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Darwinismo educativo

La desigualdad de la selva – decía Charles, mientras oía en su interior el silencio de los reptiles – impide al ratón sobrevivir con acierto en el escenario de los leones. Solamente los más aventajados tienen voz en la jungla de los otros. El determinismo de la cuna marca los agudos en el llanto de los cachorros. Los criterios de variación y selección son los jueces que deciden: quién se queda y quién se va en los reinos de la prueba. Mientras las uñas del gato ponen nervioso al más capaz de los roedores, el barrito del elefante pone los pelos de punta al más gallito de los felinos. Es la dialéctica entre los atributos de los unos y las debilidades de los otros, la que mueve los hilos en la lógica de las especies.

En las tablas de los hombres se repite la misma danza cruel que en los árboles darwinianos. Los principios de variación y selección – aludidos por el vecino de arriba – son los que rigen la felicidad en los escenarios goffmanianos. La diversidad de los humanos marca las líneas que separan a los más capacitados de los menos agraciados. Hay – en palabras de la abuela – quien nace con estrellas y quien se despierta estrellado. Solamente los que viven estrellados, necesitan el calor del elefante para moverse con seguridad por las sombras de los leones. Es el Estado y no el mercado, la institución que debe igualar a las sotas con los reyes y a los caballos con los bastos. Sin el intervencionismo del gobernante en el sino del desgraciado, el contrato de Rousseau se convierte en  papel mojado en los matorrales de Hobbes.

Las aulas de la Lomce impedirán que sobreviva el roedor ante las garras del león. La resurrección de las reválidas y la restricción de las becas; harán  que "sólamente" los fuertes de la manada, consigan rugir en la selva laboral. Los menos pudientes y los "justitos" de la clase, verán como el sueño de sus padres se convierten en la jarra rota del cuento de la  "lechera". La frustración ante el "querer y no poder"; desviará a las aulas hacinadas de FP a miles de talentos truncados por los caprichos de Wert. Ante este pastel, cocinado con los fogones más avivados del liberalismo de Smith, la educación se convierte en un espacio similar a los tiempos del ayer. Las mismas aulas de Franco donde solo: los "hijos de" podían aprender las cuatro reglas del saber.

La "niña de Rajoy". La misma que le hizo perder al discípulo de Aznar, su debate contra ZP. Será la adulta que no podrá estudiar por culpa de Wert. La misma mujer, que por razones de "nacimiento" y "Ley", no podrá desplegar su talento y demostrar su valor ante las corbatas de Madrid. Es, una vez más, la "falta de piedad" que decíamos atrás, la que pone de relieve las tesis de Charles. En días como hoy, como diría Juan Ramón en su programa de las seis, los "mendigos de Gallardón" no se mezclan con los cisnes del capital. La libertad para elegir – que tanto gusta a los hombres de Rajoy – ha ganado la batalla a la débil igualdad. En tiempos de derecha – ya lo dijo el tuerto de Lavapiés – los ratones no tienen nada que hacer.

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1 COMENTARIO

  1. Bueno, bueno, mucho cuidadito. La niña de Rajoy irá a un colegio privado, de los caros, e ingresará en una buena universidad, a golpe de billetera de su padre. Que, seamos serios, si es la niña de Rajoy, aunque no sea hija suya, debe ser de buena familia, que Rajoy no se junta con cualquiera… Ejem.

    Pero sí, tristemente cierto. Aún hoy cuesta que los menos pudientes venzan según qué obstáculos, cuanto ni más en el sistema educativo Post-LOMCE. Eso va a ser digno de ver, para llorar.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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