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2019, año mudo

Si mirásemos por el retrovisor de los tiempos, podríamos juntar los acontecimientos históricos en muy poco espacio. Tanto es así que en dos o tres tomos sintetizaríamos la historia de España, por ejemplo. Así las cosas, los puntos de inflexión son los encargados de hilar el relato. Si no fuera por tales puntos – revoluciones, elecciones, alzamientos militares… – estaríamos inmersos en el pasado. Hay décadas que pasan en silencio por la ausencia de tales puntos. Décadas, como les digo, donde no hay nada importante que escribir y, por tanto, pasan desapercibidas. Así, por ejemplo, la Edad Media tuvo cientos de años callados. Años callados hasta que la escolástica fue sustituida por la ciencia moderna. Sin embargo, otros periodos históricos han sido convulsos y llenos de noticias. El siglo XIX español estuvo marcado por el rifirrafe entre liberales y conservadores. Y el siglo XX, a nivel europeo, por dos guerras mundiales y los totalitarismos.

El año que nos deja, el 2019 pasará a la historia por ser un año mudo. Un año sin datos relevantes, e inmerso en el inmovilismo. Hoy, a punto de comernos las uvas, estamos en el kilómetro cero que hace doce meses. Seguimos con un multipartidismo anquilosado y polarizado. Continuamos con el problema catalán pisándonos los talones. Y estamos, como diría Gregorio, en una situación que "ni palante, ni patrás". Lo único significativo, por subrayar algún fenómeno, ha sido la dimisión de Rivera y el auge de Vox. Más allá de tales titulares, el panorama político se presenta desolador. Desolador, y digo bien, porque – aunque tengamos investidura en breve – el inmovilismo legal está garantizado. Y lo está, queridísimos lectores, porque en este país de pandereta la partidocracia y el multipartidismo es un coctel explosivo. La política española se ha convertido en un juego de suma cero. Un juego donde cada uno barre para su lado. Y un juego donde los relatos están tan definidos que casi nadie mueve ni un punto ni una coma.

Si nadie tuerce el brazo. Si los partidos y sus líderes no son capaces de encender las luces largas; España derivará hacia una democracia bananera. Una democracia caracterizada por la incompetencia de sus elegidos, las legislaturas cortas y el insulto verdulero. Un país galdosiano marcado por el mantra del "rey muerto, rey puesto". Ante esta situación, la soberanía popular, más allá de la abstención o el cambio de chaqueta, no puede hacer gran cosa. Estamos cerca, muy cerca, de parecernos países como Israel. Países donde votar una y otra vez se ha convertido en un círculo vicioso. Un círculo vicioso cuyo final es el cabreo colectivo, la parálisis legal y el éxodo de capitales. Es necesario, maldita sea, que pasemos página a la España de los rojos y los azules. Es urgente que inauguremos la cultura de la postpartidocracia. Una cultura que rompa con los estereotipos de la derecha y la izquierda. Y una cultura donde prevalezcan los planteamientos, las previsiones cuantitativas y la autocrítica. Una nueva cultura necesaria para salir, de una vez por todas, del sesgo del año mudo.

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1 COMENTARIO

  1. Fco Javier Sanchez Duran

     /  28 diciembre, 2019

    Siempre habrá izquierda y derecha porque siempre habrá explotadores y explotados, siempre existirán » los de arriba» y » los de abajo» porque siempre existen los que toman decisiones que a todos nos conciernen y siempre existirán los que sufren esas decisiones…el centro no existe. Yo, afortunadamente, me identifico más con los de abajo porque ellos son la vida y de ellos y de su revolución depende nuestro futuro

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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