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De riesgos y catástrofes

Decía un viejo un conocido de El Capri que "la vida es un volcán". Tras periodos de calma, vienen momentos de tempestad. Existen, escribía el otro día en una red social, tramos históricos que pasan invisibles para los historiadores y otros convulsos como un mar tempestuoso. Así las cosas, el siglo XX, por ejemplo, fue un siglo de guerras y totalitarismos. Hitler, Stalin y Mussolini protagonizaron los episodios más sanguinarios de aquel "Siglo Horribilis".Hoy, vivimos en un escenario de riesgos incesantes. En menos de cinco años, hemos vivido danas, terremotos, pandemias y volcanes. Hay dos modos de entender la historia. Uno, como algo progresivo y lineal. Y otro, como algo cíclico. Los defensores del primero argumentan que cualquier tiempo pasado fue peor. Reflejan, por decirlo de alguna manera, la máxima de Heráclito: "No te bañarás en las aguas de un mismo río". Todo cambia, todo deviene, nada permanece.

Los segundos, por su parte, defienden el carácter cíclico de las crisis económicas, la repetición de las catástrofes naturales en lugares similares y la lucha de contrarios. Una lucha que comenzó con la Guerra del Peloponeso y que continuó a lo largo de la historia. Así hemos asistido a un duelo de titanes entre monárquicos y republicanos, demócratas y tiranos, reformistas y radicales, ateos y creyentes, conservadores y progresistas; entre otros. Y en ese eterno retorno, en esa eterna lucha, todo se resuelve en el abismo de los contrarios. Esta visión cíclica de la historia es necesaria para instaurar la prevención histórica. Hace años – os contaré una anécdota – conocí a Alejandro, un señor de ochenta años que frecuentaba el garito los viernes después de comer. Accionista de pura cepa se arruinó varias veces en su vida. En el año 2008, me contaba que compró muchas acciones de una entidad en bancarrota. En el 2010, vendió esas mismas acciones por el triple de su valor. Le pregunté, ¿y usted, por qué sabe tanto de acciones? No, yo no sé de acciones. Lo que tengo son muchos años y he visto, a lo largo de mi vida, varias crisis similares; me contestó.

El hombre, como la mayoría de animales, tropieza dos veces en la misma piedra. Y ello está pasando con la sociedad actual. Seguimos tropezando en la mala gestión de los riesgos. De riesgos con efectos repetidos. Nos endeudamos por encima de nuestras posibilidades, recibimos multas por infracciones idénticas y visualizamos imágenes escalofriantes sobre tragedias paralelas. Es necesario, que se instauré una cultura de la prevención en el sentido amplio del término. Cultura preventiva en materia de riesgos laborales, sanitarios y naturales. Para ello se necesitan mapas de riesgo, con la calificación de los mismos, y sus medidas preventivas. Y se necesitan acciones formativas. Acciones o planes de actuación ante posibles terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas y pandemias, entre otros. Se debe instaurar una memoria de riesgos que recoja sus variables espaciales y temporales. Una memoria que ponga en valor los aciertos y errores en la gestión de las catástrofes. Si no lo hacemos, si dejamos que el temporal amaine, y que la tragedia escampe, volverán los llantos y lamentos ante escenarios futuros.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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