El otro día, Juan Caño – presidente de la Asociación de Prensa de Madrid, escribía, para "La Tercera" de ABC: "Desde hace 125 años"; un artículo homenaje a dicha asociación. Tras hacer un breve recorrido histórico por el periodismo nacional, Caño analizaba las vicisitudes que atraviesa la profesión. Y entre ellas, cita las "fake news" y propone soluciones al respecto. Entre ellas, la confianza "en los medios con tradición y solera que practican el buen periodismo, el que sabe primero verificar la noticia, priorizarla a continuación y, finalmente contextualizarla". Tras leer esta afirmación, me sentí molesto. Y me sentí así, queridísimos lectores, porque no solamente los "medios con tradición y solera" practican el "buen periodismo". Hay, como saben, medios alternativos que, sin estar dentro del círculo de los "tigres de papel", gozan de dignidad y profesionalidad.
Aparte del "buen periodismo" que presuntamente todos lo practicamos, salvo que se demuestre lo contrario, hay otras soluciones para combatir la epidemia de bulos que azotan nuestras redes. La primera de ellas sería, sin lugar a dudas, la transparencia interna. La verificación, de la que hablaba Caño, debería aparecer en el pie de las noticias. Es necesario que los lectores conozcan, conozcamos, el sello verificador que hay detrás de la información que se publica. Y es necesario que se recupere, con urgencia, la figura del editorialista. La figura de aquel supervisor, de las redacciones de antaño, que supervisaba el trabajo de los redactores. Se encargaba de la hoja de estilo, de contrastar las fuentes y sugerir cualquier cambio que fuera conveniente para mejorar la noticia. Hoy la mayoría de los relatos no pasan por "la cocina". Y al no pasar por la "cocina" se ha roto, valga la metáfora, un eslabón importantísimo de la cadena.
La utopía, contra los bulos, sería la existencia de una supervisión lectora. Una masa de lectores, críticos y exigentes, que supiera distinguir el grano de la paja. Una masa, como les digo, que reivindicara el consumo de información veraz, libre e independiente. Una información descafeinada de los sesgos ideológicos de las líneas editoriales. Y una información resultante de las suma de perspectivas. Para conseguir esa masa crítica, los profesores de filosofía debemos asumir esa responsabilidad. Una responsabilidad por crear ciudadanos con espíritus libres, críticos y analíticos. Para ello es imprescindible que se fomente el debate en el aula, los dilemas morales, el contraste de lecturas y el "aprender a aprender". Hace falta una alfabetización tecnológica que construya ciudadanos selectos. Ciudadanos que seleccionen sus canales y que no caigan en el empacho informativo. Es urgente que los medios aparten sus miedos, al éxodo de lectores, y contribuyan a la creación de sociedades críticas. Sociedades necesarias para desmantelar la pandemia informativa.
Juan Antonio Luque
/ 6 junio, 2020Mejor expresado, imposible. Yo también reivindico más presencia de la filosofía y del pensamiento crítico en la sociedad.
Maria Cecilia Alies Vergara
/ 7 junio, 2020Magnífica exposición de la realidad impuesta. Gracias!