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Respetar la democracia

A pesar de la investidura de Sánchez. A pesar de gritar, por fin, aquello de "habemus presidente". Lo cierto y verdad es que el panorama político no pinta bien. Y no pinta bien, queridísimos lectores, porque estamos ante un hemiciclo de reproches y rencores. De amenazas y amenazados. Y, si me permiten la expresión, de "política barriobajera". Una política, como les digo, afincada en la crítica destructiva, en los insultos y la retórica barata. Y este tipo de política. De política sin formas, me recuerda a algunas discusiones acaloradas entre los clientes del Capri. Discusiones, como les digo, con miradas a la España, en blanco y negro, de los tiempos del caudillo. En la Hispania del siglo XXI, nuestros elegidos hablan de "matones", "fusiles" y "revólveres". Parece que muchos no han entendido, todavía, qué significa el Estado Democrático.

Estamos ante una democracia indirecta. Una democracia representativa donde la participación ciudadana culmina el día de las urnas. Las papeletas determinan los colores del Congreso. Y éstos, el conglomerado de diputados, eligen – desde la legitimidad de sus escaños y el poder de las mayorías – al presidente del Gobierno. Un presidente que, a su vez, designa a sus ministros. Y estos, constituidos, en Consejo proponen, ejecutan y desarrollan las leyes. Estas son, como saben, las reglas del juego. Unas reglas claras y distintas – como diría Descartes si viviera – que entendería hasta el borracho de mi pueblo. Así las cosas, la investidura de un presidente depende de la aritmética. Depende de que en primera votación se obtengan ciento setenta y seis votos a favor o que, en segunda tanda, se obtengan más síes que noes. La legitimidad de un presidente no depende, por tanto, de quiénes conforman las mayorías sino del número, de la consecución de un número mínimo de votos o de síes.

La investidura de Sánchez no incumple las reglas democráticas. Su investidura ha cumplido con los números establecidos y resulta tan legítima como todas las investiduras de los presidentes anteriores. Dicho esto, sorprende que algunos diputados se hayan visto amenazados a la hora de levantar la mano o manifestar su sí en beneficio de Pedro. Amenazados desde las redes sociales y medios de comunicación. Unas amenazas inadmisibles y carentes de fundamento. Carentes de fundamento porque las mayorías – nos gusten más o nos gusten menos – deben ser aceptadas. Y esa aceptación incondicional forma parte de la deportividad democrática. Una aceptación sin odios ni despechos es necesaria para no revivir las "Dos Españas" de Franco. Ahora es el momento de que cada diputado ocupe su lugar. Es el momento de que quienes hayan sido proclamados para gobernar, gobiernen. Y quienes no, ocupen con responsabilidad el lugar asignado. Los insultos y amenazas carecen de sentido en la España democrática.

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3 COMENTARIOS

  1. Pilar Martinez

     /  11 enero, 2020

    Magnifico articulo. Asi es el Estado de Derecho pero hay algunos que todavia no lo han comprendido y he hay el problema que tiene España

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  2. Hace mucho, mucho tiempo, que la teoría política distinguió entre una democracia formal y una democracia real (un gobierno posible). No es necesario insistir en esto. El sistema de elecciones al Parlamento ha demostrado que ya no da para más. Un sistema de elecciones sólo es bueno si es capaz de propiciar un gobierno. Si no, es una basura. Lo dice muy bien Mikel Buesa en estas páginas. Imprescindibles.
    https://www.elmundo.es/opinion/2020/01/10/5e18cac3fc6c83b02b8b45a9.html

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  3. Muy bien expuesto …

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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