• LIBROS

Entrada siguiente

De aquellos polvos, estos lodos

Como sabéis, aparte de escribir en los pergaminos de este blog, hago reflexiones en Facebook. Las hago, como les digo, porque son una manera de mantener, a raya, mi compromiso con la actualidad. Hoy, sin ir más lejos, tras ver la rueda de prensa de Sánchez, he escrito el siguiente post: "si desde que comenzó la desescalada, todos hubiésemos ido de la casa al trabajo y del trabajo a casa, hoy – posiblemente – no estaríamos inmersos en la segunda ola". El confinamiento, en contra de las predicciones filosóficas, no ha cambiado los hábitos cotidianos. Hábitos, claro que sí, impregnados por una cultura de bares y determinados, de alguna manera, por el sol y la playa. Así las cosas, muchos jóvenes – la población menos sensibilizada con el Covid-19 – no tomaron las precauciones debidas. Precauciones como la distancia de seguridad y el uso de mascarilla fueron incumplidas en las madrugadas veraniegas.

Hoy, como dicen en mi pueblo: "de aquellos polvos vienen estos lodos". Y vienen, queridísimos lectores, porque muchos ciudadanos han jugado al gato y al ratón con la pandemia. El cierre del ocio nocturno ha sido sustituido por lugares alternativos. Por lugares, tales como garajes olvidados, habitaciones juveniles, casas de campo y otros sitios clandestinos. Lugares sin la ventilación recomendada. Lugares con fumadores a bordo y sin mascarilla. Lugares, y disculpen por la redundancia, que han determinado el incremento de contagios. Y lugares que, sin quererlo ni beberlo, hemos pagado, como siempre, los justos – los que hemos guardado cuarentenas voluntarias – por pecadores. Hoy, recogemos la cosecha. Recogemos un Estado de Alarma que pone el acento en la franja nocturna. Un nuevo Estado de Alarma que limita libertades e inyecta, una vez más, nosofobia a tejido ciudadano. Estamos, como diríamos ayer, en el kilómetro cero de la pandemia. Estamos como hace siete meses, con la curva por las nubes y los hospitales colapsados.

Aparte de la pandemia, de una pandemia que lleva consigo preocupación sanitaria, social y económica, hamos de añadir las frivolidades políticas del momento. Frivolidades, en forma de tiras y aflojas, de dimes y diretes y, por si fuera poco, de mociones de censura fracasadas. Mociones que nacen muertas desde el minuto número uno. Y mociones que lo único que provocan es ruido de fondo en medio de la tormenta. Ante esta situación, de dejadez social y política, crece una ola invisible de indignación ciudadana. Una ola que tarde, o temprano, estallará en forma de nuevas narrativas. Nuevas narrativas que atacarán, y pondrán en solfa, la ética del ahora. Una ética utilitarista y hedonista que contrasta con las exigencias necesarias. Exigencias como la solidaridad interregional, intergeneracional e internacional. Y exigencias como la empatía, la renuncia del placer y el respeto a la ciencia. El Covid-19 ha sacado los colores a una España de rojos y azules, de negacionistas y positivistas, de expertos y pseudoexpertos. Una España que no escarmienta, que no aprende de las lecciones pasadas.

Deja un comentario

1 COMENTARIO

  1. Juan Antonio Luque

     /  25 octubre, 2020

    Me molesta mucho que ya hayamos dado por descontado de que lo que pasa aquí con los contagios es por culpa de la gente. Y los contagios en el resto de países europeos ¿Se deben también a los jóvenes sus fiestas y botellones o solo aqui? No Abel en todo este tinglado hay algo más que no nos cuentan.

    Responder

Responder a Juan Antonio LuqueCancelar respuesta

  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

  • Categorías

  • Bitakoras
  • Comentarios recientes

  • Archivos

  • Síguenos