El PSOE corre el riesgo de convertirse – tal y como anuncian las encuestas – en un cadáver político a partir del 26J. Si se cumpliera la maldición, Podemos – o sea la "nueva socialdemocracia" – ocuparía el liderazgo de la izquierda. Aunque parezca mentira, el partido del "puño y la rosa" no ha levantado cabeza desde la caída de Rubalcaba. Los socialistas están a punto de convertirse en un partido residual, tal y como lo fueron Izquierda Unida en la segunda legislatura de Zapatero, y el CDS al final de los ochenta. El giro a la derecha ejecutado por ZP, la aparición de Podemos y el intento fallido de Sánchez en el debate de investidura son, entre otras, las principales razones que explican la enfermedad que padece el Titanic de la izquierda.
El otro día, sin ir más lejos, un lector de las tripas gallegas me preguntaba cuál era sociológicamente el retrato robot del votante socialista. El PSOE – le contesté – representa el voto ambiguo de la izquierda. Entiéndase como tal, a la masa de votantes que tienen claro a quiénes nunca votarían. Dentro de este espectro, de aristas imprecisas, se hallan en primer lugar, los votantes que defendiendo la unidad de España; no se sienten identificados con el PP ni Ciudadanos. Son – los podríamos etiquetar – como "los constitucionalistas de Sánchez"; votantes unitarios, de izquierdas y recelosos de Podemos. En segundo lugar tendríamos los votantes moderados. Votantes, como les digo, a favor de una gran coalición a la alemana y defensores, por tanto, de la estabilidad por encima de las ideologías. En tercer lugar, tendríamos "los incondicionales", aquellos votantes de corazón – normalmente mayores de sesenta años – que votan sí o sí a su partido. Y, por último, tendríamos a "los nostálgicos", votantes afines al ala radical del PSOE; defensores del felipismo y zapaterismo. Votantes indecisos entre el rojo y el morado.
Tanto Podemos como Ciudadanos – los nuevos de la parrilla – conocen de sobra el retrato robot del partido socialista. Por ello, queridísimos lectores, buscan a toda costa pescar en los mares revueltos de Sánchez. Mientras Pablo Iglesias intenta que muerdan su cebo "los nostálgicos", el ala radical del PSOE; Albert Rivera, por su parte, espera a que su anzuelo sea mordido por los "constitucionalistas de Sánchez" y "los moderados" (los defensores de la gran coalición a la alemana). Ante este mar impetuoso de bárbaros y piratas; el discurso ambiguo de Sánchez se presenta como la opción menos mala. La menos mala, como les digo, para salvar los muebles el día de las urnas. Aunque Pedro haya callado como una tumba: "dónde desembocarán sus votos el lunes que viene"; lo cierto y verdad es que si lo dijera sería su suicidio electoral. Lo sería, queridísimos lectores, porque entonces se activaría el voto útil hacia las fuerzas emergentes. Un voto que tiraría por la borda, los logros históricos del partido socialista.
Mark de Zabaleta
/ 25 junio, 2016Muy bien expuesto…
Saludos