Hace poco leí "la herencia a recibir", un artículo de Marcos Paradinas para El Plural. En él, el columnista de Sopena denunciaba el mito de las ideologías, y defendía la eficiencia económica como argumento principal para juzgar la gestión de los gobiernos. En días como hoy, la mayoría de partidos se considera "Atrapa todo", o dicho de otro modo, vendedores de ilusiones en mercados de desolación y desafección política. Las condiciones sociológicas – el cleavage ideológico de toda la vida – se han replegado en favor del marketing político y el modelo periodístico. Así las cosas, vivir en Andalucía, ser ateo y trabajar en el campo; no es condición sine quan non para ser socialista. A día de hoy, queridísimos lectores, hay obreros de derecha y empresarios de izquierda. Las tornas han cambiado y lo que antes era ideología ahora es simpatía.
A pocas semanas para el 26J, el debate sobre las ideologías ha saltado a la palestra. Podemos ha pasado de ser un partido ubicado en tierra de nadie – "ni de izquierdas, ni de derechas" – a proclamarse "la nueva socialdemocracia". Si hace unos meses se libraba el debate entre "lo viejo" – la casta – y "lo nuevo" – las fuerzas incipientes -. Ahora surge la vuelta a las ideologías, como buque insignia de la campaña. Tanto es así que Albert Rivera se refiere a la formación Unidos-Podemos como una coalición de "comunistas". Pablo Iglesias, por su parte, resiste los embates de Ciudadanos con el escudo de "socialdemócrata"; el mismo que se puso el PSOE en el año 79 para descolgarse del estigma de marxista leninista. La estrategia electoral no es otra que ubicar al adversario en los polos ideológicos. Con ello se consigue frenar el éxodo de votantes indecisos hacia fuerzas imprecisas.
En esta batalla campal de sables ideológicos, el Partido Socialista es el más perjudicado. Lo es, queridísimos lectores, porque su matrimonio con Ciudadanos durante la minilegislatura; solamente le ha servido para que los otros – Podemos e IU – lo ubiquen en el neoliberalismo. Así las cosas, el partidos socialista se ha convertido en un cadáver político – una víctima del juego -, donde otros más avispados – Iglesias y Garzón – le han robado el pedigrí de su mascota. Para reconquistar su feudo, Pedro Sánchez debería radicalizar su discurso; convertirse en la autentica alternativa de gobierno. Convertirse en el PSOE de los tiempos de González; aquel que ganó tres mayorías absolutas en una Hispania de brisas comunistas y derecha caducada. Solamente así, apelando a los hechos – a los logros conseguidos por sus antecesores -, el delfín socialista podrá frenar a los caballos de su rancho y vencer a la utopía. Si no lo hace, si sigue erre que erre incrustado en la moderación; los votantes lo percibirán como un político blando en "tierra de nadie". Un político, como les digo, pisoteado por los bárbaros; los mismos que derrotaron el Imperio Romano, a pesar de su grandeza.