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De leones y ratones

Después de doce años, sigo escribiendo renglones en los lienzos de este blog. Fiel a mi función, expulso mis pensamientos en un océano repleto de pirañas y tiburones. Un océano de grandes medios, que dominan la información y atesoran el monopolio de la razón. En sus trincheras, escriben plumillas a sueldo del capital. Plumillas, en su mayoría literatos, que opinan de política y de cualquier tema de actualidad. Hoy, reconozco que una hormiga nunca sobrevive ante la pisada del dinosaurio. Y por mucho que escriba, este rincón siempre será como una barra de bar de las tripas españolas. Con dos libros publicados, y alguna que otra satisfacción, reconozco que esta obra no es otra que un cadáver viviente. Casi nadie comenta los post. Casi nadie comparte en las redes sus artículos. Es por ello que cada día, participo menos en la carroña. Y no lo hago porque sé que lo que mueve la industria de la cultura no es el talento sino el dinero. Un blog es como una planta que debes regar si no quieres que se marchite. Pero esa planta necesita una fuente de luz que la mantenga erguida en medio de su desierto.

Hoy, amigos y amigas, reflexiono sobre mi condición de escritor. Un escritor que nunca se creyó su escritura. Un plumilla, como les digo, que siempre escribió para sí. Y lo hizo desde el compromiso personal de la crítica. Una crítica libre y constructiva que mira a la actualidad, cuestiona sus fuentes y desarrolla la mirada. La mirada es la que los humanistas debemos defender. Una mirada hacia patios de luces interiores y vertederos abandonados. Vertederos llenos de maleza, de residuos clandestinos y ratas moribundas. En esos vertederos, el intelectual debe ejercer su travesía. Una travesía contra el establishment, la tradición y los dogmas. En ese recorrido, la canoa siente el movimiento de las olas y el temor ante el hundimiento. Y en ese temor es donde surge la furia que eclipsa la razón y la convierte en emoción. Ahí es donde el pensador huele la derrota. Y ahí es donde el boxeador ha perdido su combate. Miro, a lo largo de estos años, como las ilusiones que deposité en este proyecto no han dado los frutos esperados. Sin lectores en las butacas, la película no tiene sentido en el silencio de la sala. Un silencio tenso que impacienta a los actores y tergiversa los finales.

Aún así, sigo metido en la celda de mi ficción. Una celda de sueños rotos, y vendas caídas, donde lo único que queda son las heridas de la razón. Desde hoy, el blog vuelve a la esencia de su condición. Vuelve el encuentro con el lienzo. Un encuentro que deja abierta la intimidad del escritor para goce del lector. Ahí, quieto como el lagarto en las profundidades de su lago, es donde debe surgir la paz. Una paz llena de ruidos. De ruidos de campanas, de sirenas y de procesiones interiores. De ruidos en forma de postureo y mendigos de "likes". Dentro de ese escándalo que algunos llaman vida, viven los utópicos. Es la vida del paréntesis, de los relojes parados y las canciones pausadas. En el refugio, los pintores manifiestan su mirada a través de sus pinceles. En ese refugio, de sombras y hogueras fraudulentas, el talento aflora como una semilla en medio de la primavera. Un talento que se manifiesta sin brillo ante la capa de arena que recubre sus aristas. El Rincón sigue su ruta por la senda del desierto. Y lo hace sin ánimo de encontrar un oasis que calme la sed de sus camellos. El paisaje no hace justicia a la cámara, ni siquiera los leones sacan dientes cuando ven a los ratones.

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1 COMENTARIO

  1. El Decano

     /  7 julio, 2023

    Adapto este comentario de una gran escritora canadiense justo después de leer tu precioso artículo.

    El buen escritor es más fuerte cuando sufre escribiendo sobre el dolor, cuando sufre por los interminables agujeros argumentales, cuando sufre durante semanas (yo diría, toda una vida) atascado en el mismo capítulo, cuando sufre en la soledad o el vértigo de la incomprensión. La recompensa personal de cualquier escrito supera con creces todo lo que podría haberse soñado, si bien el sufrimiento es mayor.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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