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Ever Given y la España del chapapote

Mientras veía las imágenes del "Ever Given", el megabuque encallado en el Canal de Suez, me vinieron a la mente las imágenes del Prestige y las manchas de chapapote. Manchas de una España sin Ciudadanos ni Podemos. Y manchas de una Hispania inmersa en el sistema bipartidista. La imagen del buque atravesado en el canal, me recordaba a las dos Españas de la contienda. A un país dividido entre quienes creían en la democracia y quienes soñaban con la dictadura, las derechas republicanas. Dos Españas divididas por un barco cargado de contenedores de odio, despecho y mucho chapapote. Un megabuque cargado de sables empuñados por terratenientes, curas y campesinos. Y cargado de toneladas de rencores entre nostálgicos monárquicos y republicanos. Ese "Ever Given", a la española, estuvo encallado durante cuarenta años que duró la dictadura.

Durante cuarenta años, la dictadura separó a España entre los exiliados del régimen y los afines al franquismo; la Iglesia, el ejército y los terratenientes. Hispania estuvo dividida por los valores eclesiásticos, valores escritos en los santos mandamientos, y la moral de los ateos. Durante cuatro décadas, nuestro "Ever Given" dividía al país entre una minoría de familias acomodadas que estudiaban en centros religiosos, y una mayoría de familias analfabetas. Familias que no sabían ni leer ni escribir. Y familias que lo único que aprendían, en los colegios del régimen, era a cantar, coser y rezar. Las dos Españas, a su vez, miraban hacia dos orillas contrapuestas. Una miraba hacia los totalitarismos europeos y la otra hacia la democracia americana. Dos miradas encalladas por una autarquía implantada por, el ordeno y mando de, un tal Francisco Franco. Esa Hispania encallada, frente a una Francia adelantada, no tuvo ninguna grúa que la remolcara.

Aquel "Ever Given" fue desencallado por el "tamayazo" de don Don Juan Carlos, el poder constituyente y la abstención del ejército. Estos remolcadores fueron claves para que las aguas fluyeran, tras casi medio siglo estancadas, por el canal democrático. Eran aguas contaminadas por manchas de chapapote. Por manchas malolientes por los sesgos ideológicos de los afines al generalísimo, por el temor de la Iglesia a perder sus sermones y por quienes entendieron la Transición como un triunfo de los rojos. Esas manchas de chapapote nunca desaparecieron de las aguas actuales. Hoy, cuarenta y tantos años después, España huele a chapapote. Huele a pasado rancio, a rifirrafe entre nobles y burgueses. A malos rollos entre clérigos y seculares. A crispación entre el centro y la periferia. El "Ever Given" que encalló a finales de la República, todavía sigue encallado en las mentes presentes. Mentes envenenadas por odios, recelos y despechos. Mentes manchadas de chapapote.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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