Como saben, Rosa María Artal – autora de El Periscopio, un blog de opinión similar al mío – ha sido fichada por Podemos para su lista por Zaragoza. Desde que comunicó la noticia, la verdad sea dicha, casi no sigo sus escritos. No los sigo, queridísimos lectores, porque pienso que un periodista – en este caso una periodista -, por deontología profesional, no debería meterse en política mientras ejerce su profesión. Aunque cada uno es libre de tomar sus decisiones y hacer con su vida lo que le venga en gana – faltaría más -, hay profesiones que por incompatibilidad natural no deberían ejercerse juntas. El oficio de periodista consiste en informar de forma imparcial y veraz acerca de las historias relevantes y de interés social que suceden a su alrededor. Es precisamente esa imparcialidad, la que se pone en solfa cuando la pluma del escriba se nutre de tinteros ideológicos.
Aparte de no seguir con alegría a Rosa María – a pesar de todos mis respetos y admiración por su trayectoria profesional -, tampoco suelo leer el diario Público. No lo leo, queridísimos lectores, porque en dicha cabecera sucede lo contrario que en El Periscopio. Allí algunos políticos se convierten en pseudoperiodistas. Juan Carlos Monedero – para no ir más lejos – escribe: "comiendo tierra", un blog de crítica política alojado en Público. A través de su blog, el político de Podemos difunde sus ideas; vende su libro: "Curso urgente de política para gente decente" y, para postre enlaza la bitácora con sus redes sociales. La ubicación de Monedero en el escaparate mediático supone un privilegio para su partido y, al mismo tiempo, un agravio comparativo para el resto de políticos; que por respeto al periodismo – o por falta de oportunismo – prescinden de tales espacios. Tampoco suelo leer El Plural de Sopena. No lo suelo leer – a pesar de que colaboré con ellos y nunca censuraron mis escritos – porque: entre sus columnistas y analistas también figuran nombres afines a partidos políticos; algo con lo que no estoy de acuerdo y denuncio en este artículo.
La opinión de un periódico, queridísimos lectores, debería ser un espacio liderado por intelectuales. Entiéndase por intelectuales a personas procedentes del mundo académico y científico. Personas con capacidad para crear una opinión informada sin los sesgos ideológicos criticados. Resulta inadmisible que políticos de renombre, diputados, alcaldes, concejales y algún que otro expresidentes del Gobierno; influyan en la opinión pública mediante el poder de sus columnas. La opinión de un periódico – lo he dicho en más de una ocasión – no debería ser un espacio blindado a las firmas de siempre. El fin de las firmas supondría un avance para la higiene democrática y la transformación del modelo periodístico. Es necesario; tejer una opinión emitida por voces impolutas de contaminación política. Voces críticas e incómodas para el sistema, que miren desde la cumbre y cuenten a la gente lo que se cuece en la copa de los árboles.
Antonio Santos Rumbea
/ 21 junio, 2016Totalmente de acuerdo. El poder seduce. Pero la crítica jamás puede estar alineada a él y el periodismo más allá de una supuesta exposición neutral de los «hechos», debe ser el espacio para identificar distintas versiones sobre los mismos. Por otra parte no se diga la opinión. Habrá quienes afirmen que es afán de servir. Enhorabuena.Pero es crucial siempre entender uno qué es y qué no se es. Tal vez se evidencia que los objetivos en algunos han tenido que pasar por fases previas.
coronas49
/ 22 junio, 2016Muy de acuerdo, lo malo es mantenerse en la cima de la información imparcial en una sociedad donde todo se compra y se vende.