Como saben, aparte de escribir en el Rincón, colaboro con distintos medios de comunicación. En todos lo hago desinteresadamente. No es que no quiera cobrar – que falta me hace porque hago malabarismos para llegar a fin de mes -, sino porque, en este país, si no eres Vargas Llosa o Arturo Pérez Reverte, lo tienes muy complicado para que alguien pague por tus renglones. Recuerdo, que cuando llevaba un año escribiendo en el blog, recibí un correo electrónico de un señor invitándome a colaborar en su medio. Después de varias conversaciones, me preguntó: "cuál era mi caché" y, tras un periodo de negociaciones, pactamos que escribiría una columna semanal por cien euros al mes. Así las cosas, ingenuo de mí, escribí para este individuo – que prefiero no citar su nombre – durante cuatro semanas. Cuando llegó el día "D", el día de "San Pagarín", todo fueron evasivas y excusas para no pagarme. Hasta me dijo que le parecía una descortesía – por parte mía – ponerme así por cien euros. La cuestión es que no seguí escribiendo para él – faltaría más – y, por supuesto, no cobré; ni cobraré. Después de ese escarmiento, de esa hostia – de tantas – que te da la vida; decidí dedicarme a mi blog sin fines lucrativos. Escribir, señoras y señores, como una manera de amueblar mi pensamiento, sin tener que pasar por los sesgos editoriales, ni por la censura de los otros. Escribir, la verdad sea dicha, sin tener que arrastrarme por un plato de lentejas, ni sentirme despreciado porque el señor de la corbata – el director de un diario cualquiera – no quiera pagar la factura de mis palabras.
Aquella historia – la del señor que no me pagó -decidí contársela a Gabriel – un viejo lector del Rincón y profesor de periodismo en una escuela de París -. Después de escucharme, me dijo que en España, los columnistas eran escritores de segunda porque la mayoría – periodistas y novelistas – no se dedicaban a cultivar el columnismo. ¿Dónde está la prosa de Camba?, se preguntaba, ¿dónde, los renglones de Gasset?, ¿dónde, los artículos de Larra? Azorín – me dijo – fue el precursor del periodismo que tenéis (que tenemos nosotros, los españoles). Un periodismo de verbo fácil, sin florituras ni artificios literarios, para un público acrítico; que lo único que busca son lecturas populistas para reforzar sus convicciones políticas.
Con estos mimbres – me dijo – muchos escritores huyen del columnismo y se refugian en la novela para no ser tachados de "fachas" o de "sociatas", por escribir en las páginas de Marhuenda o en el Plural de Sopena. Hoy, y en eso le doy la razón a Gabriel, hay un cierto complejo extendido entre los columnistas de este país. A la mayoría les sienta como una patada en el culo no ser escritores de novela. Parece, que si no dan el salto a la "no ficción", nunca serán considerados por la crítica literaria. Y no se dan cuenta, señoras y señores, que Ortega y Gasset o incluso nuestro querido Alvite, recientemente fallecido, fueron excelentes escritores por sus artículos de periódico. Sin nada que envidiar a grandes novelistas como Cercas o Marías.
Después de aquello, me fui al Halley a tomar un café. Necesitaba reflexionar sobre los argumentos de Gabriel. Me molestaba que algunos periódicos rechazaran a columnistas, que no fueran ni novelistas ni periodistas. Me indignaba – y me indigna – que en un mismo diario, haya trabajadores con nóminas y otros – muchos columnistas – trabajen por "la cara". Lo mismo que sucedería si en Mercadona – por poner un ejemplo – las cajeras cobrasen por realizar su cometido y, sin embargo, las fruteras o verduleras – por tener menos estatus social que las primeras – repusieran las manzanas; lechugas y melones de forma gratuita. Sería una injusticia, ¿a qué sí? Tanto que, probablemente, ni siquiera trabajarían.
Mientras reflexionaba sobre la mala consideración que tienen los articulistas, leí por encima las columnas de opinión que habitaban en el periódico de la barra. Las que estaban escritas por novelistas eran riquísimas en las formas pero pobres en el contenido. Las que estaban escritas por periodistas; eran brillantes en el fondo – planteamiento de problemas, propuestas de soluciones, análisis de datos…- pero endémicas de rima – de recursos literarios y matices novelescos-. En ese momento comprendí que una cosa es dar noticias y escribir novelas; y otra, bien distinta, dedicarse al columnismo. Aunque los columnistas seamos "escritores de segunda", lo cierto y verdad, es que usamos las mismas herramientas que los periodistas y novelistas: el martillo para romper el mármol y, el cincel para esculpirlo. Con la única diferencia, queridísimos lectores, que son muy pocos, los que pagan por lo nuestro.
Mark de Zabaleta
/ 22 marzo, 2015Una gran verdad….