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De sindicatos y laureles

Hoy, Primero de Mayo, echo en falta los claveles y el griterío de la gente detrás de las pancartas. Desde el confinamiento de mi recreo, oigo los perros como ladran al calor de las aceras. ¿Dónde están los sindicatos cuando más los necesitamos? Desde el Movimiento Obrero, el sindicalismo español ha perdido fuelle en la sociedad de nuestros días. El fracaso de la URSS sacó los colores al marxismo. Unos colores que han hecho mucho daño a la crítica que hizo Marx a los efectos de la industrialización. Tanto que, casi siempre, el término "rojo" se utiliza de forma peyorativa. Y se utiliza así, queridísimos amigos, para demonizar a la izquierda. Para acallar a quienes solo tienen su nómina para comer. Y para que el ascensor social permanezca parado en las base de las pirámides laborales. Desde la Reforma Laboral de Báñez, el proletariado vive en una jaula de silencio. Una jaula construida con los barrotes del miedo. Miedo a hablar. Miedo a reivindicar los derechos que tanto sudor y sangre le costó.

El Covid-19 deja, a su paso, un panorama desolador. Deja, como les digo, un sistema económico paralizado desde hace más de cuarenta días. Un sistema con miles de ERTES sobre la mesa. Con miles de parados, confinados en sus casas, sin saber a ciencia cierta lo que será de sus vidas cuando pase la tormenta. Parados que han visto como, en un mes de cuarentena, se han quedado sin ahorros. Y parados que han sufrido los efectos, más nefastos, del precariado. Un precariado en forma de contratos basura. Contratos temporales, en su mayoría, y "parciales" de mentira. De mentira, como les digo, porque son muchos los "cuellos azules" que sus horas reales de trabajo superan, con creces, a las establecidas en sus contratos. Contratos que, por desgracia, son los únicos que sirven para calcular la cuantía de las prestaciones. Prestaciones que casi no dan para afrontar las obligaciones de pago. En pleno 2020 seguimos, todavía, con la legislación de la derecha. Una legislación que se hizo, como saben, a la horma de la patronal.

Estamos ante la Reforma de Báñez. Una reforma que desmanteló el Estatuto de los Trabajadores. Dejó al proletariado a la altura del betún. Un proletariado que se ha convertido en carroña laboral, en mano de obra barata al servicio del Low Cost. Más allá de la subida del SMI, todo un logro de la izquierda, queda mucho por hacer. Hace falta una contrarreforma laboral que ponga fin a la alta temporalidad. Que termine, de una vez por todas, con la burla legal que suponen los contratos a tiempo a parcial. Una contrarreforma que vele por la igualdad salarial y que reduzca los índices de siniestralidad laboral. Es necesario que se ponga en valor el teletrabajo. Debemos romper una lanza contra el presentismo laboral y apostar por la productividad. Es urgente que se reduzcan las tasas de paro juvenil. Unas tasas que obstaculizan el consumo pesado y limitan el despegue económico. Es necesario que los sindicatos despierten de los laureles y recuperen su rol. El rol de la presión.

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1 COMENTARIO

  1. fco. Jose

     /  2 mayo, 2020

    Para que los sindicatos despierten tienen que despertar los ciudadanos y verlos como una extensión de la ciudadania organizada para conseguir una sociedad mas justa .
    Muchas veces da la sensación que salen los representantes sindicales para una reivindicación y se quedan ellos solos con la bandera pues los trabajadores no les siguen quedandose en la comodidad del hogar y esperando que otros le resuelvan sus problemas.
    Tambien las estructuras sindicales deben evitar que las organizaciones sindicales aparezcan en prensa como estructuras poco transparentes y con gestión económica algo dudosa.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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