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Guantes blancos

La interpretación de la Ley – decía el nostálgico de la balanza – es el arte de ligar abstracción y realidad. Mediante la aplicación normativa, el juez navega por los recovecos polisémicos en búsqueda de un sentido a la empírica del momento. Solamente a través de su mirada; el sino del presunto alcanza la categoría de verdad o las ventajas de la duda. Cuando los renglones están doblados – exclamaba Lorenzo, mientras preparada al futuro magistrado – la justicia cabalga sesgada por el árbol del Derecho. Las leyes democráticas están vestidas con la toga de la política. En función de quién gobierne, los preámbulos de la norma protegen a los débiles o atesoran a los fuertes. Es desgraciadamente esta subjetividad en la fabricación de los moldes, la que invita a la Crítica a repensar la justicia para evitar que los justos recojan las malas hierbas de los pecadores.

El ordenamiento jurídico, o dicho de otro modo, el pacto social ideado por los hombres para garantizar la paz en el mundo de los salvajes, esta sujeto al sesgo de lo imperfecto. Partiendo de esta lógica, derivada de los foros atenienses – decía Karl Popper, filósofo del pasado siglo – que el conocimiento es como un camaleón que cambia de color de conformidad con las luces ambientales. Todo conocimiento es el fruto de cambios paradigmáticos en las formas del pensamiento. El Derecho – como disciplina de la sociedad intelectual – está sujeto a las auditorías de la razón. El jurista  debe cuestionar las líneas escritas por los otros antes de emitir la sanción sin manchas intuitivas.

 

Las circunstancias – decía Ortega y Gasset – son los barrotes que enjaulan al civil en sus celdas existenciales. Si seguimos sujetos a la tradición – afirmaba Lorenzo -,  el Derecho se convierte en una estatua eclesiástica que solo cobra sentido en el simbolismo de su pasado. Ante esta tesitura, el intérprete del lenguaje debe considerar el canal y el contexto del hablante como elementos constitutivos en la decodificación de su mensaje. Los suicidios por desahucios  – tal y como lo recogíamos en la red social – son la expresión de una sociedad descontenta con su pacto democrático.

La interpretación de la Ley Hipotecaria sin la consideración su contexto, ha hecho que las togas europeas tosan en nuestros palacios para levantar la mirada del los jueces alienados. Es precisamente, esta ceguera judicial de nuestros magistrados españoles la que invita al crítico de hoy a cuestionar desde el sentido común la ética profesional de sus balanzas. Gracias a los tribunales europeos y la indignación ciudadana se han frenado los caballos desbocados al ladrón de guante blanco. 

Es humillante que tanto el PP como el PSOE – tanto monta, monta tanto – busquen entendimiento después del inmovilismo partidista y 200.000 desahuciados desde tiempos de Zapatero. 200.000 desahuciados y varias lápidas en los cementerios españoles, esculpidas por la desesperación de aquellos que el día menos pensado no vieron otra luz en su lucha contra los bancos. Indignante.

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2 COMENTARIOS

  1. conchitaLloria

     /  11 noviembre, 2012

    Es una guerra económica, de mercados dicen.
    Como toda guerra deja sus víctimas desparramadas por el territorio.
    Victimas que se irán muriendo poco a poco y no causaran alarma, pero víctimas de la misma situación, y victimas que mueren antes de tener que enfrentarse a una muerte lenta, pero segura.

    Algún día, cuando los ciudadanos tomemos las riendas del poder, algún día, serán juzgados como criminales de guerra.
    Que el ansia de enriquecimiento, el ansia de hacer obras faraónicas, que llenaron de dinero a empresas constructoras, a Arquitectos, o artistas que cobraron por su obra cantidades vergonzantes de dinero, sea la causa de que miles, millones de ciudadanos, pierdan sus hogares, su sanidad pública, su trabajo y su vida.
    Conchita Lloria

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  2. jserrac

     /  12 noviembre, 2012

    Cuanta razón tienes Conchita. Siempre he dicho que hay muchas formas de matar y una de ellas es desposeer a las personas hasta de su dignidad. Entonces están muertos en vida. Todo estos desalmados ,en sus ansias de riqueza fácil y al amparo de sus guantes blancos , han destrozado un país y las ilusiones de quienes viven en el , pero espero vivir para ver el juicio de esos criminales.

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  • SOBRE EL AUTOR

  • Abel Ros (Callosa de Segura, Alicante. 1974). Profesor de Filosofía. Sociólogo y politólogo. Dos libros publicados: «Desde la Crítica» y «El Pensamiento Atrapado». [email protected]

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