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El efecto Cifuentes

Tras estudiar Sociología y Ciencias Políticas por la UNED – aparte de Relaciones Laborales por la Universidad de Alicante -, tenía casi decidido cursar el grado de periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid. De todas las facultades públicas de este país, ésta es la única que ofertaba – y oferta –  dicha titulación de forma on-line. Aunque no fuera santo de mi devoción, por el escándalo de plagio de su antiguo rector, era la única universidad que se adapta a mis circunstancias sociolaborales. Durante varios meses, analicé el plan de estudios, el sistema de convalidaciones y, por si fuera poco, hasta envié un correo electrónico al coordinador del grado. Rápido en la respuesta, me dijo que, salvo dos semanas de prácticas presenciales, la titulación se impartía, en su totalidad, a distancia. Desde los tiempos de locutor en la radio de mi pueblo, siempre soñé con el mundo del periodismo. La crisis económica familiar y otros obstáculos insalvables hicieron que mi vida corriera por otros derroteros.

El otro día, tras enterarme de la supuesta falsificación del expediente académico de Cristina Cifuentes por esta misma universidad, tuve dudas acerca de seguir adelante con mi aventura académica. La corrupción, como bien escribía Ignacio Escolar en su blog, no solo es una cuestión política sino también institucional. De corroborarse la exclusiva del Diario.es, la URJC perdería el poco prestigio que le quedaba, tras el varapalo de su exrector. La falsificación de tales notas atentaría, no solo contra el honor de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, sino también contra la honestidad de la institución académica. Aunque ambas implicadas – Cristina y la URJC – están haciendo sus deberes para desmontar el titular de la semana; lo cierto y verdad es que la cosa no pinta bien. Y no pinta bien, queridísimos lectores, porque es muy poco probable que tales "errores administrativos" ocurran a diario y, para más inri, que el equivoco no sea con un alumno cualquiera; sino con Cristina Cifuentes, ex delegada del Gobierno cuando se matriculó en el máster.

Lo más sensato, por higiene democrática, sería que Cifuentes dimitiera si se demostrase la noticia. Aún así, ella ya ha dicho que no piensa dimitir, aferrándose – faltaría más – a su presunción de inocencia. Si esto hubiese ocurrido, por ejemplo en Alemania, otro gallo hubiese cantado tras conocerse la noticia. Pero en España, como todos sabemos, las cosas de palacio van despacio y el sillón, es el sillón. Dimita o no, lo cierto y verdad, es que esta mancha en el expediente político de Cifuentes tira por la borda sus ambiciones políticas. Ella, y así lo he defendido en más de una ocasión en la barra del Capri, hubiese sido una apuesta segura como sucesora de Rajoy. Apartada – y valga la expresión – Esperanza Aguirre del camino, Cristina estaba más cerca del marianismo que del aznarismo. Y lo estaba, porque ella misma se definía, y así lo hizo en el chester de Mejide, como: "agnóstica, republicana y defensora del matrimonio homosexual", tres características que la alejaban del conservadurismo religioso y monárquico del fraguismo. Los supuestos dos notables de Cifuentes atentan contra el mérito y es esfuerzo que defiende su partido. Mientras unos alumnos se las ven y desean para llegar a la meta; otros, al parecer, atraviesan la línea blanca sin el sudor en la frente. Es precisamente esta falta de respeto a la comunidad universitaria, la que invita a la crítica a exigir la dimisión de Cristina.

Si no dimitiera Cifuentes, si se atornillara a la silla tras demostrarse la veracidad de la noticia, no cabría otra que plantearle una moción de censura. No sería ético, por honestidad democrática, que esta señora siguiera de rositas con la corona del pueblo. Por su parte, la URJC debería exigir responsabilidades a quienes, supuestamente, convirtieron los No Presentados por dos Notables inmerecidos. Responsabilidades en forma de suspensión temporal o cese definitiva de sus cargos. No estaría de más que se investigaran los expedientes de todos los políticos de renombre que han cursado estudios en este paraninfo. Una comisión de investigación, más allá de Cifuentes, serviría para demostrar la honorabilidad de la institución universitaria; demostrar que este es un caso aislado y apartar los garbanzos negros del cocido. A día de hoy, la URJC está en boca de todos por su supuesto trato de favor a la Presidenta madrileña; un discurso tóxico que abre los ojos a la opinión pública sobre cómo funciona el sistema; más allá de la legalidad vigente. Ante este jarro de agua fría, la imagen de la universidad española se empaña en el espejo internacional. Una imagen borrosa, de bordes difusos que impide distinguir la pureza de su figura.

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1 COMENTARIO

  1. Muy bien enfocado …

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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