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Sobre Hobbes, Darwin y vacunas

Decía Thomas Hobbes, pensador del siglo XVII, que "el hombre es un lobo para el hombre". El hombre, como el resto de animales, tiene necesidades fisiológicas. Necesidades como la sed, el hambre, el sueño y el sexo que afectan a su supervivencia. Y esa supervivencia pone en valor la Teoría de la Selección Natural de Charles Darwin. De tal modo que la ley del más fuerte interfiere en la satisfacción de las necesidades más bajas de la pirámide de Maslow. La especie homo pertenece al reino de los animales. Somos más listos, por el proceso de humanización, que la serpiente o el ratón, por ejemplo. Pero no podemos escapar de nuestros instintos primitivos. Somos tan esclavos de los mismos que tuvimos que renunciar a una parte de nuestra libertad a cambio de una convivencia pacífica. Tanto es así, queridísimos homos, que vivimos en cautividad. Y esa cautividad que para el león podría ser un zoológico para nosotros es el Estado de Derecho. Un Estado, como les digo, que nos protege de la adversidad.

Los hombres cedimos parte de nuestra libertad a cambio de paz. A cambio de minimizar los efectos de leyes naturales creamos las leyes positivas. Leyes consensuadas mediante un contrato social. Y leyes, y disculpen por la redundancia, que delegan en el Estado "el monopolio de la violencia legítima", en palabras de Max Weber. Esas normas, creadas por diversas metodologías, nos restan – como dijimos más arriba – libertad. El incumplimiento de las mismas, por muy irrisorio que sea, resulta sancionado mediante indemnizaciones económicas, penas u otras medidas correctoras. Nadie está fuera del contrato social. Y nadie, por tanto, puede sacar los dientes a Leviatán. Este andamiaje, que hemos creados los homos, nos sirve para que la vida social sea distinta a la vida en la jungla animal. Distinta a las penurias que sufren muchos animales por las consecuencias del efecto comparativo. Un efecto que apodera a los leones y deja fuera de juego al reino de los ratones. En la jungla de los homos todos somos iguales ante el Estado de Derecho. Todos somos iguales ante la tiranía de los fuertes.

El otro día, sin ir más lejos, varios integrantes de nuestras jaulas del derecho se saltaron las cláusulas elementales del contrato social. Se saltaron, como les digo, las líneas de la cautividad. De esa cautividad voluntaria, autoimpuesta, a cambio paz. Personas elegidas en las urnas. Representantes, de varias polis actuales, incumplieron las normas de las celdas correspondientes al reino sanitario. No respetaron el orden establecido en el protocolo de vacunación contra el coronavirus. Y no lo respetaron por motivos pseudojustificados. Motivos que no justifican por qué ciertos politikones obtienen beneficios por su ubicación en el zoológico. En el Estado de Derecho, faltaría más, todos deben respetar el orden establecido. No existen ni leones ni ratones. Ante ello, ciertas conductas son inadmisibles en el zoológico de los homos. Son conductas que incumplen con el contrato social. Con el mismo contrato que firmamos los humanos para evitar los privilegios naturales de ciertos ejemplares.

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1 COMENTARIO

  1. Suele primar, en la inmensa mayoría, el propio interés por encima de cualquier otra consideración; solidaridad, sólo si no interfiere con él…

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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