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El silencio de los lagos

Llevo más de diez años escribiendo en los pergaminos de este blog. A veces, tengo ganas de tirar la toalla pero hay algo, dentro de mí que me impide hacerlo. De ahí que, vuelvo una y otra vez a la manzana prohibida. A veces, escribo desde el miedo. Miedo a que la interpretación de mis textos no sea la deseada. Y miedo a que alguien se sienta ofendido y dañado por el veneno de mis palabras. Hoy, le decía a Peter, no existe una intelectualidad comprometida como en los tiempos olvidados. Casi nadie corre riesgos por expresar lo que lleva dentro. Existen unas murallas que protegen el silencio. Un silencio funerario que deambula por las arterias del sistema. Si correr es de cobardes – que no estoy de acuerdo con la frase – , escribir es de valientes. Y lo es porque existe miedo a que nos excluyan de los grupos. Miedo a que la sinceridad sea consecuencia de despido. Miedo a que la verdad suponga enemistades. Y temor a que nos convirtamos esclavos de nuestras palabras. De ahí que exista una represión estructural.

Decía Freud, en El malestar de la cultura, que la moralidad de los pueblos reprime al Ello que habita en nuestro interior. Existe, por decirlo de alguna manera, un represor de todo aquello que atenta contra la ética. Esta represión, nos provoca frustración y desolación. Nietzsche culpaba a la religión. Decía que ahora lo noble – lo bueno – se ha convertido en malo. Existe una conjura de los de abajo contra los de arriba. De tal manera que el éxito está mal visto por el rebaño. Un éxito que, en la mayoría de las ocasiones, cursa con rubor y vergüenza ante el "qué dirán" de los necios. El intelectual se convierte en un tigre reprimido por el látigo de un domador. De un domador inferior, que mediante la domesticación de la fiera consigue que esta le preste sumisión. Así las cosas, la intelectualidad agoniza cada día. ¿Dónde están los intelectuales? Los intelectuales han perdido la independencia de hace décadas. Ahora escriben columnas dentro de líneas editoriales. Son pensadores de mercado, o dicho más claro, intelectuales a sueldo de clientes de quiosco. Escriben con libertad pero dentro de unos parámetros y un producto acotado.

En este blog, soy libre. Libre porque nadie tose en mis escritos. Y libre porque los artículos no pasan por la decisión de jefecillos de opinión. Este medio responde al modelo de intelectualidad comprometida con la razón. Un modelo que, lejos del mercado, escribe a cambio de nada. Aquí soy como un músico que toca el teclado en una plaza Mayor. Una plaza donde nadie paga el coste de la entrada. De ahí que nadie exige al autor. Nadie le recrimina la calidad de su obra. Nadie es su censor porque no existe un intercambio económico entre el músico y su música. No existe el factor mercancía. Y ese factor es el que explica la muerte del pensador. Una muerte que entorpece el espíritu crítico. Y una muerte que empobrece a la verdad y enriquece la hipocresía. Algunos intelectuales se visten de literatos. Desde el relato literario protegen sus murallas. Evitan que nadie les replique. Y de ahí que algunos firmen con seudónimos. Escriben con el disfraz de personajes y tramas imaginarias. Estamos ante la afluencia de pensamientos envueltos de maquillaje. El miedo a la expresión existe en la selva digital. Existe miedo a que los cocodrilos rompan el silencio de los lagos.

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1 COMENTARIO

  1. Juan Antonio Luque

     /  18 agosto, 2024

    Estamos en la época en que la autocensura rompe la magia del pensamiento. La época en la que el diálogo desapareció de la sociedad, remplazado por » Mi razón es la única verdad». Y creo que hemos llegado a esto porque a nadie le interesa el pensamiento crítico, ni quieren hacer autocritica. A los hechos me remito.
    Seguro que existe una solución para cambiar este modo de actuar… ¡Busquemoslo! … Por lo menos esos que nos identificamos como progresistas.
    Un blog como este es una buena herramienta para ello.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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