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De verdades y corbatas

Una de las asignaturas que más me costó sacar en el  grado de sociología fue, si duda alguna, Ecología Humana. Hoy, varios años después, reconozco el valor de aquellos conocimientos. En aquellos tiempos – hace más de una década – ya se hablaba, entre otros temas, del calentamiento global, de especies invasoras, del deshielo y la Ley de Costas. Se abría el debate entre los utópicos – aquellos que creen que los avances tecnológicos mantendrán el planeta a salvo – y los antiutópicos o, dicho de otra manera, los pesimistas con el futuro de la Tierra. En aquellos años, las políticas medioambientales eran algo complementario que no iba va más allá de campañas de conciliación ciudadana y reciclaje de residuos. Hoy, las tornas han cambiado, los efectos del cambio climático acechan nuestras vidas. Y lo hacen con gotas frías, olas de calor, desertización, deforestación, salinización, huracanes y todo tipo de fenómenos atmosféricos. Fenómenos que alteran las características climáticas y ponen en vilo el sino de nuestras vidas. Vidas que transcurren entre miles de contaminantes físicos, químicos y biológicos que, en la mayoría de las ocasiones, causan enfermedades y bajas laborales.

Los efectos del cambio climático ponen en evidencia la desigualdad social de los países. Existen, como saben, colectivos que quieren y no pueden – en contraste con los pudientes – encender el aire acondicionado o la calefacción de sus hogares. En una sociedad de corte mileurista, como la nuestra, la climatización artificial supone un encarecimiento insostenible de la factura de la luz. Tanto es así, que cientos de ancianos han fallecido, en lo que llevamos de verano, por golpes de calor en el interior de sus casas. La ocurrencia de las corbatas – que ya en su día, la tuvo Miguel Sebastián – no deja de ser un brindis al sol. Aunque aflojar el nudo de la corbata suponga liberar calor del cuerpo y conseguir algo de confort térmico. Lo cierto y verdad es que – grado arriba, grado abajo – no es condición suficiente para prescindir del aparato de aire acondicionado. El recurso de la corbata oculta una estrategia política de calado. Gracias a la iniciativa, el discurso ecologista queda enmarcado dentro de las siglas socialistas. En tiempos de cabreo social con el aumento de la temperatura, y la encarecimiento de la luz, cualquier gesto político sirve para construir argumentos de voto. No olvidemos que, junto con el feminismo, el ecologismo es el principal reto que las sociedades deben afrontar de cara a los próximos años.

El discurso ecologista siempre ha sido un asunto relevante de la izquierda. La derecha, afín a los intereses del mercado y su defensa del Estado mínimo, ha sido reacia – en multitud de ocasiones – a que la factura medioambiental sea pagada por las grandes corporaciones. Se ha considerado "lo verde" como algo de “progres utópicos” más que un problema de interés general. El sanchismo, por su parte, han entrado en el campo de batalla. El impuesto a las grandes eléctricas supone un paso al frente para frenar la pobreza energética y el retroceso de la clase media. Un tributo que será eficaz siempre y cuando no repercuta, por la puerta de atrás, en las facturas de los contribuyentes. La carencia, en este país, de un partido verde – al más puro estilo alemán – invita a que la socialdemocracia abarque las inquietudes ecológicas y las introduzca en su catálogo. Esta misma estrategia ya la hizo Más Madrid en las elecciones madrileñas. Y también lo hizo Izquierda Unida con su polémica sobre la carne. Aún así, la lucha por la sostenibilidad del planeta es una cuestión a largo plazo. Una lucha, y esta es la cruz de la moneda, que atenta contra los selfies y la inmediatez del ahora.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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