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De capitalismo y felicidad

Dicen que la calle es la universidad de la vida. Una universidad que nos sirve para conocer a la gente. Para conocer lo que se esconde detrás de las miradas. Para distinguir a las personas buenas de las malas. Y para saber que, como dijo Kant, "quien te quiere por interés, te niega su amistad". En la calle tomamos conciencia de la diversidad. Nos damos cuenta que las personas son únicas e irrepetibles y que cada uno es hijo de un padre y una madre. En esa diversidad subyace nuestro valor como humanos. Un valor – la dignidad – que fundamenta los Derechos Humanos, los mismos que fueron catalogados en la Declaración Universal de 1948. En las avenidas se entremezclan los altos con los bajos, los rubios con los morenos, los viejos con los jóvenes y los ricos con los pobres. En esa heterogeneidad conviven creencias religiosas, ideas políticas, tradiciones culturales, costumbres y normas morales. Una heterogeneidad que activa los motores de la ética.

Si hay un punto donde se cruzan los deseos de millones de personas diferentes, ese es la felicidad. Si preguntáramos a cada uno de los habitantes de este mundo: "Y usted: ¿busca la felicidad?", Por unanimidad, todos responderían que sí. Las personas buscan – buscamos – la felicidad. Y esa felicidad ha llevado a la Filosofía por el camino de la angustia. La felicidad es algo más que miles de euros en una cuenta bancaria. Y lo es, queridísimos amigos, porque los ricos también lloran;  porque hay pobres que ríen y son felices con un plato de fideos. Decía un tipo que conocí en El Capri que la felicidad está relacionada con los proyectos acabados. Aquellas personas que no terminaron sus carreras, que no se atrevieron a declarar su amor a la persona deseada; no fueron felices. Y no lo fueron porque dentro de sus entrañas hay una espina clavada que les provoca dolor. Y ese dolor se traduce en ansiedad y depresión. Estamos ante un sistema – el capitalismo – que fomenta la infelicidad. Y la fomenta porque vivimos secuestrados por valores materialistas.

El capitalismo lleva implícito la desigualdad. La ruptura de la sociedad estamental no trajo consigo la igualdad. La mujeres, tras la Revolución Industrial, siguieron ninguneadas y postergadas en el patriarcado. Siguieron sujetas a las "servidumbres de la maternidad", en palabras de Beauvoir. Y siguieron, y disculpen por la redundancia, en el rol de las "otras" con respecto al varón, "el gladiador y protector". El capitalismo nos hizo más miserables, envidiosos y celosos. Nos puso la mirada constante en el vecino. Y esa mirada obstaculizó el "conócete a tí mismo" del maestro Sócrates. Estamos ante un darwinismo social que selecciona a los mejores, a las jirafas de cuello largo en detrimento de las que no llegan a la copa de los árboles. Hace falta que construyamos una sociedad basada en la espiritualidad. Y ello se consigue mediante una sustitución de los valores supracapitalistas por valores infracapitalistas. Por valores que pongan el acento en el "feminismo", "salario digno", "economía sostenible", "comercio justo", "ecologismo", "Responsabilidad Social Corporativa" y "Renta Básica Universal", entre otros.

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4 COMENTARIOS

  1. Jordi cabezas salmeron

     /  28 mayo, 2021

    De acuerdo, amigo

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  2. Juan Antonio Luque

     /  28 mayo, 2021

    Definido con mucha claridad, la situación actual y como debe ser ese cambio

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  3. Bárbara

     /  21 julio, 2021

    El RESPETO, a todo y a todos, debería ser la clave y camino a seguir…

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  4. Estoy de acuerdo contigo en el análisis, pero no creo que las soluciones a un problema espiritual puedan ser materialistas, que son las que citas al final. También discrepo en que el capitalismo haya hecho al hombre egoísta sino al contrario, el egoísmo del hombre y el miedo a no tener mañana crea el capitalismo y ambas cosas están en su adn, son consustanciales a la naturaleza humana. Pasar más allá sería algo sobrehumano.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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