procedimiento Administrativo)

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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