El 29 de octubre, del pasado año, supuso un antes y un después en el periplo de Carlos Mazón. Una DANA dejaba 232 fallecidos y tres desaparecidos en las tierras valencianas. A ello se suman los miles de daños materiales. Daños en forma de carreteras rotas, casas y coches destrozados. Hoy, cuatro meses después, Mazón sigue atornillado al sillón como si de un emperador romano se tratara. Y lo hace pese a las protestas callejeras que exigen su dimisión. La ambigüedad, en la gestión de la catástrofe, sitúa en la encrucijada al presidente de la Generalitat. Una ambigüedad que pone en jaque los cimientos de la responsabilidad política. A día de hoy, hay razones para exigir un "estatuto de la dimisión". Un "estatuto" que regule, de una vez por todas, qué conductas son, o no, motivos de dimisión. Y que las regule, como digo, más allá de intereses partidistas, oportunistas y electoralistas.
Cualquier tragedia humana y material responde a una nube de causas. No existe, por tanto, accidente sin causa sino la impericia del investigador para explicar las mismas. Si no hubiese hecho esto, no hubiese ocurrido aquello. Y si no hubiese ocurrido aquello, el accidente no se hubiese producido. Esta cadena de "hubieses" pone en valor la urgencia de medidas preventivas. Lejos de defender, o no, el cambio climático y sus consecuencias. Lejos de que existan corrientes negacionistas, lo cierto y verdad es que siempre han existido catástrofes climáticas. Desde las lluvias torrenciales de antaño, pasando por las gotas frías y ahora con las danas. De tal modo que, con más o menos frecuencia y por mucho que nos duela, continuarán. Ante esta verdad que nos causa inseguridad, se deben activar políticas de coordinación que afecten a la prevención y protección del riesgo atmosférico. Hace falta una mirada estadista que ponga en valor el interés general en detrimento del ideológico. Por encima de los sillones – del ego y la vanidad de cualquier elegido – está la responsabilidad política. Una responsabilidad que cursa con rendir cuentas sobre cualquier gestión social.
Desde la DANA, asistimos a cientos de contradicciones y ambigüedades, que – lejos de aclarar – oscurecen y enturbian la verdad. De ahí que los ciudadanos salgan a la calle. Y de ahí que exijan la dimisión de Mazón. Dimisión por sus supuestos "cambios de versión". Los "cambios de versión", vengan del político que vengan, insuflan incertidumbre en la población. ¿Por qué ha dicho esto cuando ayer dijo aquello? Esta pregunta tira por la borda la coherencia, que debe tener cualquier responsable político. Los momentos de crisis ponen en valor la comunicación política. Saber qué, cómo y cuándo transmitir la información requiere rigor y empatía. Rigor, como les digo, para evitar interpretaciones tendenciosas y partidistas. Y empatía para comprender el dolor de las víctimas. El político no está – faltaría más – en posesión de lo perfecto. Su condición lleva implícita la equivocación. Equivocación, como les digo, en la toma de decisiones. Y equivocación por su praxis política. Ante ello, lo más ético no es otra cosa que la dimisión. Por encima de cualquier sillón o carrera política, el elegido – ante cualquier contradicción por su gestión – debe dimitir. Dimitir "por dignidad".