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Lucha de egos

La "hipótesis de Casado", como titulan los pergaminos del vertedero, no ha sido corroborada. Al parecer, el efecto Ayuso sí tuvo algo que ver en la victoria madrileña. Y tuvo, estimados amigos, porque el Pepé, como partido, no ha salido agraciado en las elecciones castellanoleonesas. Aunque haya ganado la batalla. Aunque haya sido el partido más votado, la "aritmética parlamentaria" lo sitúa entre "Pinto y Valdemoro". Lo sitúa, como les digo, en la encrucijada. Una encrucijada que se debate entre pactar con la extrema derecha o pactar a la alemana. Contra todo pronóstico,  Vox ha recogido los "cadáveres" de Ciudadanos. Los exvotantes de la "nueva derecha" – término acuñado por Sánchez – han radicalizado su voto. Estamos ante una derecha rota que, a día de hoy, carece de un liderazgo a la altura de las circunstancias. La victoria de Casado reproduce el mismo trance que Salvador Illa sufrió en las elecciones catalanas.

Tras el declive del suarismo, en este país no habido una visión de Estado. Lejos de los Pactos de la Moncloa y el talante conciliador de la Transición, en la España del ahora se ha instaurado la partidocracia. Se ha instaurado una política de trincheras donde los "pactos antinatura" son percibidos como maniobras arriesgadas para los intereses de los partidos. Así las cosas, estamos lejos – muy lejos – de que el PP o el PSOE bailen juntos el día de disfraces. Y lo estamos, a pesar de que esta cultura de "rojos" y "azules" caracterizó a la Segunda República; un periodo histórico que finalizó con una lucha entre patriotas; cuarenta años de rombos, curas y tricornios. El PP debe decidir si abrazar a la extrema derecha o pactar con la socialdemocracia. Al fin y al cabo, las filas de Casado y Sánchez no están tan lejos como parece. Y no lo están, claro que no, porque ambas están enmarcadas en el cuartel del neoliberalismo. Y porque tanto la una como la otra están unidas por el Estado del Bienestar.

Más allá de la aritmética electoral, el resultado de Castilla y León supone el certificado de defunción de Ciudadanos y el liderazgo de Casado. Tal y como pinta el panorama, las voces críticas del Pepé deberían entonar el "váyase señor Casado". Y váyase porque su implicación en la campaña no ha tenido el efecto deseado. Ayuso, mientras no se demuestre lo contrario, ha demostrado que es la "nueva promesa" de la derecha. Y lo es, salvando mis discrepancias ideológicas, porque ha conseguido que su relato incomode a La Moncloa. Ayuso pescó en los caladeros de la izquierda. Precipitó la dimisión de Pablo Iglesias y consiguió que miles de obreros votaran a la derecha. Estamos ante una lucha de egos que perjudica al partido. El Pepé de nuestros días necesita un líder que entusiasme a la gente y paralice el crecimiento de la extrema derecha. Necesita, y valga la redundancia, un programa claro que delimite sus fronteras ideológicas. Y necesita, un partido que vaya más allá de la mudanza de Génova.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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