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El botón de la limpieza

Desde que escribo en los pergaminos de este blog, muchos lectores me han preguntado por qué no doy el salto a la política. Con lo que tú sabes, me dicen, qué haces que no estás metido en ningún partido. No lo estoy – le respondí el otro día a Gregorio – porque no comulgo, valga el verbo, con la política de los aparatos. En la mayoría de las veces, en la cúspide de las organizaciones no están los mejores sino los más adecuados. La política, me decía un zorro viejo de las tripas alicantinas, debería ser un viaje de ida y vuelta. Sin embargo, en este país el salto a la palestra se ha convertido – casi siempre – en un ascensor social hacia el sueño americano. Tanto es así que hay concejales, alcaldes y demás cargos públicos, a quienes no se les conoce ni oficio ni beneficio, más allá de la política. Son, como diría el filósofo de Atenas, dinosaurios de la polis que viven como dioses en los prados de la plebe.

Desde el ruido mediático de Bárcenas y ahora con las nuevas de Villarejo, nos damos cuenta que algo está fallando en la Hispania del ahora. Hace falta una ley que le ponga, como dicen en mi pueblo, el cascabel al gato. Hace falta una norma que corrija y subsane los errores del sistema. Una norma, como les digo, que limite la duración de los mandatos. Sería conveniente, por higiene democrática, que los presidentes de Gobierno, de las Comunidades Autónomas y alcaldes, entre otros, fueran elegidos con fecha de vencimiento. El encadenamiento de mandatos guarda correlación con la corrupción de los políticos. A mayor tiempo en el sillón, más conocimiento de los recovecos del sistema y más tentación, por tanto, de caer en las inmoralidades del cortijo. Otra reforma de la partidocracia presente sería, sin duda alguna, la exigencia de un diploma de capacitación política. No es de recibo que la gestión de lo público se encomiende a personas que, en muchas ocasiones, no cuentan ni con la  formación,  ni con la  experiencia necesaria para afrontar el cometido.

Otra solución, queridísimos lectores, pasaría por habilitar mecanismos para detectar la falsedad en los curriculums. No es de recibo que algunos elegidos pongan y quiten titulaciones en sus historiales académicos. Aparte de los portales de transparencia hace falta, para la eficiencia de los mismos, instrumentos que comprueben la veracidad de los datos. Con tales herramientas evitaríamos tropezar, una vez más, con casos como el de Cifuentes. Es necesario para que la clase política recobre la honorabilidad perdida que el político recobre la ejemplaridad perdida. Hace falta que los partidos hagan un uso más frecuente del botón de la limpieza. Un botón necesario para expulsar a quienes, por su afán del dinero, confunden la política con oportunidades de riqueza. Y por último, y no por ello menos importante, es necesario que se prohíban las puertas giratorias. Para ello, para evitar que el plebeyo salga noble tras su paso por los sillones, es urgente que los expresidentes del Gobierno retornen a su nido tras sus años de corona.

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2 COMENTARIOS

  1. Toda una reflexión …

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  2. Se puede hacer (y se hace) política desde un blog. Una política de francotirador, alcanza a pocos y no mata el intelecto.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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