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De Màxim, Planas y las torpezas de Sánchez

Hace una semana, defendí a Maxìm en la barra de El Capri. Dije que, a pesar de su nula experiencia en la gestión de lo público, parecía un tío un honesto. Y hoy en día, con la que está cayendo en los tejados de Génova, ser honrado es un valor añadido en las filas del hemiciclo. Aparte, de su "intachable honradez", critiqué su actitud ante el deporte. No me parecía bien que el máximo representante de los valores deportivos, no comulgara con los mismos. Ayer, tras conocer su derrota, escuche atentamente su mensaje de despedida. Un mensaje pobre, inverosímil y con tintes demagógicos. Con la frase "me voy porque estoy convencido de que necesitamos transparencia, hasta cuando no hay nada turbio", el ministro más breve de nuestra democracia abandonó su silla, con excusas y reproches. Detrás de Máxim se esconde, por desagracia, la torpeza de Sánchez. Torpeza, por no haber investigado a tiempo su pasado. Y, torpeza, por no conocer, de buena tinta, las debilidades de su elegido. Debilidades en forma de tuits contra el deporte. Y debilidades, tal y como hemos conocido, en forma de triquiñuelas con Hacienda.

Aparte de la caída de Huerta. Aparte de la mala imagen de su dimisión en los ecos internacionales, la caída del ministro pone en evidencia que algo está cambiando en la política española. Si antes fue la dimisión de Cifuentes por las presuntas irregularidades de su máster, destapadas por los tentáculos de Ignacio. Ahora es la cabeza de Màxim por sus fechorías con el fisco, descubiertas por las filas de Cardero. Las palabras que dijo Pedro tras conocerse, hace años, el caso Monedero: "Si tengo en mi dirección a un responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca pagar, esa persona al día siguiente está fuera", se han convertido en una de espada de Damocles para derrotar a los suyos. Estamos, como diría Quevedo si levantara la cabeza, ante un país de pillos y lazarillos; donde lo único que importa es el bienestar de los bolsillos. Así las cosas, aunque Huerta pagara, en su día, por los hechos destapados. Lo cierto y verdad es que en política nunca se borran las manchas del pasado. Por ello, Màxim nunca debió aceptar la cartera de ministro. Nunca debió prometer el cargo, a sabiendas de los cadáveres que escondía en el armario.

Tanto Podemos como el Pepé pidieron la cabeza del extertuliano de Ana Rosa. Podemos, porque este caso les recuerda al estribillo de Monedero. El PP, porque los garbanzos negros están en todas partes. Recuérdese que por la aguas del PSOE flotan los residuos de los ERE de Andalucía y los últimos años del felipismo. Años de Roldanes, Veras y Barrionuevos. Luego, como diría el escudero del Quijote, nadie está libre de pecado. Hoy, sin ir más lejos, el PP ha pedido la dimisión de Luis Planas, el recién ministro de agricultura. Al parecer, este señor está imputado por un caso de robo de agua en Doñana. Estamos, en caso de que tales hechos sean veraces, ante la segunda torpeza de Sánchez. Una vez más, "el buenísimo" del Presidente le ha jugado una mala pasada. La política se ha convertido en una jungla, donde la intuición, y las apariencias, no son buenas consejeras para formar un gabinete. Hoy, tras una semana del Gobierno idílico de Pedro, la montaña de naipes se desploma por el olor de sus cadáveres. Estamos, queridísimos lectores, ante un país sin arreglo. Un país de Urdangarines, donde los "espabilaos" han tirado por la borda el prestigio de los honestos.

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1 COMENTARIO

  1. Buen artículo
    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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