El otro día leí: "ni bilingüe ni enseñanza", un artículo de Javier Marías, publicado en el Magazine de El País. En su texto, el literato criticaba los "programas bilingües", que se imparten en muchos colegios e institutos españoles. Los criticaba, como digo, porque según Marías, cito textual: "esos profesores – los bilingües – poseen un conocimiento precario del idioma, de nuevo salvo excepción; lo chapurrean, por lo general tienen pésimo acento o ignoran la pronunciación correcta de numerosas palabras, su sintaxis y su gramática tiende a ser mera copia de los del castellano, y además, en cuanto se encuentran con una dificultad insalvable, recurren un rato a esta última lengua, sabedores de que es la que los estudiantes sí entienden". Para escribir, aparte de conocer la lengua y ser un espadachín de la palabra – como es el caso de Marías – , es necesario saber de que se habla. Es necesario porque si no, corremos el riesgo – los escritores – de caer en la demagogia y confundir a los lectores.
Poner en cuestión la profesionalidad de los docentes, acogidos a los programas bilingües, es una falta de respeto al colectivo. Lo es, estimado Marías, porque el requisito mínimo para impartir una asignatura en un idioma extranjero; es poseer un nivel B2 de tales conocimientos. Dicho nivel equivale a seis cursos de la Escuela Oficial de Idiomas (EOI), según establece el "Marco Europeo de Referencia para las Lenguas". Aparte de dicho título, algunas Comunidades Autónomas exigen a sus docentes "el certificado de capacitación para la enseñanza en lengua extranjera", como es el caso de la Comunidad Valenciana para impartir clases en valenciano. Decir que los "profesores poseen un conocimiento precario del idioma" es un insulto, ya no solo a los docentes sino a las instituciones que se ocupan de expedir tales acreditaciones. Javier Marías escribe sin basarse en ningún estudio sociológico que sostenga sus afirmaciones; afirma sin concretar institutos ni colegios que avalen sus palabras y, escribe solo del ruido que le llega de conocidos y allegados. Algo nefasto, queridísimos lectores, tratándose de un escritor de renombre; capaz de influir en la opinión pública.
Aunque los profesores tengan acreditada su competencia lingüística para impartir determinadas materias en una lengua extranjera, lo cierto y verdad; es que esta condición es necesaria pero no suficiente para que los alumnos aprendan el idioma. No lo es, como les digo, porque una lengua es algo más que conocer la jerga de una disciplina cualquiera. El aprendizaje de idiomas necesita de la "praxis". Una praxis, que faculte al alumnado para pensar en la lengua adquirida como si fuera la nativa. Para ello, para que los pupilos practiquen la teoría; es necesaria la implicación de los políticos. Es necesario, como digo, que tales programas sean complementados con largas estancias en el extranjero; bibliotecas bilingües en colegios e institutos; prensa extranjera en las salas de profesores, y conversaciones entre alumnos de distintos países mediante Skipe y aplicaciones similares. Para conseguir este cometido hace falta dinero. Dinero en forma de becas y, dinero mediante dotaciones a los centros, para que los docentes bilingües perfeccionen su herramienta y sus pupilos logren la competencia.
Una vieja amiga, me contó; que su marido había sacado un diez en el carné de conducir pero, sin embargo era un pésimo conductor. Un pésimo conductor porque casi nunca cogía el Audi. Le daba mucho miedo la carretera. Tanto, que cuando conducía se ponía tenso como una estatua; le temblaban las manos y los pies cuando entraba en la autovía. Me contaba que conocía todas las señales de memoria; las distancias de seguridad; las multas por exceso de velocidad; e incluso entendía de mecánica. Era brillante en la teoría pero un nefasto conductor. Hasta tal punto que nadie de la familia quería montar con él en el coche, porque su inseguridad era percibida por los otros. A su marido – me contaba esta sabia amiga – le hacía falta muchas horas al volante. Solamente así, a base de práctica – de ensayo y error – conseguirá vencer sus miedos y enfrentarse al asfalto. Lo mismo sucede con miles de docentes acogidos al bilingüismo. Profesores con matrículas de honor en las Escuelas Oficiales de Idiomas pero, sin embargo, con "suficiente raspado" en las artes oratorias. Siempre, según las palabras de Marías, un escritor de renombre.