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La abstención, luces y sombras

Tras pedir la dimisión de Rajoy por el caso Bárcenas, tras repetir hasta la saciedad el "no es no, señor Rajoy" y, tras criticar por activa y por pasiva el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Tras todo eso, y mucho más, el PSOE está a punto, con su probable abstención, de dejar gobernar a don Mariano. Es, precisamente, esta disonancia política entre los dichos y los hechos, la que invita a la crítica a reflexionar sobre el asunto. Aunque Javier Fernández, presidente de la gestora socialista, diga que "abstenerse no es apoyar al PP", lo cierto y verdad es que la abstención favorece – o al menos no entorpece – la voz de la mayoría. Una mayoría liderada por la derecha.

La abstención evitaría el temido "volver a votar" en la víspera de Navidad; solucionaría la "cuestión de la gobernabilidad", defendida por Susana e, insuflaría aire fresco a los índices bursátiles. La abstención supondría el principio del fin de Pedro Sánchez como líder parlamentario. Lo supondría porque se convertiría en un títere político ninguneado por el sector crítico de su partido. Un títere, como les digo, "machacado" por la intromisión del "jarrón chino" en la democracia interna de Ferraz. La abstención – y perdonen por la redundancia – implicaría una crisis territorial ante la probable ruptura de la disciplina del voto por parte del PSC. La abstención sería comida para hoy y hambre para mañana. "Comida" porque pondría fin al hambre de gobierno. "Hambre" porque dentro de unos años estaríamos en el kilómetro cero que estamos ahora.

Volver a votar, queridísimos lectores, ocasionaría un efecto negativo para la higiene democrática. Supondría un fracaso en toda regla de la POLÍTICA con mayúsculas. Sería una bofetada hacia un electorado harto de escuchar, una y otra vez, el mismo repertorio. Volver a votar significaría una nueva composición parlamentaria similar a la disuelta. Una nueva composición, como les digo, de pluralismo partidista polarizado en todos los espectros ideológicos. Aún así, volver a votar sería bueno para la corriente defensora del "no es no, señor Rajoy". Sería bueno porque se consolidaría el liderazgo de Sánchez de cara a la campaña. Y sería bueno, porque el PSOE no correría el riesgo de ser castigado por su repliegue a la derecha. Volver a votar, como no podría ser de otra manera, sería perjudicial para la Bolsa, para la "marca España" y para las Relaciones Internacionales.

Entre una abstención y unas elecciones generales no podemos concluir, a ciencia cierta, cuál sería la opción más acertada. Tanto la una como la otra desembocarían en una orilla de clavos y espinas, alejada a años luz del ideal democrático. Seguir con Rajoy implicaría cumplir a raja tabla con los dictámenes de Europa y, por tanto, continuar erre que erre por el calvario de los recortes. Abstenerse no garantizaría las derogaciones de la Lomce, la Reforma Laboral y la Ley Mordaza, entre otras. No lo garantizaría, como les digo, porque la derecha haría uso de su "poder de veto por razones económicas", como lo ha hecho recientemente con el veto a la propuesta de paralización de la Ley Wert. Seguir con Rajoy sería un trofeo para la oposición. Una oposición con capacidad para tirar por la borda las iniciativas del Gobierno. Un Gobierno que nace muerto desde el minuto uno de su investidura.

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1 COMENTARIO

  1. conchita

     /  21 octubre, 2016

    pero no con nuestro voto…Que gobiernen con sus votos…los votos de la corrupción…y todos los demás en la oposición, diciendo NO al gobierno del PP.
    Y que la izquierda sepa unirse…mientras..perderemos siempre.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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