El otro día, recibí un correo de André, un politólogo francés afincado en Lyon. Hace años, allá por el 2013, hablamos largo y tendido sobre política comparada. A ambos, nos interesan los paralelismos entre hechos históricos, tales como la Revolución Francesa y Bolchevique, por ejemplo. Me comentó que estaba investigando, en la Universidad de París, sobre Charles de Gaulle y sus relaciones con la prensa. Me preguntó sobre la pandemia en España, su incidencia, prevalencia y gestión de la misma. Le conté, no me lo pude callar, las palabras – inoportunas, desde mi punto de vista – de Victoria Abril para la Sexta. Palabras, instauradas en el negacionismo, que contrastan con la preocupación social ante la pandemia. Una pandemia que, de alguna manera, nos recuerda al "Soldado de Nápoles" o "la enfermedad de moda", nombre que recibió la Gripe Española, por parte de los medios nacionales, allá por 1918.
Aquella gripe mató, en dos años, a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Y las mató tras registrar una sintomatología similar al coronavirus: fiebres altas, cansancio general, dolor de oídos, diarreas y vómitos esporádicos. La falta de antibióticos derivó en neumonías severas que acabarían con la vida de los afectados en cuestión de cinco días. La insuficiencia respiratoria fue, según los informes de la época, el detonante principal de aquellas morgues improvisadas. A diferencia de nuestra pandemia, la epidemiología no estaba tan avanzada. Ni siquiera existía la esperanza en la vacuna. El neodarwinismo – o la teoría sintética de la evolución – explicaba los saldos naturales del día a día. La genética – que diría Mendel – y la selección natural – que diría Charles – decidían quién vivía o moría ante los ojos del enemigo. Un enemigo, como el actual, invisible y de origen desconocido. Nunca se supo, a ciencia cierta, si su origen estuvo en Francia, China o en Estados Unidos.
A diferencia de las víctimas por Covid, la gripe española se cebó con los adultos jóvenes. Sus víctimas fueron personas entre 20 y 40 años. Personas, como les digo, en la flor de la vida que, por lo que cuentan los expertos, no estuvieron expuestas al virus durante su niñez y, por tanto, carecían de inmunidad. No se sabía tanto, como hoy sabemos, acerca de los protocolos sanitarios. Aún así, se establecieron cuarentenas para los infectados, aumento de las medidas higiénicas, uso de máscaras de tela y gasa, distancia social y paralización de buena parte de la vida pública. Medidas que, como hoy, tuvieron repercusiones negativas en la economía. Tras el fin de la pandemia, llegó la filosofía del "Carpe diem", una actitud ante la vida basada en el valor del instante en detrimento del futuro. Un valor que se verbalizaba mediante frases como: "vive cada día como si fuera el último de tu vida". Y ese “viva el presente”, de los felices años veinte, trajo consigo grandes dosis de consumo, placer y desenfreno.